―Siempre igual, la tardona del siglo que nos hace llegar tarde.
―Perdona por no dejarte ligar todas las horas completas de las fiestas― me quejo.
―A ver, chicas― pone orden Sandra―. ¿Podéis dejar de discutir y acabar de una santa vez?
―Bueno, como mínimo ya tiene el pelo planchado― dice Noelia acabándose la bolsa de comida que tenía en las manos.
―Si supiera qué ponerme― me quejo yo de nuevo.
―Será que tienes muchos estilos diferentes en tu armario― me reprocha Paula.
―Será que tú sí― le digo no muy simpática.
―¡Parad ya de discutir como dos niñas pequeñas!― salta Sandra.
―¿Niñas pequeñas? Entonces solo te refieres a ella― Paula me saca la lengua y me echo a reír.
―Perdona, viejita amargada― mi boca se abre en forma de O.
―¿Qué me acabas de decir?― rujo.
―La que hemos armado― comenta Núria.
―Ni que lo jures― dice Sandra acomodándose en mi cama sabiendo que esto va para largo.
―A ver, si yo soy la niña pequeña tú tienes que ser la vieja. Además, estás amargada― me echo a reír amargamente.
―¿Seguro? Yo no soy la que va desesperada buscando un novio que no encuentra que pasa las noches bebiendo para olvidar lo sola que está y no es suficiente para ella misma e intenta tirarse a todos los chicos que puede.― La habitación queda en un silencio incomodo, donde la tensión se podría cortar con un cuchillo.
―Te has pasado― dice Sandra.
Miro directamente a Paula y la veo con lágrimas en los ojos, callada sin decir nada, como si estuviera paralizada sin poder reaccionar.
―Paula...― empiezo a decir, pero ella niega con la cabeza y cierra los puños con fuerza.
―No.
―No te lo digo para hacerte daño, te lo digo porque es la realidad y estoy harta de ver cómo buscas eso y aquello que realmente no te hace falta. Todas sabemos lo estupenda que eres, y si ellos no se dan cuenta, no es tu problema, sino el suyo.
―Lo jodido es que tienes razón― dice sin quitar la vista de en frente mientras sigue aguantando las lágrimas―. Tienes razón, soy una amargada que no es autosuficiente.
―¿Me acabas de decir que solo te has quedado con eso?
―¿Pero sabes qué? Que tú haces lo mismo. Sales de fiesta, bebes, te emborrachas hasta no acordarte de tu nombre, así que no puedes ir diciendo tanto de las demás.
―Tienes razón, yo hago lo mismo, pero no por el mismo motivo.― Las dos respiramos fondo, sabemos que podemos herirnos de la peor manera, así que nos quedamos en silencio.
―Para eso va bien salir. Ahora nos vamos, nos tomamos cinco copas y olvidamos este momento amargo que acabamos de tener, ¿sí? Así que por favor, Amy, termina de vestirte de una santa vez― dice Núria poniendo orden.
―¿Estás ya?― me pregunta cansada Núria,
Me pongo una camiseta negra transparente encima de un mini-top de sujetador del mismo color. Decido ponerme mis medias de reja debajo de mi minifalda negra y luego voy al baño para maquillarme del mismo estilo.
―¿Vamos?― digo una vez salgo del lavabo.
―¡Por fin!― se vuelve a quejar Núria.
Subimos al coche de Paula y llegamos a la fraternidad quince minutos después.
Solo entrar, vamos a coger unos vasos de alcohol en la cocina que la encontramos por casualidad y nos vamos hacia el patio, donde está preparada toda la fiesta.
Está casi lleno, hay gente por todas partes morreándose y otros en la piscina. Nos adentramos entre la multitud y nos ponemos a bailar como si no hubiera un mañana. Algunos se nos acerca y empiezan a bailar con nosotras, pero Paula no parece de muy buen humor como para reírles las gracias, y la causante de su malestar no podría ser otra persona que yo.
Seguimos bailando cuando de golpe alguien me empuja y, sin querer, hecho la bebida encima de la cazadora de cuero de los ojos azules de delante, que se gira malhumorado.
―Lo... Lo siento― tartamudeo.
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Nadie como tú.
RomanceRealmente odio a la gente. No la soporto. Todos son unos hipócritas superficiales que están vacíos por dentro. Sí, vacíos, no tienen ningún tipos de sentimiento. Solo lloran cuando se les rompe una uña o cuando les sale una arruga. Solo les duele q...