Zhnyvarok- The Reaper

39 3 0
                                    

Estaba corriendo por la parte descubierta del camino, era incluso mas largo de lo que recordaba, la nieve no hacia mas que entorpecer sus pasos convirtiendo su huida en una odisea, sin importar cuanto lo intentara el tiempo parecía haberse detenido, no estaba ni cerca de salir del lugar, mucho menos fantasear con la idea de lograr llegar cerca de la frontera rusa, los pies le dolían al punto de apenas poder mantener el equilibrio, por suerte no presentaba ningún signo de hipotermia, al menos no por el momento. Detenerse a descansar ere un lujo que por el momento no podía ni siquiera pensar en darse, estaba demasiado derrengado, a pesar de haber perdido el aliento hacia bastante sus piernas se seguían moviendo impulsadas por el único estúpido anhelo de sobrevivir.

Jadeaba agitadamente, sus pesados suspiros formaban nubecillas de aliento que se perdían en el aire, el solo respirar requería un tremendo esfuerzo, las pisadas que dejaba sobre la nieve pronto comenzaron a borrarse bajo la nevada que comenzaba a descender del cielo, sus piernas temblaron hasta que finalmente cedieron al cansancio físico tirándolo de bruces, permaneció unos segundos inmóvil procurando respirar de forma correcta, pero la aparente calma se desvaneció en cuanto sus oídos captaron los ladridos lejanos de los perros.

Con torpeza se incorporó y se dispuso a correr, por mas que sus piernas intentaran avanzar simplemente no podía competir contra los animales que le perseguían y solo fue cuestión de tiempo para que estos se encontraran a pocos metros, en solo un parpadeo uno de los animales le alcanzó y le incrustó la dentadura en la pierna como si fuese uno de los tantos animales que estaban acostumbrados a cazar, el perro haló con brusquedad de su carne dejando la marca de los colmillos estampada en su piel la cual no tardó en comenzar a sangrar, un chillido ahogado le escapó de la garganta. Intentó de forma inútil seguir aun con la pierna herida, aun así, ya era demasiado tarde, se encontraba con los animales rodeándolo y gruñendo ansiosos, uno de ellos dio un salto hasta tomarse del brazo del muchacho y lanzarlo nuevamente al piso con la fuerza de su peso, se encarnizó en morderle la extremidad con fuerza y rabia desmedidas destrozándole la piel entre mordisco y mordisco provocando que la nieve comenzara a teñirse de carmesí.

El auto aparcó a un par de metros, el estruendo de la puerta abriéndose con violencia se vio rápidamente opacado por el sonido de las pesadas pisadas que se acercaban con paciencia espeluznante, el sonido del silbido provocó que las bestias obedientemente cesaran su ataque casi al instante, con el hocico ensangrentado y jadeando retrocedieron lentamente retornando su camino hasta echarse junto al vehículo, Artur apenas podía moverse, el cuerpo se le estremecía consecuencia del miedo y el frío, aun así, por mas que lo intentara estaba demasiado herido al punto de no poder arrastrarse o tener el suficiente aliento para gritar. El hombre estaba harto de él, aunque por unos segundos se encontraba dispuesto a acabar con todo el maldito problema se cohibió de hacerlo, por el contrario, se tomó la molestia de retornar hasta la camioneta y extraer de la carrocería donde guardaban algunos de los instrumentos del trigal una de las sogas con las que se ataban las gavillas y un viejo costal

-Maldito bastardo- Musitaba en voz baja mientras regresaba a junto al muchacho, una vez estuvo frente a él le tomó por el cabello y le deslizó el costal sobre la cabeza ajustando la cuerda al rededor del cuello, no deseaba matarlo, aunque fuese mas sencillo aun tenia utilidad por lo que esta vez le dejaría salir con vida, pasados unos segundos el muchacho perdió el conocimiento, el hombre al darse cuenta aflojó el agarre y le permitió volver a respirar, ya se encargaría de él mas tarde. Cuando Artur finalmente despertó se encontraba nuevamente en la finca, en el cobertizo, en aquel maldito sótano el cual le traía nuevamente esa sensación insoportable de pánico y ansiedad.

En gran medida maldecía su propia existencia, no bastaba con ser el motivo de todos los males de su madre, también debía sumar a ello el hecho de ser un bicho raro, la presa de un maldito ciclo de pánico, la primera vez que lo había experimentado tendría siete años mas o menos, si bien muchos de los recuerdos de su infancia eran netamente borrosos varios de ellos destacaban como una lumbrera en su memoria, simplemente eran cosas que no podría olvidar ni aunque pasaran mil años y que aun le producían una sensación horrorosa. Detestaba el invierno, realmente lo odiaba mas que a nada en el mundo, con la llegada del otoño las tardes se tornaban frías y nubosas mientras que la siega ponía fin al cultivo de aquel año, los campos descansarían las temporadas frías aguardando a la siguiente siembra, ese año en especifico habían pasado varias semanas desde que los trabajadores finalmente se habían marchado para celebrar la ganancia de la cosecha del respectivo año.

† CREEPYPASTAS E HISTORIAS DE TERROR †Donde viven las historias. Descúbrelo ahora