—¡Mark, vuelve aquí pedazo de idiota!
Sí, esa era yo, corriendo tras el ser humano más insoportable, más creído y más arrogante que pueda existir en este planeta.
—¡Mark, no seas imbécil!
Nos encontrábamos en un restaurante del muelle de Santa Mónica. Nuestras familias tenían la costumbre de vernos todos los domingos para almorzar, y siempre en el mismo restaurante.
Os preguntaréis porqué estaba corriendo tras él. Es una larga historia. Yo estaba almorzando tan tranquila, cuando el idiota me tiró su refresco en mis pantalones blancos, ¿os lo podéis creer?
Oh, al parecer no era tan larga cómo lo había imaginado.
En fin, le estaba persiguiendo por todo el muelle. Las personas que pasaban por allí, nos miraban raro, y era normal, parecíamos dos locos recién salidos del manicomio.
—¡Olivia, Mark, parad de una vez!—gritó una voz femenina tras de mí.
Ella era Mia, la hermana pequeña de Mark. Era muy dulce, nada comparada con su hermano. Tenían mucho parecido físicamente.
Giré para verla y mi rostro cambió a una mueca de confusión. Mia estaba con Bryce, mi hermano pequeño. Tenían la misma edad y se llevaban mejor que Mark y yo.
—¡Chicos, parad de correr!
Esa de ahí era mi hermana mayor. Sí, éramos tres hermanos, una locura, lo sé. Su nombre era Peyton, aunque ella ya iba a la universidad, a veces se comportaba más infantil que nosotros y de por sí, eso ya era algo difícil.
—¿¡Por qué habéis salido pitando!?—se le veía cansada. Correr no era lo suyo.
—Porque no podíamos dejar que Olivia matara a mi hermano—contestó Mia cruzándose de brazos a la vez que me echaba una mirada desafiante.
Sí, a veces era protectora con su hermano mayor, pero no se daba cuenta de que su querido hermanito, era el demonio en persona.
—¿Dónde está Mark?
—No lo sé, Peyton, lo he perdido de vista por culpa de estos dos—los señalé y Peyton me regaló una mirada de cansancio.
—¿No podéis dejar de pelear ni un solo día? Ya sois bastante mayores para comportaros de esta forma.
—No—dije, respondiendo a su pregunta, ya que no seguí prestándole atención.
—Bien, pues nosotros nos vamos.
Peyton suspiró y se llevó a los chicos. Sin decir nada, seguí en mi búsqueda para cazar al maldito de Mark.
En realidad, muchas veces me gustaba pelearme con el, por el simple hecho de que me divertía molestándolo. Se convirtió en mi hobby favorito.
De repente, lo vi. Estaba en la cola para subirse a la noria. Corrí y en cuanto estuve a su lado, lo cogí del brazo y me lo llevé.
—¿¡Qué crees qué estás haciendo!? ¡Suéltame!
Gritaba cómo una niña pequeña. Las personas seguían mirándonos, extrañados, pero no me importaba, tenía mejores cosas que hacer que prestarle atención a la gente.
—¡Me estás haciendo daño!—sabía que mentía, siempre usaba ese truco.
En las bromas que nos hemos hecho durante todos estos años, decidimos no hacernos daño, ya que lo hacíamos por simple diversión o por aburrimiento.
Después de varios gritos, al fin llegamos a la playa. Cómo había varios turistas, tuve que tumbarlo cerca de la orilla para no molestar y simplemente, me coloqué encima de el.
ESTÁS LEYENDO
𝑷 𝑰 𝑺 𝑪 𝑰 𝑺
Teen FictionSanta Mónica, una ciudad muy conocida, con muy buenas temperaturas todo el año, vive Olivia, una chica cómo cualquier otra. Olivia tiene una familia, con sus defectos, cómo todas las familias de este planeta y un grupo de amigos con los que vive ave...