capitulo 3

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Galván había pedido una audiencia esa mañana, el hombre más cercano a lo que podría estar del gremio, su única vía de comunicación con sus mentores y el que le hacía llegar las noticias y los debidos trabajos a realizar, siendo por lo tanto su superior en rango y sabiduría, Galván llevaba entre ellos más tiempo del que el joven pudiera  calcular, había servido al gremio antes que él, incluso antes de la noche en la que lo rescato de aquel ataque a su aldea, eso le había contado desde que  lo acogió como su propio hijo y comenzó su entrenamiento, Aldahir le debía la vida y aun cuando sabía que era así, el solo hecho de decirlo era traición hacia la sociedad de asesinos, pues nadie está por encima del gremio, por encima de aquellas cinco entidades que nunca había presenciado.

-Todo a su tiempo- Decia Galván al mínimo indicio de curiosidad de su parte, y el solía siempre  asentir con aquella pobre pero suficiente respuesta.

Caminó a través de la bruma de la mañana con una hoja de sauce entre sus labios, mientras que  con ella silbaba versos de una canción que no recordaba haber aprendido.

El ave en su hombro se mantenía erguida y bajo sus pies el bosque palpitaba lleno de vitalidad y sus sonidos acompañaban al joven asesino al abrirse paso entre los sauces que poco a poco se descongelaban y las gotas del hielo impregnado en sus hojas formaban el roció del césped a su alrededor.

El campamento se había dividido en dos claros rodeados de cedros  y  unidos por un rio de aguas azules y turbias donde hasta el más pequeño capullo congelado era arrastrado por la suave corriente invernal , mientras su respiración se disipaba, escuchaba el imperceptible trepar de los centinelas aliados que cumplían su turno en las copas de los árboles de aquella zona del bosque, probablemente vigilando el paso de montañas que se encontraba después de la zona más oscura del bosque, hasta ahora dominio de creaturas exiliadas por los reinos vecinos.

Llegó a la orilla de los cedros delimitando el segundo claro y diviso las tiendas levantadas alrededor,  mientras avanzaba por los pequeños puestos de provisiones, un grupo de hombres armados paso a su lado mientras el más fornido bufaba presumiendo al ciervo de caza que llevaba a cuestas sobre su hombro y los demás hombres reían a unísono, burlándose de la hazaña de caza por aquel ejemplar de mamífero, alguna mujer daba heno a los caballos mientras sus herraduras se perdían en la fina capa de nieve y hierba .

Junto a la fogata consumida casi por completo, los hombres se sentaban afilado sus navajas y tomando licor que traían de contrabando desde la ciudad de Targe, buen licor que mantenía su sangre caliente durante las tormentas, tras los últimos pasos dados la tienda más grande se mostró frente a él, quito la hoja de sus labios tras silbar a última nota y la dejo caer haciendo un movimiento de brazo, el ave desplego sus alas blancas y voló por encima de la tienda hasta situarse en el techo del refugio del herrero,  bajó la capucha de su capa mientras se adentró en la tienda haciendo a un lado las telas que colgaban de la entrada.

Un hombre alto se encontraba de espaldas, y sus cabellos grises y canosos que caían sobre la armadura de su espalda reflejaban su edad, a su alrededor libros y papiros con símbolos desconocidos marcados en tinta se apilaban a lo largo de las mesas,  junto a ellos había lámparas cuyo  fuego era cálido y reflejaba luz en los mantos tejidos con hebras doradas que yacían colgados en diferentes posiciones , con imágenes del reino  y los pasos de montaña cercanos, incluso el mapa de la ciudad de Targe donde había realizado su última tarea.

-Mi señor- la voz de Aldahir era serena, y su aliento cálido una vez que su cuerpo se acostumbró al calor de las lámparas.

El hombre dejo sobre la mesa de madera un reloj de arena que corría  lentamente, y sus ojos verdes buscaron los azules del discípulo recién llegado.

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