Capítulo 1

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Aquí, Amelia no es la abuela de Gabo. No sé si cuente cómo advertencia (porque es canon que son medios hermanos) pero será incesto, o ¿no? 🤔 Digo, son medios hermanos...

El nombre aparecía cada vez que recibía un cheque por mes. Gabo jamás lo había dicho en voz alta, pero el nombre saltaba en su mente de vez en cuando. 

¿Quién era Lorenzo Guevara? O, la pregunta correcta era, ¿qué era de él Lorenzo Guevara?

No recordaba con exactitud a qué edad comenzó a vivir en el orfanato. Luego, a los dieciséis, un abogado se presentó y, de pronto, ya no era Gabriel Moreti, sino, Gabriel Guevara. 

Supo la verdad después de que el mismo abogado se presentó después de algunos años. Vivía en una casa enorme, con todo aquello que no necesitaba pero tenía a la mano porque era un Guevara y le pertenecía. Era su derecho. El dueño era el mismo hombre que aparecía en los cheques que Gabo recibía cada dos semanas. De la nada, el dinero le sobraba y no comprendía por qué exactamente.

—Gabo, ¿necesitas algo más? Ya tenés que salir a la escuela.

Amelia le entregó la mochila. Gabo la besó en la mejilla. Veía a Amelia como una figura maternal. Había estado con él, cuidandolo desde que salió del orfanato. 

—No, gracias Amelia. Regreso tarde, hoy tengo entrenamiento.

Amelia le acarició la cabeza, fue y lo despidió a la puerta. Podrían pasar los años y jamás se acostumbraría a este estilo de vida.

¶¶¶

Los pequeños círculos fueron dibujados por aburrimiento. Gabo no podía resolver una ecuación de primer grado, una de segundo, ni aunque le explicaran paso a paso. Cuando se trataba del futuro, aún le parecía un dolor de cabeza pensar en aquello. Antes de ser Guevara, Gabo pensó en valerse por sí mismo mientras seguía estudiando y trabajando. Era un plan utópico, él lo sabía, pero tenía permitido soñar.

—Gabo, ¿te nos unes?— Dedé preguntó. Gabo estaba sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta que la clase de Amadeo había terminado— La fiesta es en casa de Rafa. Sus papás no están.

—Sí.

No formó parte de la conversación, pues, desde que se levantó, no le encontraba sentido a lo que ocurría. 

¶¶¶

Gabo, a medio camino, tuvo que tomar el transporte público que lo llevara a su casa. Era importante su presencia. 

Al abrir la puerta, encontró maletas. Se apresuró a la cocina. ¿Qué iba a hacer si Amelia decidía dejarlo a su suerte? Cumpliría los dieciocho en dos meses. Legalmente, sería un adulto capaz de responder por sí mismo. Tal vez, todo era un sueño y se despertaría en el mismo lugar que conocía de pequeño.

—Gabo, siéntate. Tu hermano ha venido desde México, para conocerte.

—¿Mi hermano?

—Si, Lorenzo acaba de llegar— Amelia colocó otro plato en la mesa.

—Hola, Gabo. Un placer conocer a mi hermanito, por fin.

Por fin podía ponerle cara a Lorenzo Guevara. El chico alto lo apretó en un abrazo que duró bastante para dos extraños que al parecer eran familia. Pero, de alguna manera, Gabo se sintió seguro. Como si la persona frente a él fuese una clase de escudo.

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Hermano MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora