El aspirante a escritor Jung Hoseok está huyendo de un trauma infantil. Tras toparse con un seductor desconocido que le roba el corazón, el joven se debate ahora entre el amor por su amigo de la infancia, el Dr. Min Yoongi , y el misterioso descono...
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HACE CATORCE ANOS, BÚFALO, NUEVA YORK LA PRIMERA VEZ QUE VI UN FANTASMA TENÍA DIEZ AÑOS. FUE EL FANTASMA DE MI MADRE.
Nevaba el día que enterraron a la madre de Jung Hoseok. Copos grandes y mojados caían del cielo plomizo. El mundo carecía de color. El pequeño Hoseok se apoyaba en las piernas de su padre. Vestía de luto de pies a cabeza, llevaba abrigo y sombrero negros, este último enmarcaba su cara pálida y afligida. Los otros dolientes vestían sombreros de copa negros, velos densos, abrigos y guantes color ébano y joyería labrada del cabello de sus queridos muertos. Los vivos de Búfalo poseían guardarropas repletos de conjuntos modernos diseñados para llorar y lanzar puñados de tierra y pétalos de rosa a las tumbas recién excavadas.
Cuando los portadores transportaron el cuerpo de la madre de Hoseok a su sitio de descanso final, debajo del monumento erigido por la familia Jung para el descanso eterno de los miembros de la familia, el féretro cerrado brilló como la obsidiana. Ángeles plañideros envolvían con sus alas onduladas a generaciones de muertos.
El cuerpo marchito de Mamá había estado tan negro que parecía que había muerto en un incendio, o eso había escuchado Hoseok en boca de Filep, cuando se lo contó a DeWitt, el mayordomo. Aunque Hoseok se había quedado mudo al escuchar aquella revelación espeluznante, no tenía manera de confirmarla. En el hogar de los Jung nadie le hablaba de su terrible pérdida, todos los sirvientes callaban cuando entraba a una habitación. Se sentía igual de invisible que un fantasma. Quería, necesitaba, que alguien lo viera, lo abrazara y meciera, le contara un cuento o le cantara una canción de cuna. Sin embargo, los empleados guardaban su distancia, como si el jovencito trajera mala suerte.
En el cementerio reconoció a Min Yoongi y a su hermana Young mi. Yoongi era un año mayor que Hoseok, tenía el pelo castaño y las mejillas rojizas, era su amigo íntimo e inseparable. Sus ojos café grisáceo, la única mancha de color en el cementerio, encontraron su mirada y la sostuvieron, como si él mismo le estuviera dando la mano. A su lado, Young Mi estaba inquieta y un poco aburrida. Aunque Young Mi apenas tenía nueve años, ya había asistido a muchos funerales. Eran niños victorianos y la muerte no era infrecuente.
No obstante, Hoseok había perdido a su única madre y eso resultaba nuevo y desconcertante. Doloroso. Habría querido llorar, pero las lágrimas se habían aferrado a los bordes de sus ojos. No debía causar un escándalo. Los niños bien educados debían ser vistos, no escuchados, incluso si sus mundos se derrumbaban. Yoongi, quien lo miraba, parecía ser el único que entendía su pena insoportable.
Las lágrimas brillaron en sus ojos negros. Young Mi cambió su peso de un pie al otro y se puso a jugar con uno de sus rizos pelirrojos. Yoongi tiró suavemente de la muñeca de su hermana para detenerla y ella lo golpeó. Su madre sonrió melancólica, como si no hubiera visto el espectáculo impropio de Young Mi. La señora Min aún era hermosa y aún estaba viva.
