—¡Me parece absurdo que quieras castigarme!
—¡Soy tu padre, el rey de éste inframundo! ¡Puedo hacer lo que yo desee y lo sabes! —ver enojado a su padre le parecía extremadamente divertido, pero algo le decía que aquella vez no sería así—. Y es por eso que he decidido que tú, mi hijo y príncipe, deberás pagar duro por ello.
—¿Y qué harás? —cuestionó de forma altanera mientras arqueaba una de sus cejas—. ¿Mandarme con Astaroth o con Mammon?
—No sería mala idea, hay una joven adinerada que invocó a Mammon a cambio del testamento de sus padres, son tres almas en pecado, una tiene el pecado y las otras dos se van con ella.
—¿Layla? Se veía muy tranquila como para vender tres almas, ¿es guapa?
—Supuse que dirías eso, así que ni lo sueñes, te prohíbo estrictamente que te acerques y Mammon lo sabe.
—¿Entonces? ¿Me mandarás nuevamente de vacaciones con mi abuelo? No estoy para aguantar a Jesús ésta vez, ¡ni lo sueñes!
—Mira, voy a resumirlo porque sino, no tendría gracia, así que aquí vamos —dijo su padre mordiéndose el labio—... Estuve muy ocupado con un humilde obsequio de la muerte, tanto así que accedí a que tu abuelo te diera un castigo.
Su cara se le desfiguró un momento, miró a su padre pero mantenía la misma cara de seriedad que siempre, y odiaba pensar en lo poco predecible que era, nadie nunca podría descifrar ciertos poderes que su padre tenía para no ser manipulado.
—Todo lo que tenga que ver con mi abuelo es aburrido.
—Deberías golpearte una y mil veces antes de volver a decir eso, sino, mírame aquí... pero no estoy arrepentido, así que adivina, Amon. ¡Es emocionante!
—¿Me mandarás con la muerte a recoger almas como en el Titanic?
—No.
—¿Me mandarás a corromper monjas como cuando era un niño?
—¡No! ¡Qué malo eres! A tu edad yo apenas y cantaba para tu abuelo.
—Acabas de decir una chistolada, se supone que debo ser tu fiel retrato, ¿no?
—¡Ya me sacaste de quicio! —nuevamente su alrededor ardía. Gritos, llantos y lamentos volvían a rondar con más intensidad que antes—. Alista tu mejor sonrisa, en menos de veinte minutos dejarás tus poderes para tener unas merecidas vacaciones en el mundo terrenal.
Analizó cada una de sus palabras y se estremeció. ¿Acaso era una locura lo que acababa de oír?
—¡No me puedes quitar mi escencia!
—Lección número uno, John —el castaño sintió un par de palmadas en su espalda—. Los humanos buscan su propia identidad, ve y busca la tuya, al menos ya tienes nombre.
—¡Prefiero hundirme aquí antes de convivir con esos mundanos buenos para nada!
—¡Esos mundanos sacian tu sed! ¡Esos humanos le dan vida a éste lugar!
—¡Púdrete de una maldita vez, me tienes harto! —gritaba Ammon, queriendo desaparecer, su mirada estaba cargada en la maldad pura—. ¡No deberías defenderlos tanto, sólo dales un tiempo más y tú mismo los enviarás a donde merecen estar, aquí, por ser almas impuras!
—Vuelve a decir lo que dijiste.
—¡Púdrete, púdrete y púdrete otra vez más con tu estúpido creador!
Fue tanto el dolor que sintió dentro de sí mismo, era indescriptible y apenas pudo mantenerse de pie frente a su padre. Su alma ardía con las demás tanto que por primera vez cerró sus ojos, quedando inconsciente como un mundano. Aquel golpe no había sido agradable, de hecho jamás había logrado llegar a sentir tanto, era horripilante lo que su padre podía llegar a hacer, tanto que no había tenido piedad de él, su propio hijo. Ahora entendía el porqué su padre se había llevado aquel castigo, por primera vez pensó en que estaba bien merecido.