Amor roto

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Al encontrarse con la mirada de Hugo, todo dolor desapareció de su cuerpo y sin pensarlo corrió hasta él para recibirlo en un abrazo, sin embargo él se encontraba rígido.

~Justamente iba a buscarte, Hugo.

~¿Tienes algo que decirme? Comentó esperando que Sofía le confesara la verdad de su secuestro.

~Realmente si... Quiero confesarte lo que siento.

La joven princesa recorrió lentamente su pecho, tomó su rostro, acaricio sus mejillas, sintió su respiración tan cerca de la suya, que tuvo la sensación de que respiraban el mismo aliento.

~¿Por qué haces esto Sofía?

~Porque siempre te he amado. Exclamó antes de sumergirse en su primer beso de amor.

Ambos jóvenes se vieron envueltos en las garras del amor.
Un beso lento, donde ambos podían sentir los latidos del corazón del otro, sus respiraciones agitadas, la textura de sus labios. Un primer beso lleno de sentimientos reprimidos.

Hugo se encontraba sumido en sus sensaciones, casi no podía pensar en lo que estaba haciendo y el coraje que le tenía a Sofía horas antes desaparecía gradualmente.
Todo era tan confuso, tan placentero, sus manos se habían comenzado a mover por si solas, acariciando el cuerpo de su querida Sofía.

De un momento a otro el rostro de Amber apareció en sus pensamientos y aquel cuento de hadas se desvaneció frente a él.

~Sofia... ¡Esto no está bien! Gritó alejándose de ella.

~Hugo... ¡Yo te amo! Lo he hecho desde que tengo memoria ¿Por qué no puedes amarme también?

La cara de Hugo se volvió sombría y se acercó a ella de manera dominante dejándola acorralada contra una pared.

~¿Por qué fingiste un secuestro? ¿Por qué tuviste que caer tan bajo?

Sofía comenzó a tener miedo y giró el rostro.

~Queria que me amarás, que sintieras algo por mi... ¡No puedo soportar verte al lado de otra mujer! Aunque se trate de mi propia hermana.

~Sofia... Yo, no puedo negarte que en estas últimas semanas llegué a sentir algo por ti, pero ya no tenemos 9 años. Ahora soy diferente, debo cuidar mi futuro, tengo a Amber a mi lado. ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo?

~¿Qué me hace distinta a ella?

~Quisiera enumerarte un sin fin de cosas, pero solo me queda decirte que ¡Tú no eres ella! No importa lo que hagas o cómo cambies, yo la amo a ella y la escogería por encima tuyo una y mil veces más.

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Sofía. Ya no era feliz, ahora solo pensaba en terminar con su vida.

La joven corrió hasta los establos para montar a Minimus, pensaba llegar hasta la escuela real, para terminar con todo este drama sin sentido.

No supo cómo lo hizo, pero cuando abrió nuevamente los ojos, ya se encontraba a la orilla del campanario. Aquel lugar donde 10 años atrás había practicado sin descanso para lograr entrar al equipo de Derby.
Entonces comprendió que desde ese momento había comenzado su calvario. Ahora recordaba las miradas de complicidad entre Hugo y su hermana, aquella galantería que el príncipe demostraba para ella y con nadie más. ¿Cómo pudo ser tan ciega? O quizás lo había notado, pero había preferido ignorarlo por miedo al rechazo.

Un gritó logró que abriera los ojos y se encontrara nuevamente con su realidad.

~¡Sofia! Salta a mis brazos. Exclamó Hugo con desesperación.

~Si prometes que te casarás conmigo ¡Lo haré! De otra forma, me dejaré caer de la campana, ¡sin ti mi vida no tiene sentido!

~No lo entiendes Sofía, el amor no se gana con chantajes, no puedes mantener a alguien que no te ama a tu lado.

~¿Por qué no puedes amarme? Dijiste que sentiste algo por mi ¿Por qué no me eliges? Te ayude a cambiar. Gracias a ti he recibido muchos castigos por parte de mi amuleto, apenas y puedo mover mi cuerpo. ¡Dime! ¿Qué te ha dado ella?

~Me dio la paz y tranquilidad que tú solías ofrecerme, antes de que tu loca obsesión por mi comenzará.

~Hugo... ¡Déjala! ¿Qué puede tener ella que no tenga yo? ¿Qué puede darte ella? No puedes hacerme esto ¡Creí que me amarías!

~No puedo hacerlo, tú tampoco me amas, para ti soy solo un capricho. Además no arruinare mi vida contigo.

Un aire frío chocó contra el rostro de Sofía, sus lágrimas eran llevadas por el viento, así como sus esperanzas y sueños.
La princesa observó una vez más el rostro de Hugo, tan obstinado como siempre, no podía negar que le agradaba que luchará por sus ideales. Fue así que la joven cerró los ojos y se dejó caer del campanario.

Las plataformas que la sostenían, cayeron a la par.

Al verla, Hugo se apresuró a amortiguar su caída, sin embargo, un pequeño trozo de madera había caído sobre su cadera provocando que la princesa llorará de dolor.

~¿Por qué me salvaste? ¿Por qué lo hiciste si no vas a amarme?

~Yo no quería que pasara esto, además ¡No puedo verte morir! aunque seas despreciable, todavía eres un ser humano.

Sofía intentó levantarse, pero el dolor se lo impidió. Así que Hugo la cargó en sus brazos.

El camino a Encantia no era largo, pero su preocupación por Sofía crecía con cada minuto.

Una hora más tarde, el médico real ya se encontraba examinado a Sofia.
Como primer auxilio la joven había sido inmovilizada desde los pies, hasta su espalda baja.

~Espero que te hagas responsable por esto. Habló el rey Roland con severidad.

Hugo bajó la mirada y entró a la habitación para ver a Sofía.

~¿Cómo te encuentras?

~Es posible que no vuelva a caminar, ¡así ningún hombre querrá casarse conmigo! Susurró con tristeza.

~Si no mejoras, me casare contigo. Por el contrario si lo haces, me casare con tu hermana, como estaba previsto. Comentó antes de salir de la habitación.

El rostro de Sofía se iluminó y un pequeño gesto de maldad recorrió su rostro.

Rápidamente la joven se levantó para bailar alrededor de la habitación. Su cadera no había sufrido ninguna lesión y se encontraba perfectamente bien.

Cuando Hugo habló con Amber, está lloró toda la tarde sin consuelo, sin embargo, Sofía era su hermana y no podía hacerla desdichada.

~Aceptaré Hugo... Pero ¡Quiero que seas feliz! No te amargues por esto. Sonrió tomando su mejilla.

~Esperemos que Sofía mejore. Exclamó con melancolía.

La maldad de la juventud. La otra cara de la moneda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora