Karen nunca había visto una ejecución pública. Por eso, cuando observó el cuerpo de aquella pueblerina balanceándose de forma macabra, con la soga en el cuello, sintió ganas de vomitar. Había escuchado perfectamente como su respiración iba menguando, había visto como sus rostro iba cambiando de color por la falta de oxígeno. La mujer había muerto rápido; cuando oficialmente su corazón paró, los sonidos desesperados de la reciente víctima fueron reemplazados por aplausos y vítores.
Aquella mujer había sido condenada por brujería. Karen la había visto muchas veces pasear por las calles de Salem acompañada de su hijo, que no debería tener más de dieciséis años. Estaba bastante segura de que se llamaba Eric, pero no era capaz de confirmar nada.
La imágen de la vida abandonando el cuerpo de aquella mujer seguía atormentándola sin piedad.
— ¿Has visto eso?
La desconcertante pregunta de Laura la sacó de su trance.
— Eso le harían a Tricia si la encontraran. Por eso, quiero pedirte un favor.
— Haré lo que sea, señora Tucker.
Laura sonrió ante la afirmación de la pequeña McCormick. Aquella niña, esa misma que había llegado a los once años a su hogar, asustada y sin poder parar de llorar. Había crecido tan deprisa; casi llegaba a sentirse como si fuera una hija.
Pero no. Su hija era Tricia, aunque maldeciera el día que nació al despertar, y antes de dormir.— Verás... Tú sabes que tanto yo cómo Thomas estamos algo mayores. —Aguantó la risa ante la mirada aterrorizada de Karen.— No quiero decir que vayamos a morir en cualquier momento, pero ya tenemos una edad. Y... Me da miedo que a Tricia le pase algo cuando yo ya no esté. Así que lo he hablado con tus padres y bueno... Hemos decidido que cuando Thomas y yo muramos, te casarás con mi hijo. Así podréis ocuparos bien de Tricia.
El corazón de Karen pareció pararse por unos segundos. Craig. Iba a casarse con Craig. Iba a pasar el resto de su vida con Craig, su rostro sería el que vería al despertar todas las mañanas, sus manos serían las que la tocarían por primera vez y él sería el padre de sus futuros hijos.
Por algún motivo, pensó en su hermano, Kenny. Sintió como si le hubieran aplastado el alma. La forma en la que Kenny y Craig se miraban, la forma en la que Kenny y Craig compartían pensamientos sin tan siquiera hablar, la forma en la que eran el mundo del otro.La forma en la que Karen había ignorado todo eso, hasta que fue demasiado tarde.
Algo tan inmoral, tan decadente y lujurioso como lo era entregarse a alguien de tu mismo sexo. Compartir el cuerpo y alma con un igual... Algo tan pecaminoso como aquello, algo en lo que Karen pensaba con frecuencia desde que había llegado a casa de los Tucker; más concretamente, desde que había visto a Tricia.
— Craig ya lo sabe. Imagino que para ninguno de los dos será algo fácil, pero os pido que a partir de ahora, intentéis llevaros lo mejor posible, y que algún día podáis formar vuestra propia familia.
Karen solo tenía ganas de llorar. Y mantuvo las ganas de llorar hasta que llegó al hogar de los Tucker, hasta que llegó a su habitación. Allí fue donde dejó caer el torrente de lágrimas, agarrando la almohada con todas sus fuerzas para no dejar salir ningún sollozo en alto.
La campana que indicaba que Tricia necesitaba de sus cuidados sonó. Karen se secó las lágrimas como pudo y salió de la habitación, dirigiéndose a la de Tricia.
— ¿Estás bien?
Tricia normalmente no se preocupaba por el bienestar de Karen, ni siquiera por el de su propia familia. Por eso, la pregunta la desconcertó demasiado; se acercó a ella, posando la mano izquierda sobre la frente de la pelirroja.
— No tienes fiebre, ¿Qué te pasa?
Tucker no pudo contenerse la risa en ese momento, ante la mirada curiosa de la de ojos azules.
Tricia recordó que Craig también tenía los ojos azules; pero eran demasiado diferentes. Mientras los ojos de Craig parecían encerrar todos los pecados del mundo, como si mirarlos fuera una invitación directa al pecado, los ojos de Karen guardaban el secreto de la felicidad de Tricia. La pelirroja juraba que podría pasarse el resto de su vida mirándolos, perdiéndose en la inmensidad de ese océano ficticio.— Solo tenía la sensación de que estabas mal... ¿Quieres hablar?
Karen frunció levemente el ceño y fue a cerrar la puerta. Al cerrarla completamente, volvió a la cama de la pelirroja, en la que se sentó.
— Hoy tu madre me ha llevado a ver una ejecución pública.
Tricia tragó saliva.
— Y me ha dicho que... —La voz de Karen parecía poder quebrarse en cualquier momento, como si de cristal se tratase. Había algo en eso que hacía que el interior de Tricia ardiera en rabia.— Me ha dicho que eso podría pasarte a ti si te descubrieran. Y que no quería que cuando ella y tu padre mueran te pase algo así que... —Una lágrima resbaló por su pálida mejilla.— Que cuando ellos mueran, tendré que casarme con Craig.
La rabia hervía dentro de Tricia; sus mejillas, rojas por la ira, eran iluminadas por la lámpara de aceite en el escritorio, dado la falta de ventanas.
Odiaba a su madre, la odiaba con cada parte de su alma. Odiaba su fanatismo religioso llevado a un punto enfermizo, odiaba cuando la obligaba a rezar para "sacarle al Diablo", odiaba cuando la escuchaba gritarle a Craig, o a su padre. Daba igual la de veces que su madre quisiera convencerla de que la quería, eso no era verdad; ni la mismísima Laura se lo creía, de eso Tricia estaba segura.
Y aquella era la gota que colmaba el vaso. Obligar a su hermano y a Karen a contraer matrimonio, condenarlos a una vida de insatisfacción eterna. ¿Era eso querer para Laura Tucker? Menuda mierda. Aquella era la forma más sutil de odiar que existía.
Todo pasó muy rápido; Karen vislumbró un brillo rojizo en los ojos de Tricia, y la lámpara de aceite cayó al suelo, provocando un gran estruendo.
Las dos se quedaron en silencio.
— La lámpara y... Tus ojos...
Tricia suspiró.
— Tus ojos... Eran rojos. Como los rubíes.
El hecho de que Karen acabara de pasar olímpicamente de la lámpara de aceite estrellada en el suelo, y estuviera hablando de rubíes había desconcertado a Tricia.
— ¿Puedo llamarte Ruby?
La pelirroja sonrió, y buscó las manos de la morena en la oscuridad. Entrelazaron sus dedos, como ya se había hecho costumbre, pero por algún motivo, esa vez se sintió como algo mucho más pecaminoso de lo que realmente era.
— Ruby... Me gusta.
Esa noche, Tricia soñó con salir y ver el mundo junto a Karen.
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Salem, 1692;; kuby
FanfictionTan solo una de las muchas historias enterradas bajo las ascuas de las hogueras de Salem. - Tricia "Ruby" Tucker x Karen McCormick. - actualizaciones lentas.