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Mariposas
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—Wow —soltó la mayor dejando a un lado un paquete de banditas— Te han dado una buena tundra Kook.

Jungkook emitió un jadeo de dolor cuando un algodón empapado de alcohol se posicionó en una de sus sienes, dónde había un fino raspón en la morena piel del menor.

Sí, nuestro querido retoño quiso jugar al gato y al ratón y terminó siendo presa de un grupo de gente malintencionada que robó y dejó al joven peor que antes. Su teléfono, el poco dinero que tenía, el trozo de pastel y la única tarjeta de crédito que tenía para ese momento, y por si fuera poco, lo golpearon un par de veces.

Jeon no hizo más que dirigirse a la casa de Jihyo, dónde al verlo juró que su grito cruzó cinco manzanas más allá del edificio y al instante empezó una extenuante limpieza de sus heridas que complementó con banditas de colores. Cómo si no fuera más deprimente.

Era un milagro el hecho de que no hubiera pasado a mayores al exponerse de esa manera, pero Jungkook no midió palabra sobre porqué había entrado allí y se excusó diciéndo que solo quería tomar un "atajo". Al menos bastó para persuadir a la castaña.

—¿De verdad vas a trabajar así? Tienes cara de cachorro regañado.

Jungkook trabajaba en la logística de un teatro, dónde aparte de presentar películas de vez en cuando había shows teatrales. Realmente la paga era una miseria, y Jeon, a pesar de estar conciente de ello no podía hacer mucho en su camisa de fuerza llamada pobreza.

— ¿Tengo opción?— respondió con una sonrisa débil.

Tenía una carrera que pagar, la mitad de un alquiler y de las comidas, además, tenía que guardar algo para materiales y en caso de que ocurriera algún inconveniente en el apartamento. Poco y nada era para sus aficiones, y la mayoría de sus objetos de artes eran regalados por SeokJin.

El castaño se encogió de hombros mirando al ventanal del apartamento. Jihyo, por su parte, solo de levantó en silencio, recogiendo y tirando los algodones. Sabía bien que tenía que darle su espacio al menor por algunos instantes, así que solo se retiró al baño.

El cabello le caía en la cara a Jungkook como una caricia, con los ojos inquietos y sintiéndose ridículo por las banditas en su rostro. La brisa, acompañada de los susurros de las lejanas calles llenas entraba por el balcón.

Para la situación actual, todo era agradable esos pequeños instantes. Con la soledad temprana que le dejaba la mayor podía sentir como todo a su alrededor se calmaba, sintiendo su corazón dejar de retumbar en sus oídos.

La soledad le alejaba todo sentimiento que le molestara. Estrés, tristeza, enojo; para Jungkook la solución siempre era un momento para él mismo. La mayoría de su vida tuvo que acostumbrarse al constante ruido de todo lo que le rodeaba, por lo que momentos así no los desperdiciaba.

Acostumbrado a su naturaleza, los nervios de ese momento bajan como espuma de mar y Jeon solo dejaba que la brisa le sacudiera el cabello. Suspiró, mucho más relajado y se levantó del sofá estirando los brazos.

Más que un deseo, tenía la obligación de asistir a uno de esos trabajos de segunda que lo mantenían a flote. Tendría que salir tarde o temprano, pero aún tenía algo de tiempo para llegar allí.

Dió un pequeño vistazo al pasillo que daba a las habitaciones y el baño donde seguramente Jihyo estaba, y apenas asegurarse se acercó al ventanal para abrirlo del todo.

Al instante, una fuerte ventisca le obligó a cerrar los ojos y floreció una gran sonrisa en su rostro raspado. No podía sentir nada más a su alrededor que su cabello revoloteando con esa satisfactoria sensación de libertad y en esos pocos segundos, la alegría lo invadió.

Sus manos se aferraron a la baranda para no perder el equilibrio, y con el silencio de la casa su mente se despejó. Como si se tratara de una batería, su cuerpo se sentía recargado; liviano y listo para seguir con si día.

Sin embargo, al abrir los ojos, Jungkook unos aleteos extraños que lo alertaron a sobre manera. Y retrocedió algunos pasos para al fin darse cuenta de lo que eran esas curiosas alas.

Mariposas. Azules, para ser exactos, rodeaban cerca del rostro del castaño con insistencia de una forma extraña. Como reflejo, Jungkook intentaba alejarlas moviendo su mano con algo de fuerza, claro, no deseaba dañarlas pero era molesto.

— Lindas... Por favor, no quiero hacerles daño— susurró, pero no dió frutos.

Al final no tuvo otra alternativa que cerrar el ventanal estando dentro de la casa. Y apenas hacerlo, la banda de mariposas desapareció de su vista. Con su suerte, era un milagro que las mariposas no le hubieran mordido.

Frotó su rostro para despejar su mente del todo de cada preocupación pasada y suspiró para después acercarse a su mochila y buscar la pequeña agenda de color azul donde tenía anotado su horario.

De todas formas, no pasó mucho tiempo hasta que la castaña apareció por el pasillo con una caja de cartón y una sonrisa complaciente.

— Encontré algo. Si bien no te solucionará la vida, te ayudará por ahora— dijo, dejando la caja sobre la isla de la cocina.

Los ojos de ciervo de Jeon brillaban por la curiosidad cuando Jihyo quitó la tapa de esta, dejando a la vista su contenido.

Una pequeña (y, seguramente vieja) caja de un teléfono, recibos y algunas libretas repletas de pentagramas. No había duda alguna de que le pertenecía a Park pero aún así, Jungkook no entendía el propósito de dicha caja y solo miraba a la mayor en busca de respuestas.

Jihyo, en cambio, abrió la cajita dentro y en su interior, una teléfono con la pantalla algo rayada se dejaba ver. Quizás rezó a todos los dioses posibles para que prendiera, y en caso de que eso funcionara, la pantalla del teléfono se encendió.

Ambos jóvenes se miraron entre sí, intercambiando sonrisas. Jihyo hacía todo lo posible por ayudar a su amigo y Jungkook únicamente podía resignarse a recibirla, pues si en algo resaltaba la mayor en ser obstinada.

— No debes hacer esto— mencionó Jeon— Gracias, de verdad.

Jihyo sonrió tomando una de las libretas, dónde de ella sacó algunos billetes aplanados y se los extendió al menor que se hallaba desconcertado.

— Adelante. No tienes que pagarlos— respondió apenas el castaño los guardó— Tómalo como un... Agradecimiento de vuelta, por acompañarme a la fiesta.

Jungkook volvió a sonreír. Tratar con Jihyo era como tener una segunda madre en la solitaria Seúl, siempre preocupada y atenta por los demás así estuviera en las peores condiciones.

En silencio, el menor prometía devolverle eso y mucho más a una de las personas que de verdad cuidaba de él. Y sabía, que a su vez, Jihyo también conseguiría grandes cosas. No se resistió a abrazar a su mayor, dejando fluir una pequeña risa al separarse. 

— Me iré ahora— guardó sus cosas con rapidez en la mochila polvorienta, y de volvió para ver a la castaña— ¿Mañana en la noche?— preguntó en el umbral de la puerta.

— Mañana en la noche— respondió— Deja de tomar atajos, ¿Sí?

Jungkook asintió una vez más antes de salir por la puerta con un mar de buenas sensaciones en su mente.

Mientras tanto, Jihyo solo movía sus dedos ansiosa sobre la mesa minutos después de que el menor se fuera. Porque en el fondo, sabía lo que había detrás para que Jungkook fuera por aquel callejón.

Motivos que se habían guardado a presión durante tantos años y que ahora peligraban más que nunca.

Porque sabía que en poco tiempo, esas mentiras a presión explotarían y no dejarían a nadie en paz.

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Miurne.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2020 ⏰

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