❝ Un barón de ensueño, Kim Taehyung ❞

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AL DÍA SIGUIENTE 

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Este es mi día. 

Pese al rechazo del día anterior, Hoseok se sentía optimista. Sus esperanzas lo animaban y lo mantenían confiado. Estaba seguro de que cuando tuviera una audiencia justa —cuando alguien que no tuviera prejuicios hacia su género leyera su obra—, la publicación sería un hecho.

 Casi —aunque no del todo— imaginaba lo orgullosa que hubiera estado su madre de haber tenido en sus manos un libro escrito por su propia hijo. Sin embargo, mantuvo a raya esa idea, se negaba a permitir que se asentara. La imagen de aquella mano negra en su mano, aquel hedor, esa voz horrible... 

Fue una pesadilla. Estaba inconsolable.   

 No es verdad, sabes exactamente... 


Por fin llegó al atareado despacho de ingeniería de su padre. En las habitaciones espaciosas con techos altos predominaban los modelos enormes de edificios y puentes que se exhibían en vitrinas de cristal. Aquello era un avispero de actividad en el que ingenieros, oficinistas y asistentes examinaban los modelos miniatura, realizaban las helio-grafías, medían los planos y gestionaban la gran empresa del señor Jung Kuyng. 

Su padre había construido algunos de los edificios más magníficos de Búfalo y muchas otras ciudades, incluso en su lugar de origen, Corea. Edificios de piedra, ladrillo y hierro que llevarían su nombre y su visión a través de los siglos. En su mundo, su padre era un artista como en el que él aspiraba a convertirse en su mundo, que consistía en libros e historias. Con ese fin, se puso cómodo en la silla de la secretaria de su padre, con su manuscrito en el codo, y se asomó detrás de sus pequeños lentes redondos para ver las teclas del alfabeto, dispuestas en un patrón incomprensible. Le tomó un buen rato cazar cada letra para picotear el título y la línea de apertura de la  historia. 

Otro buen rato llenar una página. Después, con un poco de entrenamiento de la secretaria, tocó la palanca de retorno y el carro atravesó la parte superior del aparato con una velocidad emocionante. Hoseok estaba fascinado. 

—Aunque me tomará todo el día, le da un toque espléndido, ¿no crees? 

La secretaria estaba ocupada metiendo un archivero pesado en una repisa. Hoseok se acomodó para ver el peculiar acomodo de las letras en el teclado cuando percibió una especie de sombra que se proyectaba sobre la máquina de escribir. Entrecerró los ojos, ligeramente irritado. 

—Buenos días, joven —pronunció una voz. Masculina, británica. Levantó la vista. Se encontró con los ojos más castaños casi verdosos que jamás había visto. Hoseok parpadeó, los miró fijamente. La cara del visitante parecía cincelada, llevaba el pelo castaño peinado con esmero, aunque algunos rizos se habían negado a ser contenidos. 

Su mente de escritor evocó palabras para describirlo: impresionante, elegante, encantador. Vestía un traje de terciopelo azul que alguna vez debió haber sido resplandeciente —sí, otra palabra atinada— y cuyo corte se ajustaba a la perfección a su silueta delgada y fuerte, y en los puños lucía algo raído. Su conjunto no reflejaba pobreza del todo, aunque sin duda no era adinerado. Aun así, recibió la mirada de Hoseok con una especie de gracia elegante que revelaba sus buenos modales y crianza culta. 

Allerdale Hall ; vhope 橱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora