Karen se levantaba temprano todos los días. Cuando el Sol salía y bañaba de luz cada rincón de Salem, su día comenzaba. Se lavaba la cara, se vestía —Laura le había dado muchos vestidos— y salía de la habitación para hacer el desayuno. Primero lo hacía para toda la familia Tucker, después, tal y cómo le había indicado Laura en su primer día, hacía el de Tricia: una tostada y un vaso de agua, sin más.
Aunque Karen con los años había comenzado a colar más cosas —galletas recién hechas, fresas y fruta variada—, pero claramente Laura Tucker no conocía este detalle. Y si lo descubriera, Karen podría tener problemas.El hijo mayor de los Tucker, Craig, apareció por la puerta de la cocina. Se apoyó en el marco de la puerta, observando con atención a Karen. Como sus redondos ojos azules brillaban con fulgor y su cabello claro caía con delicadeza sobre sus delgados hombros. O como sus manos se movían con soltura, preparando el desayuno. Esa fluidez en sus movimientos había hipnotizado al moreno por completo y una media sonrisa escapó de sus labios. No intentó ocultarla; más bien, ni siquiera se percató de que había surgido. Fue demasiado natural para evitarla.
Craig iba a casarse con aquella chica de apariencia inocente. Craig la tomaría entre sus brazos, la cuidaría y la respetaría hasta dar su último aliento. Se encargaría de ser un buen marido, y en un tiempo, también un buen padre.
Porque si no podía estar con el McCormick al cual deseaba, debería de cumplir con su obligación y hacer lo correcto.Quizás Karen era una segunda oportunidad en la vida de Craig. Quizás Dios la había puesto en su camino para apartarle del lujurioso pecado de los carnosos y rosados labios de Kenneth McCormick.
Aprovecharía la oportunidad al máximo, aún si tenía que pasar el resto de su vida imaginando lo que podría haber sido de él si tener a Kenneth en su vida no fuera un pecado.— ¿Estás bien?
La suave voz de Karen le sacó de sus pensamientos. Llevaría mínimo dos minutos descansando sobre el marco de la puerta, mirándola sin decir nada. Seguramente Karen no entendía qué le pasaba. Y Craig tampoco se entendía, en verdad.
— Solo miraba a mi futura esposa, ¿Pasa algo?
Karen hizo una mueca amarga. Craig sabía perfectamente que Karen prefería cualquier cosa antes que casarse con él. No se esperaba menos de ella.
Pero Craig sabía que, de la misma forma que Karen podía ser su salvación, él sería la salvación de Karen. Porque la había visto. Había visto sus amplías sonrisas al salir de la habitación de su hermana, y había escuchado sus estridentes risas. Y de vez en cuándo, silencio. Un silencio ensordecedor, que le recordaba al que se formaba cuando él y Kenneth se besaban. A cuando él y Kenneth pecaban; y lo disfrutaban.Craig no se enamoraría de Karen, ni Karen de Craig. Pero él haría todo lo posible porque así pareciera.
— Pensaba que no estabas de acuerdo con eso...
— ¿Por qué no debería?
— Porque tú quieres a mi hermano, no a mi.
Karen sabía que ella y Craig no eran tan diferentes con la misma exactitud con la que sabía que el cielo era azul, y que Craig no quería casarse con ella.
— Eso es una locura, no sabes lo que dices. Somos hombres, es imposible.
— ¿Ah, sí?
— No cuestiones mi palabra.
— No la cuestionaría si dejaras de mentir.
Craig sintió como su cuerpo entero era sacudido por un escalofrío monumental, casi como si fuera obra de brujería.
— No quiero casarme contigo, Craig. Y tú no quieres casarte conmigo. —Karen intentaba guardar la compostura.— Eres un buen chico; pero si realmente vamos a pasar toda la vida juntos, quiero que sepas que yo no voy a quererte nunca. No de la forma que quiere una esposa a su marido. Y tú no me querrás como un marido a su esposa. Solo seguiremos por el bien de Tricia. Y cuando yazcamos juntos, ni tú ni yo vamos a querer realmente. Lo haremos porque tenemos que tener un hijo y ya está. Será la primera vez y la última, Craig.
Por algún motivo, Craig sintió necesidad de abrazarla. No lo haría. No quería acercarse a aquella mujer; había algo de ella que le incomodaba. En todos esos años se había mostrado calmada y sumisa, pero en ese momento, había parecido una persona completamente diferente. Rebelde y salvaje como un animal.
— Me alegra ver que estáis empezando a conoceros. —Laura entró por la puerta de la cocina.— Karen, ¿Puedes llevarle la comida a Tricia? Necesito hablar con Craig. A solas.
Karen asintió y dejó la cocina con la bandeja en las manos. Rezó para que Laura no se hubiera percatado de la comida extra en el plato de Tricia.
Tricia, como de costumbre, estaba dormida.
— Buenos días, dormilona.
La pelirroja abrió un ojo de forma perezosa y miró a Karen. Karen, aquella chica que se desvivía por ella. La única que no parecía asustada de su naturaleza destructiva.
— ¿No puedo dormir un rato más?
Karen sonrió. Karen siempre, siempre sonreía. Solo había una ocasión que la había visto quitar la felicidad de su rostro; cuando le habló de su futuro matrimonio con Craig.
— No Ruby, no puedes. Desayuna.
Tricia vió que ese día, Karen le había pasado de "contrabando" unas cuantas onzas de chocolate negro. Le encantaba ese chocolate, y Karen lo sabía.
Los momentos de las comidas eran silenciosos. Tricia se comía su ración, y Karen la suya. Estaban juntas, pero no intercambiaban miradas ni rozaban las manos como tantas veces habían hecho.
— Sabes, siempre he querido salir fuera.
Karen suspiró.
— Sé que es imposible, pero... Realmente tengo curiosidad. Quiero ver la luz, quiero ver a otras personas. Quiero saber lo que es la libertad.
Había estado quince años encerrada entre cuatro paredes, sin tener más contacto que el de su familia y Karen. Con la educación mínima —cortesía de su hermano—. Sola, desamparada y negada por las mismas personas que le dieron la vida.
Tricia Tucker, la inexistente a ojos de Salen, pero tan presente en el alma de Karen.— Vas a salir.
La seguridad con la que Karen lo afirmó hizo temblar a Tricia.
— ¿Cómo lo sabes?
— Porque yo voy a sacarte de aquí, Ruby.
Karen lo había pensado alguna que otra vez. Aprovechar una noche oscura, en la que todos estuvieran profundamente dormidos, y sacar a Tricia de su cruel encierro. Era una idea recurrente; Tricia merecía conocer la libertad, la normalidad, aunque fuera por una simple noche.
— No te duermas esta noche.
Karen se lo dijo a Tricia. Pero detrás de la puerta, Craig lo estaba escuchando todo. Tenía que hacer algo si quería asegurarse un futuro; incluso si eso involucraba la muerte de su propia hermana.
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Salem, 1692;; kuby
FanfictionTan solo una de las muchas historias enterradas bajo las ascuas de las hogueras de Salem. - Tricia "Ruby" Tucker x Karen McCormick. - actualizaciones lentas.