dos: cajita de lata

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—Eh...

— ¡Shh!

Vamos a ver, en otras circunstancias hubiera chillado como un marrano ¿quién me viene a callar a mí? Pero ebrio, sin ropa, a oscuras y con una muchacha bastante amenazante a mi lado... digamos que me acobardé.

Pasaron unos segundos hasta que los pasos del muchacho se detuvieron y golpeó sus nudillos contra la puerta.

— ¿Eleanor? ¿Estás aquí?

Con la tenue luz de la luna entrando por una ventana de veinte por treinta apenas podía ver su perfil, el cual me miró con severidad y me señaló con ambas manos.

—Ah... —titubeé— ¿Ocupado?

Otros tortuosos segundos pasaron hasta que los pasos se alejaron cautelosamente y la intrusa pudo respirar con normalidad.

Nos quedamos allí, de espaldas a la puerta, sin saber qué decir o qué hacer. Recapitulemos: Law casi muere, yo le di el lujo a los invitados de esta maldita fiesta de ver mi hermoso cuerpo, irrumpí en una casa ajena para robarme un traje y ahora estoy con una muchacha en la oscuridad de una habitación, sin olvidar, desnudo.

No serán enanos y cocaína, pero me conformo.

—Oye... —intenté entablar una conversación, pero ella se adelantó.

—Acabo de dejar a mi novio —escupió de golpe. Tuve la sensación de que lo dijo más para ella que para mí, parecía ansiosa.

—Sí, bueno...

Oí un sollozo.

— ¡A-acabo de dejar a mi novio!

Ella ya no sonaba ansiona, sino que todo lo contrario. Su voz había temblado horriblemente y los sollozos no paraban ¿Estaba llorando?

Mierda, mierda, mierda ¡mierda!

¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? ¿Abrazarla? Claro que no.

Encendí la luz.

— ¿Qué demonios haces? —cuestionó frotando sus ojos, para luego mirarme con furia.

Sus enormes ojos color esmeralda estaban hinchados y rojos, con lágrimas por todo el rostro. Oh vamos ¿Cuánto había llorado? ¿Medio segundo?

—No tengo visión nocturna todavía, ¿sabes?

Atravesó su brazo por enfrente de mi cuerpo y bajó el interruptor, apagando la luz.

—No quiero que un desconocido me vea llorando —masculló.

— ¿Ah sí? —cuestioné, encendiendo la luz— Pues tú ya me viste desnudo, tengo derecho.

— ¿Pero qué...?

Por favor no olviden que estaba ebrio, muchas incoherencias saldrían de mi boca.

Volvió a apagar la luz.

— No te ví desnudo, tienes calzoncillos y una manta.

— ... ¿Entonces quieres verme desnudo?

Pasaron unos segundos en silencio.

— ¡No!

—Dudaste.

— ¡Cállate!

Rodé los ojos y le dije que prendiera la linterna del móvil para que pudiera buscar un traje, ni que se hubiera ido la electricidad. Gruñí.

Comencé a buscar entre numerosas telas una que no tuviera en letras enormes Gucci o Versace o que no tuviera un estampado multicolor. Me iba a tomar un tiempo.

Amor de verano →Eustass Kid←Donde viven las historias. Descúbrelo ahora