Desde que apoyo el pie en el suelo nada más levantarme de la cama a primera hora de la mañana, hasta que me protejo de la oscuridad de la noche metiéndome entre mis sábanas, valoro cada pequeño detalle. Hasta en esos sueños tan fantásticos y reales que tengo disfruto de cada momento. Igual es por ello que vivo las cosas con tanta pasión y deseo. Y me siento afortunado. Mucha gente deja pasar de largo toda esa belleza que se nos presenta día a día, ni siquiera son conscientes de que existe. Sentir como la luz del sol entra por mi habitación mientras abro la persiana cuidadosamente. Relajar tensiones estirando mi cuerpo antes de salir de mi habitáculo. Notar el agua fría por mi cara despejándome completamente, incluso una ducha rápida si es necesario. Ver cómo mi perro, uno de lo seres que más adoro en este mundo, me da los buenos días con su mirada fija en la mía queriéndome decir que es la hora de salir a tomar el aire, haga frío o haga calor. Preparar el desayuno después de correr por el parque. Ese zumo de naranja recién exprimido. Ummm...
Y seguiría así páginas y páginas escritas de pequeñas cosas que me hacen feliz. Cosas que la gente no valora, o que les cuesta valorar. Ya que sentimos esa agonía de querer hacer las cosas ya, de saberlo todo al momento y de pasar de una acción a otra lo más rápido posible. Mi consejo es: no vivas con prisa, detente. Vive el momento, disfruta sintiendo y empieza a valorar cada pequeño detalle.
RubioJulen