Capítulo 40

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—¿Crees que han averiguado lo del reloj? —le pregunto

—Si no lo han hecho, lo harán pronto Puede que no con la misma precisión que nosotros, pero tienen que saber que en algunas de las zonas hay trampas que activan los ataques y que suceden en bucle además, el hecho de que nuestra última pelea se interrumpiese por la intervención de
los Vigilantes no les habrá pasado desapercibido. Nosotros sabemos que intentaban desorientarnos, pero ellos deben de estar dándole vueltas, y quizá eso también los ayude a darse cuenta de que la arena es un reloj.
Así que creo que nuestra mejor opción es montar una trampa

—Espera, deja que vaya por Johanna —dice Finnick— Se pondrá furiosa si ve que se ha perdido algo tan importante

—O no —mascullo, porque, en realidad, se pasa todo el día más o
menos furiosa de todos modos, no lo detengo, porque yo también me enfadaría si me excluyeran de un plan a estas alturas

Cuando se une a nosotros, Beetee nos hace retroceder un poco para tener espacio donde trabajar en la arena.

Dibuja rápidamente un círculo y
lo divide en doce cuñas. Es la arena, con trazos no tan precisos como los
de Peeta, sino con las burdas líneas de un hombre que tiene la cabeza en
otros asuntos mucho más complejos.

—Si fueseis Brutus y Enobaria, y supieran lo que sabén sobre la jungla
¿dónde se sentirían más seguros? —pregunta Beetee.

No lo hace con aire paternalista, aunque no puedo evitar pensar en un profesor que está a punto de enseñar una lección a sus alumnos. Quizá sea por la diferencia de edad o, simplemente, porque Beetee es como un millón de veces más listo que el resto de nosotros

—Donde estamos ahora, en la playa —responde Peeta— Es el lugar más seguro

—Entonces, ¿por qué no están ellos en la playa? —pregunta Beetee

—Porque estamos nosotros —responde Johanna, impaciente

—Exacto estamos aquí, reclamando la playa entonces, ¿adónde irías?

Pienso en la jungla mortífera, en la playa ocupada

—Me escondería al borde de la jungla para poder escapar si me atacasen. Y para poder espiarnos —respondo

—Y para comer —añade Finnick— La jungla está llena de criaturas y plantas extrañas, pero, al observarnos, sabría que los mariscos son seguros

Beetee sonríe como si fuésemos más inteligentes de lo que creía

—Sí, bien, veo que lo entienden bueno, ésta es mi propuesta un ataque a las doce en punto ¿Qué pasa exactamente a mediodía y medianoche?

—El rayo golpea el árbol —respondo.

—Sí. Así que sugiero que después de que el rayo golpee a mediodía, pero antes de que golpee a medianoche, pasemos mi alambre desde ese árbol hasta el agua de la playa, que, por supuesto, tiene una altavconductividad Cuando caiga el rayo, la electricidad viajará por el alambre y no sólo se introducirá en el agua, sino también en la playa que la rodea, que seguirá húmeda después de la ola de las diez. Todas las personas que estén en contacto con dichas superficies en ese momento quedarán electrocutadas

Guardamos silencio un rato para digerir el plan de Beetee. Me parece
algo fantástico, casi imposible, pero ¿por qué? He visto miles de trampas,
¿no es una trampa más grande con un componente más científico? ¿No podría funcionar? ¿Cómo vamos a cuestionarlo, si no somos más que
tributos entrenados para pescar, cortar madera y sacar carbón? ¿Qué
sabemos de las utilidades del poder del cielo? Peeta lo intenta

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora