Capítulo 3

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— A la calle East Randolph, número cuatrocientos — Indicó Naruto al taxista mientras éste se incorporaba a la circulación. Luego, miró a Hinata —. Te llevará a casa desde allí.

—Genial. Gracias — Dijo ella y volvió la cabeza para mirar por la ventanilla.

Había poco tráfico y, enseguida, bajaron por la avenida Michigan y llegaron a East Randolph… El taxi se detuvo.

— Te veo el lunes, entonces — Le dijo Naruto a Hinata y le pasó unos cuantos billetes al taxista—. Llévela a Forest Park.

— Claro, señor — Dijo el taxista.

— Gracias — Dijo Hinata con suavidad.

— No llegues tarde al aeropuerto — Añadió Naruto con una sonrisa.

— Yo nunca llego tarde.

— Me he dado cuenta — Repuso Tom y cerró la puerta del taxi.

— ¿A qué número de Forest Park? — Preguntó el taxista a Hinata.

Hinaga le dio su dirección. Tardaron una media hora en llegar a su casa y, durante todo el trayecto, ella no dejó de pensar en lo que había sucedido. Tuvo que reconocer para sus adentros que le molestaba un poco que él no hubiera insistido en llevarla a su casa.

Tomaron un vuelo comercial a San Francisco. En primera clase. Sin escalas. Y sin retrasos. Despegaron a las siete y veinte.

Naruto pasó una hora analizando informes y respondiendo correos electrónicos. Hinata se dedicó a redactar algunas cartas que su jefe quería que enviara y dedicó algún tiempo a escuchar su CD nuevo para aprender lo básico del idioma japonés, como preparación para su viaje a Kyoto.

A las ocho y media, hora de Chicago, Naruto apagó su ordenador portátil. Hinata se quitó los audífonos.

—¿Quieres desayunar? — Preguntó él.

—Sí, por favor.

Naruto no había dicho nada sobre la noche del viernes. Desde que se habían encontrado en la puerta de embarque, él se había comportado de forma amistosa pero estrictamente profesional.

Hinata intentaba convencerse a sí misma de que eso era lo que ella quería.

Comieron beicon y espárragos a la plancha, cruasanes y un café excelente. Hinata estaba descubriendo que en primera clase no sólo había asientos más espaciosos y cómodos, sino mejor comida que en clase turista.

Naruto la puso al día sobre Nagato, el famoso diseñador que iba con retraso en su trabajo con los interiores del hotel de San Francisco.

— Nagato tiene buenas referencias — Explicó Naruto —. Ha diseñado las mansiones de los hombres más importantes del mundo de los negocios. Y había diseñado interiores de hotel antes. En una pequeña cadena de hoteles de lujo. No había diseñado nunca algo a tan gran escala como ahora, pero se presentó a nosotros con muy buenas recomendaciones y su propuesta para el proyecto era justo lo que buscábamos. No entendemos por qué ahora está quedando tan mal con nosotros.

— Nagato. He oído hablar de él. ¿No tenía un programa en la televisión?

Naruto asintió.

— El diseño de un millón de dólares. Aún lo hace. Un programa sobre diseño de interiores para ricos del tipo de Donald Trump.

— Es muy alto, delgado, pelirrojo, con tupé.

— Ése es Nagato.

— Las veces que lo he visto en la tele, me ha parecido que le gustaba mucho el drama. Gritaba a la gente y, ante cada obstáculo, se comportaba como si fuera el final del mundo.

En la cama con el jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora