CAP XXI

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Caminar y perderse por la ciudad le ayudaba a no tener siempre sus pensamientos en el mismo lugar. O en la misma persona.

Había cogido la costumbre en salir todas las tardes a la misma hora. Tomaba las mismas avenidas, pillaba el metro hasta el puerto y se quedaba hasta que el sol se ponía, para luego volver caminando de nuevo hasta casa profesor.

No tenía nada mejor que hacer tampoco. Y aún habiendo pasado los días, tenía todavía demasiadas preguntas rondándole en la cabeza.
El ruido de las olas la tranquilizaba en cierta manera, estabilizando las emociones que no dejaban de pesarle. Y las cálidas y rojizas luces del sol que se mezclaban con sus finas hebras y le daban esa fuerza que necesitaba. Esos días, sentía que vivía de esos atardeceres.

Cerró los ojos y respiró hondo mientras su cuerpo se calentaba con los últimos rayos de luz, captando por otro lado el olor a salitre y las gaviotas dar sus últimos vuelos.

La policía no había encontrado su cuerpo.

Habían buceado por roda la zona y ni habían sido capaces de encontrar nada. Las pruebas que había encontrado la policía eran más que suficientes cómo para demostrar la defunción del criminal, así que se limitaron a cerrar el caso definitivamente, sin darle más vueltas o pensar otras opciones. Sin más.

Shiho ya no sabía que creer. Era científica y después de haber visto todas esas evidencias, sabía que Gin podía estar muerto perfectamente. Pero el hecho de que no hubiesen encontrado su cuerpo, pese a todo lo demás, sólo le dejaba un resquicio de esperanza a que pudiese estar vivo de alguna manea.

No se aferraba a esa idea, pero deseaba con todas sus fuerzas que fuese real.

La científica se levantó cuando el último rayo se escondió tras la profundidad del mar y se giró para adentrarse por las calles.

La temperatura del exterior ya no era tan fría, la primavera estaba empezando a hacerse camino y eso provocaba que ya no refrescara tanto. Pero ella seguía sintiendo frío en el cuerpo, daba igual la temperatura que hiciese. Se odiaba por haberle odiado todo ese tiempo en el que él sólo pretendía salvarle la vida. Encima, sólo la había jodido más cuando había tenido la oportunidad de verle y después de saber la verdad, ella no había sido capaz de confiar en él.

Y ahora estaba muerto.

Y ella llena de culpa.

Sus pasos caminaron sin prisa alguna por las pequeñas y más viejas calles de la ciudad. El camino de vuelta era bastante largo, pero a ella no le importaba en absoluto.

La mayoría de establecimientos ya estaban cerrados, solo quedaban las luces de las cervecerías, clubs nocturnos y las de los restaurantes que ya recogían porque estaban a punto de cerrar.

Ella no solía parar en ningún sitio de vuelta a casa, no era una persona que le gustase salir a beber y ahora que su amigo había vuelto con su novia, no tenía con quien salir. Pero ese día sus pies pararon al lado de un local que le llamó peculiarmente la atención. No recordaba haberlo visto los otros días, pero cómo iba cambiando de ruta según le apetecía, tampoco se había fijado.

La entrada del establecimiento era tan pequeña que casi pasaba por desapercibida. La estructura se veía bastante vieja pero el discreto cartel era casi nuevo. Y la suave música que sonaba de dentro, hizo que sus pies se apartasen del camino para acercarse a la puerta y entrar.

El interior era completamente distinto a lo que parecía desde fuera. Una gran barra de madera le daba la bienvenida, acompañada de taburetes y una decoración moderna, pero con un toque de la era del jazz. Apenas había gente y el ambiente, acompañado de esa música, hizo que sus pies siguiesen andando hacia la barra.

Se sentó en un extremo de ella y esperó a que él camarero se acercase a atenderle mientras contemplaba la variedad de bebidas y extrañas botellas que tenían.

“Buenas noches.” Se acercó un joven camarero. “¿Te sirvo algo o estás esperando a alguien?” Le preguntó amablemente.

“Hola. No, puedes servirme, no espero a nadie.” Dijo poniendo las manos encima de la barra e inclinándose un poco hacia adelante. “¿Podrías servirme una copa de whisky, por favor?” Dijo sin dejar de mirar las botellas.

El joven le mandó una sonrisa y asintió a la vez que sacaba una copa helada y le servía.

“¿Un mal día?” Le preguntó el joven moreno al ver que su cara se veía apagada.

Ella aceptó la copa y le dio un buen sorbo antes de contestarle. “Una mala vida.” Contestó secamente antes de volver a beber.

“Entonces, si necesitas otra copa, no dudes es pedírmela.” Le contestó amablemente a la vez que se retiraba.

El fuerte gusto del alcohol le bajaba por la garganta y después del tiempo que llevaba sin beber esas cosas, sentía que le subía a la cabeza más rápido. Y lo agradecía.

Se quedó ahí sentada, bebiendo las siguientes tres o cuatro copas más y salió antes de que cerrasen. Con la cabeza anestesiada, los pies dando pasos torpes y una botella de whisky entre los dedos. Las calles se habían quedado obsoletas de gente y apenas circulaba ningún coche a esa hora.
Esa noche parecía que iba a llegar a casa más tarde de lo normal. Le costaba mantener un ritmo constante y su cabeza se sentía mareada. Se había puesto a andar sin fijarse mucho y ahora que frenaba el paso, no reconocía esas calles ni el lugar donde se encontraba.

Se había perdido.

Resopló y sacó el móvil para mirar el mapa o llamar a un taxi si fuese necesario. Pero el teléfono estaba totalmente sin batería, así que si quería volver pronto debía intentar concentrarse y volver a orientarse por su cuenta.

¿Quién le mandaba meterse en un local a emborracharse?

Paró en un parque y se sentó en un banco mientras esperaba que su cabeza se calmase un poco. Entre todo el alcohol que había ingerido y toda la mierda que tenía en la cabeza, no era capaz de mantener su cabeza relajada ni por un solo segundo.

Por el día se mostraba fuerte delante de los demás, pero por la noche, todas esas barreras caían al suelo en picado y la dejaban indefensa contra una batalla abierta entre ella y sus pensamientos. En la que batallaba desarmada sin poder defenderse contra los golpes que recibía.

Quería que todos esos pensamientos parasen y la dejasen vivir en paz de una vez, pero cuanto más lo deseaba, más intensos y perturbadores se volvían.

Supongo que era la carga personal q se había ganado y con la que debía cargar el resto de su vida.

Desenroscó el tapón de la botella y acercó sus labios al cuello denla botella para darle un buen sorbo.
Al menos el alcohol ayudaba. Poco, pero ayudaba.

Se levantó y siguió el camino al lado del río que se encontraba pegado al parque. El agua se escuchaba correr con tranquilidad cuando una luz cegadora, de lo que parecían provenir de los faros de un auto, apareció justo hacia su dirección.

Shiho puso una mano delante de sus ojos y se hizo a un lado torpemente para dejarle paso, pero la luz era tan potente que solo consiguió hacerle tropezar al apartarse. Sus pies se tambalearon uno delante del otro haciendo que casi cayese, pero consiguiendo equilibrarse al final. Ella rio ante sus actos despreocupados pero no dejó de andar.

El coche paró justo a su lado y ella lo ignoró a la vez que aceleraba el paso.

“¡Shiho!” Le llamó a su espalda el ocupante del coche, saliendo y corriendo hacia ella.

Ella se giró extrañada sin acabar de reconocer al chico que le llamaba. Su vista estaba bastante borrosa y no le ayudaba mucho.

“¡¿Qué crees que estás haciendo?!” Le chilló el joven de mal humor a la vez que paraba a su lado para cogerle por el brazo. “Llevamos más de una hora buscándote.” Le recriminó.

El detective estaba de vuelta.

“¡Suéltame!” Le exigió ella intentando soltarse de su agarre, pero sus movimientos torpes no podían contra la fuerza del joven detective.

“¿Estás borracha?” Preguntó enfadado y extrañado al notar un fuerte olor a alcohol y ver lo que sostenía. “¿Qué se supone que pasa por tu cabeza, Miyano?¿Que pretendes hacer con una botella de whisky por las calles?”

Ella rio y desenroscó la botella para darle un buen sorbo. “Bebérmelo.” Le dijo bien tranquila.

Kudo intentó quitarle la botella pero ella volvió a acercarla la botella a ella y bebió todo lo que pudo antes de que el detective se la quitase por completo.

“Eres un corta rollos.” Se quejó ella cruzando los brazos enfadada.

“Nos vamos.” Le digo enfadado, agarrándole del brazo y tirando en contra de su voluntad hacia el coche.

“No.” Contestó intentando soltarse inútilmente. “¡Déjame Kudo!”

“Te he dicho que nos vamos.” Dijo sin mirarle.

Ella se empezó a sentir oprimida ante su agarre y le pisó con fuerza al ver que no la escuchaba, haciendo que el detective gimiera de dolor y desprendiera su agarre al acto .

“¡Te he dicho que me sueltes!” Escupió iracunda.

“¡¿Pero que haces?!” Le preguntó sin entender.

“¿Qué haces tú aquí?” Le preguntó ella. “Déjame en paz, ¿vale? Soy mayor de edad, así que si me apetece beber, bebo.” Recalcó con el ceño fruncido.

“¿Te apetece beberte una botella entera en medio de la calle?” Le preguntó él, pensando en el poco sentido que tenía todo eso.

“Tienes dos opciones.” Dijo ella sin contestar a su pregunta. “Irte por donde has venido y dejarme tranquila.” Dijo señalando al taxi de su espalda. “O quedarte y acompañarme.” Dijo señalando la botella. “Tu decides.”

Él le miró no muy convencido, pero sabía que contra ella tenía siempre las de perder.

“Me quedaré.” Contestó acercando su mano hacia ella para que le pasase la botella.

Ella le sonrió y desenroscó la botella antes de acercársela. “Salud.”

Kudo se quedó mirando la botella unos segundos y luego le dio un par de sorbos sin pensárselo. Si ese era el trato de la chica, tenía que cumplirlo.

“Que asco.” Dijo devolviéndole la botella. “Toda tuya."

Ella rio y volvió a beber mientras Shinichi despedía y pagaba el taxi.
“¿Es que no vas a parar?” Le preguntó el detective al verle beber otra vez.

“Eres un aburrido.” Dijo dándole la espalda y continuando su camino. “¿Vamos o que?”

Kudo siguió a su lado y siguió su paso con las manos en los bolsillos. Era una situación extraña para él estar con Shiho en ese estado. Su humor se soltaba más gracias al alcohol que corría por su sangre y el camino que llevaban había estado más habladora de lo habitual. 

“Shiho, el profesor está realmente preocupado. Deberíamos volver.” Dijo mirando el reloj.

“Dame cinco minutos.” Dijo sentándose cansada a un banco.

Kudo optó por no rechistar y sentarse a su lado. Se veía triste y tenía la mirada perdida constantemente.

“No me gusta verte de esta manera, se supone que las cosas deben ser más fáciles ahora.” Dijo sin apenas entenderla.

“Es difícil olvidar.” Le contestó ella.
“¿Para eso bebes?¿Para olvidar?” Le preguntó él un poco directo.

Ella le miró sorprendida y dejó caer al suelo en forma de hilo, el poco alcohol que quedaba. Suspiró intentando buscar que palabras decirle pero todo lo que le venía a la cabeza en ese momento era ese rubio que no parecía tener intención en deshacerse en un tiempo.

“Te parecerá estúpido, pero le echo de menos.” Dijo casi en un hilo de voz. Sus ojos le sonrieron tristemente y pudo ver cómo caía ese muro que había construido.

Él la miró sorprendido, con las barreras bajadas y sus emociones a flor de piel. Esa faceta de Shiho enamorada no la había llegado a apreciar nunca de esa manera. Podía ver lo que sentía y sufría con solo mirarle y no entendía porque no se había dado cuenta algo.

No tardó en apreciar las lágrimas que aparecieron poco después en sus mejillas y comprender que ella estaba sufriendo por amor.










La traición de GinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora