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« LO IЯЯEGULΔЯ DE LO ЯEGULΔЯ »

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Oct. 31 del 81'.

La señora Dursley era bien conocida por tres cosas. La primera pero menos importante, su... peculiar apariencia. La segunda, era la envidia de toda Privet Drive por su perfecta y adorada familia. Y la tercera, era una mujer que pese a su irregular aspecto, era muy apreciada por la buena disposición y voluntad para ayudar a los vecinos.

Es por eso que cuando se encontró esa mismísima mañana a ese pequeño niño tan lindo y normal en su puerta, no pudo hacer más que entrarlo y darle cobijo, alimento y un poco de amor hasta que se durmió. Se aseguró de dejarlo perfectamente limpio y cómodo en un fuerte de almohadas y sábanas en el sofá, y solo luego se fue de vuelta a la cocina para revisar la pequeña canastita en donde le había encontrado.

No vio nada interesante salvo, cuando iba de camino a guardar la pieza de mimbre y lavar la manta, un fino pedazo de papal blanco perfectamente doblado. Un sobre, posiblemente una carta.

¿Qué hacer? ¿Abrirla ahora o esperar a la tarde a su marido que volviera del trabajo? Que intriga.

Era extraño, estas cosas no solían pasarle. Pero descartó el tema cuando consideró que a la gente normal este tipo de particularidades podrían llegar a pasarle a un pequeño porcentaje y aun así era considerado muy normal. Es más, generalmente, a la poca gente que le ocurría, se le consideraba afortunada.

Ella misma considero que esta quiza no era otra mas que una regular mañana como cualquier otra, salvo por una pequeña racha de regular irregularidad, nada por o que asombrarse.

Todo perfectamente normal. Inconscientemente esa fue la frase que rememoro y repitió en su cabeza como un mantra sagrado. Entonces, decidió la señora Dusley, no había de que temer.

Todo perfectamente normal.

Así pues, dio vuelta el sobre de papel carta, muy normal, en busca de referentes, pero estaba en blanco, un poco extraño. Sin más, se dignó a abrirlo y dejarse de tanto misterio, tenía cosas importantes que hacer aun.

«A quien corresponda» Rezaba la primera línea del papel blanco, en una letra de tinta azul muy normal, de las que usualmente usaba su esposo para el trabajo, redondilla y levemente inclinada. Se le hacía conocida, imaginaciones suyas, supuso.

Continúo leyendo.

«Le entrego a mi tesoro más preciado porque conmigo, su madre, corre inminente peligro. Si conoce a Petunia Dursley nee Evans, favor de entregarle a ella a mi hijo. Sabrá qué hacer cuando se le entregue la misiva... »

Había unas líneas más después de aquello, pero no pudo seguir leyendo porque, ¡jodido infierno! ¡Se trataba del engendro de la perra de su hermana! Malditos anormales, ¿Qué se tenían entre manos?

Y en su euforia mal contenida, se rasgó finamente un dedo y mancho el papel blanco con dos gotas de sangre espesa. Casi al instante aparecieron palabras del otro lado del papel y, consiente u inconscientemente, no pudo evitar buscar una explicación más plausible que aquellas simples líneas que habían sido dirigidas a alguien en el retorico caso de que su hermana se hubiese equivocado de residencia.

Leyó ávidamente cada silaba de su hermanita y, considerando qué y cómo se expresaba la mujer, dictaminó que lo mejor sería esperar y ver. Si fuera verdad, Lilian estaría en deuda.

Si fuera verdad, la vida de su hermana corría riesgo por un peligro desconocido.

Pese a lo que su buen esposo creía, Petunia si amaba a su hermana. Si se había roto su corazón cuando no pudo conocer a sus sobrinos por lo que había inculcado en su esposo. Y si a cientos de otras cosas a las que le dolía haber renunciado por su odio adolescente.

Entonces recordó toda la negligencia que había sufrido en su vida a causa de su hermana, pero también recordó que no había sido culpa de ella. Sino de sus odiosos padres. Aun así no podía evitar que los celos, y ahora la culpa también, le carcomiesen por dentro al saber de Lilian Evans, ahora Potter.

Su tren de pensamiento se cortó al escuchar un leve gimoteo escaleras arriba, su lindo y hermoso Duddlie la requería.

Fue un poco estúpida al no notar como una sombra encapuchada, negra, extraña y helada, tomaba con delicadeza al pequeño bulto durmiente en el sofá y se desvanecía, solo para hacer reaparecer al niño minutos después, como si nada hubiese pasado en esa regular sala completamente floreada.

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«Oct. 05 del 81.

Querida Hermana,

Me dirijo a ti de forma desesperada y con la esperanza de que puedas concederme un único favor por aquellos días bellos de nuestra infancia perdida.

El niño que tienes ahora en tu poder es tu sobrino más pequeño, y tanto el como yo estaos en inminente peligro. Tuney, alguien nos quiere muertos tanto a Harry como a mí y no sé por qué.

Harry, mi pequeño Harrison. Así se llama él, Harrison Velkan Potter, en honor a papa y a la historia familiar de mi esposo.

Sé que me odias, pero en realidad no tienes por qué odiar a tu sobrino, él es tu sangre y también es normal. Sin una pizca de magia o capacidad para contenerla o realizarla, y es por esto último que apelo a ti.

Si Harry no es mágico ni capazmente mágico nadie en mi mundo tendría una razón para quererlo, menos para asesinar a un niño inocente. Creo en que tus brazos estarán más seguro que en los míos.

Tuney, es importante, por favor presta atención por una única vez, necesito que lo mantengas a salvo hasta que pueda ir a buscarlo. Por otro lado, si en más de quince días no eh enviado otra misiva, significa que o he muerto o que me han atrapado. Sea como sea, si en otros quince días no has sabido de mí, colócale a mi Harry la tobillera que eh adjuntado. El desaparecerá y estará a salvo en un lugar que ya eh arreglado.

Quiero que sepas que aun te amo, y que sigo esperando tu perdón.

Desesperada y siempre tuya,

Lily. »

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Me gusto bastante jugaron Petunia, lo admito. Aunque no creo que vuelva a aparecer, quizá si la mencione en la siguiente parte. Pero eso será todo de ella y los "odiosos" Dursley.

Realmente no los odio, amo cuando los hacen sufrir y eso, pero también disfruto mucho cuando se les da la oportunidad de realmente ser humanos (y me refiero a personas, porque ya, son realmente muy desagradables e hipócritas, pero tampoco violadores ni asesinos de chicas o traficantes de niños, y creo que, aunque no parezca, lo intentan).

Por cierto... si, remarco y explícitamente, asesinos de mujeres. Ódiame todo lo que quieras por eso.

En fin, me encanta esta ironía de que son tan normales que ya no lo son, y su terror a ser anormales, como ellos mismos dirían.

ahh~, tan hilarante. 

LíRAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora