Parte 10

1.9K 219 114
                                    


―Mamá, ¿está lista?

Emma había tenido una enésima ausencia durante unos segundos. Esta vez ante la plancha donde una tortita esperaba para que le dieran la vuelta.

―Casi cariño

Esos momentos de ausencia eran frecuentes desde su regreso de Alaska. A Emma le había llevado tiempo reponerse, pero por Henry, tuvo que sacar deprisa la cabeza del agua. Como le había sugerido Regina, había retomado el contacto con sus padres e incluso les había presentado a su nieto. Evidentemente, los Nolan le habían pedido que se quedara con ellos y ella había aceptado. Después de todo, un nuevo comienzo, un nuevo sitio para olvidarlo todo. Pero de eso hacía más de dos meses y había que reconocer que sus padres se estaban esforzando sobremanera para llenar el vacío de esos años perdidos.

Pero Emma necesitaba otra cosa. No tenía nada: ni ahorros, ni trabajo, incluso su hijo no había querido volver a la escuela...Notaba que él no estaba bien. Y aunque estaba feliz por conocer a sus abuelos, ella sabía que necesitaba otra cosa.

Así que una tarde, tuvo algo parecido a una iluminación: aunque seguiría manteniendo el contacto con su familia, Emma había anunciado a sus padres que se iba a mudar. No a cualquier sitio: volvería a Alaska, a su isla, a la de las dos. Lo necesitaba, se lo debía. Se había imaginado terminar sus días allí, siempre lo había sabido, desde que posó sus pies en Storybrooke, desde que su mirada se posó en aquel chalet a orillas del agua. Sencillamente no se había imaginado que lo haría sola, bueno solo con Henry.

Un pinchazo en el corazón la sacó de sus ensoñaciones y de repente, sirvió a su hijo.

―Date prisa, nos marchamos pronto.

―¿El avión está en mucho tiempo?

―Dos horas

―¿Entonces tenemos tiempo?

―¿Tiempo? ¿Tiempo para qué?

―Tiempo para ir a verla.

Emma contuvo su respiración, pero le había prometido a su hijo que no se marcharían sin ir a verla una última vez.

―Ok...¡Entonces, rápido!

Henry esbozó una débil sonrisa antes de tragarse su última tortita y ponerse su chaqueta.


Como siempre que se dirigían al cementerio, sus corazones se encogían, las palabras eran inútiles y el aire se hacía casi irrespirable. Emma había ido a menudo sin Henry, pero cuando el pequeño había estado lo bastante sobrepuesto para comprender, ella lo había traído para que la viera. Desde entonces, él había pedido verla a menudo, para hablar con ella, contarle su día, cómo eran sus abuelos...Emma lo observaba todo con mirada igual de conmovida que entristecida.

―¡Ya llegamos!―dijo, haciendo sobresaltarse a Emma, una vez más en la luna.

A penas el coche se detuvo, Henry saltó fuera de él, olvidando incluso cerrar la puerta. Emma lo siguió, de lejos, no quería que Henry viera sus lágrimas. Hacía dos meses, pero era igual de duro que el primer día.

Henry conocía el camino, lo conocía de memoria, y tras algunos giros, se encontró delante de una tumba con una lápida blanca inmaculada en la que estaba grabado "Regina Mills 1981-2019. Agente respetada. Compañera amada. Nuestra salvadora" Un ramo de rosas rojas estaba a sus pies. Henry añadió entre estas una rosa blanca.

―Buenos días, Regina. Vengo a verte con mamá porque pronto nos marchamos. Así que ya no podremos venir tan a menudo. Le he preguntado a mamá si podíamos llevarte con nosotros, pero ella ha dicho que no...―suspiró ―Te echo de menos, ¿sabes?...Mamá, ella llora a menudo. Yo intento no hacerlo, pero a veces es duro―se calló unos segundos antes de proseguir ―Nos vamos a nuestra casa, al chalet. Mamá dice que esa es nuestra casa, tiene razón. Lo echo de menos, echo de menos a Granny, también a Grace...Pero sobre todo a ti...―Una lágrima rodó por su mejilla ―Habías prometido que nos protegerías, y lo hiciste, pero habría preferido que te quedaras con nosotros...―sacó su busca del bolsillo, el que Regina le había dado ―Lo he guardado, sé que no debía, pero me da igual...―lo encendió y un ligero bip se escuchó y se encendió una pequeña luz roja ―¿Vas a venir, eh? ―se echó a llorar entonces―Dijiste que cuando yo lo usara, tú llegarías, daba igual...

ProtégemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora