Capítulo 15

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—¿Deberíamos racionarlo? —me pregunta

—No, mejor nos lo terminamos. De todos modos, el granso se está poniendo malo, y sólo nos faltaría acabar enfermos por comer carne en mal estado

Divido la comida en dos pilas iguales e intentamos comérnosla despacio, pero tenemos tanta hambre que acabamos en un par de minutos y mi estómago no se siente muy satisfecho

—Mañana será día de caza —digo.

—No podré servirte de mucha ayuda. No he cazado nunca

—Yo cazaré y tú cocinarás. También puedes recolectar verduras

—Ojalá hubiese una especie de arbusto del pan por aquí —comenta Peeta

—El pan que me enviaron del Distrito 11 todavía estaba caliente respondo,
suspirando— Toma, mastica esto —añado, pasándole un par de hojas de menta y metiéndome unas cuantas en la boca.

Resulta difícil ver la proyección en el cielo con la tormenta, pero es lo bastante clara para saber que hoy no ha muerto nadie, así que Cato y Thresh todavía no se han encontrado

—Quizás haya un arbusto del pan en ese campo —digo— Quizá por eso Thresh parece mejor alimentado ahora que cuando empezaron los juegos

—O eso, o tiene unos patrocinadores muy generosos —responde Peeta—Me pregunto qué tendríamos que hacer para que Haymitch nos enviase un poco de pan.

Arqueó las cejas antes de recordar que él no sabe nada del mensaje que nos envió Haymitch hace un par de noches: un beso equivale a una olla de caldo.

Tengo que volver a poner las cosas en su sitio de un modo que resulte creíble algo sencillo, para empezar. Le estrecho una mano

—Bueno, probablemente gastó muchos recursos para ayudarme a dejarte fuera de combate —comento, en tono travieso

—Sí, en cuanto a eso —responde él, entrelazando sus dedos con los míos— no se te ocurra volver a hacerlo

—¿O qué?

—O..., o... —No se le ocurre nada bueno— Espera, dame un minuto.

—¿Hay algún problema? —pregunto, sonriendo

—El problema es que los dos seguimos vivos, lo que, en tu cabeza, refuerza la idea de que hiciste lo correcto.

—Sí que hice lo correcto

—¡No! ¡No lo hagas, _____! —Me aprieta la mano con fuerza, haciéndome daño, y noto por su voz que está enfadado de verdad— No mueras por mí. No me harías ningún favor, ¿de acuerdo?

—Quizá también lo hice por mí, Peeta —respondo aunque me sorprende su intensidad, entiendo que es una oportunidad excelente para conseguir comida, así que intento seguirle el rollo— Quizá lo hice por mí, Peeta, ¿se te había ocurrido pensarlo? Quizá no eres el único que..., que se preocupa por... qué pasaría si...

Estoy mascullando, las palabras no se me dan tan bien como a Peeta, y, mientras hablo, la idea de perderlo de verdad vuelve a golpearme y me doy cuenta de lo mucho que me dolería su muerte seria incluso capaz de desmoronarme.

No es sólo por los patrocinadores, no es por lo que pasaría al volver a casa y no es que no quiera estar sola; es él, no quiero perder al chico del pan.

—¿Qué pasaría si qué, ______? —me pregunta, en voz baja

Ojalá pudiera cerrar las compuertas, bloquear este momento y ponerlo fuera del alcance de los entrometidos ojos de Panem, aunque significara perder comida. Lo que yo sienta es asunto mío.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora