Capítulo 5.

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(final)

Habían pasado unos meses desde que Tricia salió por primera vez al exterior. No las habían pillado ni una vez, y no podían estar más felices por ello.

Karen mira a su hermano. Está de pie en el altar esperando a que Marjorine entre por la puerta de la iglesia. Kenneth se ve radiante; con su típica sonrisa amplia y su cabello rubio bien peinado. Pero Karen no veía a su hermano en ese instante, Karen solo era capaz de ver lo que todos querían de Kenneth. Se giró a ver a Craig, que estaba sentado justo a su lado, y vió como apretaba los puños sobre sus piernas, en un intento desesperado de contener las lágrimas que amenazan con salir.

Ver a Craig así solo la llevó a pensar en cómo se sentirá Tricia cuando ella se case con Craig. Y de repente, ella también tenía ganas de llorar.

Marjorine entró en la iglesia; llevaba el cabello rubio recogido en un moño alto y tenía pequeñas flores decorándolo. Su vestido era blanco, simbolizando la pureza con la que había llegado al matrimonio, honrando así a Dios.

Karen no prestó atención a la ceremonía. Solo cuando Kenneth besó a Marjorine se dió cuenta de que aquello no tenía una pizca de mentira —¿Kenny realmente estaba enamorado de Marjorine?—, y fue cuando quiso salir corriendo de allí lo más rápido posible. Craig se dió cuenta de esto y le pegó un leve puntapié, aunque él era el más dolido en la situación. 

Ni el banquete, ni los bailes ni nada de lo que fue a continuación le importó a Karen. Solo observaba de lejos a su hermano junto a Marjorine, mientras Craig la tomaba de la cintura para bailar. Odiaba esa sensación. Odiaba sentir que su hermano pedía ayuda a gritos y que ella no podía hacer nada para salvarle.

Cuando llegó a casa esa noche, no pasó nada. Tricia no quiso salir —no todas las noches quería, y Karen la entendía—.
La noche siguiente tampoco pasó nada importante; ni a la siguiente, ni a la siguiente.

Hasta que lo que Karen más temía en el mundo, sucedió.

Era de noche. Karen se encontraba en su cama, intentando conciliar el sueño. Por algún motivo estaba nerviosa, no dejaba de dar vueltas sobre el colchón, arrugando la manta que la tapaba. La Luna siempre le había parecido una buena compañía para esas noches en las que simplemente el sueño no la visitaba, pero aquella vez, le daba escalofríos.

Y luego, escucho gritos. Gritos y golpes. Gritos, golpes y a una multitud enfurecida; y entre esa multitud, reconoció la voz de Marjorine Stotch.

Craig le había prometido a Karen que ella y Tricia estarían bien, pero no contaba con Marjorine. A ninguno se le había pasado por la cabeza que Marjorine pudiera ser un obstáculo entre Karen y Tricia; pero por lástima, lo fue.

Marjorine se había enterado de lo que había entre su marido y Craig. Y no le había hecho mucha gracia. Y fue ahí cuando Marjorine pensó, ¿Y si le quito lo que más le importa, tal y cómo ha hecho él conmigo? Aquella rubia que tan inocente parecía, era la misma que estaba tirando abajo la puerta de los Tucker. Objetivo: Craig Tucker, vivo o muerto.

El día veintiuno de enero, por la noche, inició la masacre que acabó con la familia Tucker. Y todo fue un plan improvisado de Marjorine Stotch, fruto de los celos que la carcomían.

Lo que Marjorine no sabía, es que los Tucker guardaban más de un secreto.

Karen fue a despertar a Tricia lo más rápido que pudo; sin embargo, Tricia ya estaba despierta. Despierta, en una esquina de su habitación mirando a un punto ciego con la mirada vacía. Karen nunca la había visto así, y habría preferido nunca tener que verla en ese estado.

Salem, 1692;; kubyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora