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Lo primero.

Su memoria perfecta siempre lo recordaría. Fue horrible. Nacer, eso.

Nacer había sido completamente horroroso. Aunque técnicamente había sido creado, no nacido, igual fue la peor experiencia que puede recordar y que pudo alguna vez experimentar.

Aunque luego fue ciertamente desconcertante, porque solo estaba allí. Atrapado en...no sabía dónde estaba, solo que era reconfortante y hermoso, oscuro y brillante. Sabía que no podía ir más allá, y sabía que tampoco quería saber siquiera si había algo más allá, porque este espacio donde yacía era todo lo que necesitaba. Era tranquilo, estaba bien. No conocía del tiempo, solo que existía y que estaba allí. Que allí debía estar, porque para eso fue creado.

En algún momento de su existencia en su lugar hermoso y oscuro se dio cuenta del tiempo. Fue algo extraño, como cada vez que se permitía darse cuenta de algo nuevo. No pasaba muy seguido, pero fue inevitable. Así contó los días, las horas, los años. A veces se preguntaba cuanto había pasado sin contar el tiempo. Cuando lo recordaba le parecía un segundo después de nacer, recordaba cada momento de algo nuevo como si no hubiese enormes intervalos de tiempo indefinido entre cada descubrimiento. Fue por eso que sabía que de hecho había pasado mucho, muchísimo tiempo. Quizá milenios, quizá algunas décadas, tal vez solo un par de siglos. A lo mejor un año, no sabía.

Un día, no mucho desde aquel día en que empezó a saber que existían, supo que era un guardián, de algo. No sabía de qué. Otro día conoció a sus creadores, al verlos sintió algo, algo raro. Y ellos le explicaron cosas, no muchas, algunas ya las sabia. Pero su creadora y su creador le fueron proporcionando más y más conocimiento con cada nueva visita, fue invaluable, supo muchas más cosas. Aunque no sabía de qué le servía, supuso que era interesante.

Interesante, palabras que aprendía de sus creadores, matemáticas, hechos, sensaciones, emociones también, lógica e irracionalidad. Supo entonces que aunque sabía que fue creado para guardar ese algo, que de hecho era ese algo (supo un día que era poder, magia, energías extrañas y maravillosas como su espacio), y que existía para permanecer allí, en aquel lugar donde fue creado, necesitaba algo más. Algo como eso que sentía cuando sus creadores le visitaban y le explicaban cosas con paciencia.

Y luego un día pudo pensar, idear, utilizar todo lo que sus creadores le habían dado para hacer cosas nuevas. Lo supo, quería ese sentimiento extraño, eso a lo que sus creadores llamaban amor.

A quien servía, que protegía... Amar. Eso, eso era. Quien despertara su amor era digno de recibirle, y solo a ellos permitía absorberlo, el poder, si mismo, ese era su propósito: amar, ser amado y dejar de existir.

En ese entonces volvió a ser un poco confuso, no sabía que había más allá de donde había nacido, no quería saber, pero tampoco conocía más que a sus creadores. Pero tenía un propósito, una tarea, y se sentía tan bien cumplirla. Entonces fue feliz otra vez desde su creación.

Un día conoció a la primogénita, fue como su creadora, y un poco como su creador. Entendió que era la primera hija de sus creadores, y ella le amaba, podía sentirlo. Le amaba muchísimo más que ellos, y le invito a salir de allí, del espacio hermoso, oscuro y brillante.

Salió con ella. No conocía nada más que su espacio oscuro, y cuando salió de allí, hubo mucha luz, muchos colores. Sus creadores le habían enseñado de todas las cosas que ellos sabían, y ahora podía vivirlas. Fue la primera vez que entendió que era exactamente.

LíRAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora