Y fueron felices para siempre

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Millie miro a Sigalit y frunció el ceño.

-¿Cual es el motivo real de que me llevaras a ese manantial?- pegunto- ¿quieres que sea más bello en tu cama? Pregunto dando un paso hacia el príncipe- o es que te gusta un cuerpo virgen- propuso y después frunció el ceño- ¿o solo querías borrar todo rastro de ti de mi cuerpo?- gruño- ¿es eso? ¡Dime!- exigió- ¡¿crees que no soy digno de tener una marca del poderoso príncipe de oro sobre mi?!- le reclamo y por unos instantes Sigalit no supo que responder.

-tesoro...- murmuro y volvió en si sonriendo- cariño, que cosas dices, solo quería que estuvieses más cómodo...aunque ciertamente tampoco me gusta que todas esas marcas que me esforcé en poner se borraran- puso mala cara haciendo que Millie se tranquilizara un poco- ahora me arrepiento- dio un paso hacia el hadita y le rodeo la cintura con un brazo engatusador- ¿crees...que podrías dejarme volver a ponerlas?- pregunto buscando su boca.

Millie no impidió que lo besara pero no respondió activamente terminando por apartar el rostro.

-no lo sé... creo que no tengo ganas- renegó pese a que las ganas era lo que menos le faltaba.

-gmmm, quizá podría intentar que tengas- sigalit comenzó a acariciarlo mientras besaba su cuello, metiendo la mano entre la ropa y no tardaron en volver a rodar por la cama como un par de desesperados.

Sigalit descubrió que el hada con la que se había casado, aquel que tenía una apariencia tan angelical era adicto al sexo rudo y duro, le gustaba ser penetrado con fuerza, le excitaba especialmente si no lo preparaba, amaba que lo tomase del pelo y gruñera palabras sucias al oído. Un día incluso pregunto si el príncipe era capaz de duplicarse y joderlo al mismo tiempo "dos tu deben sentirse increíble" había sido su razón.

Pasaron varios, varios años antes de que entre todo el mar de sexo al hadita se le ocurriera que extrañaba a su familia.

En casa de Millicent, una semana después de que se marcharan en el mundo humano, la pareja volvió y aunque Millie estaba ansioso por pasar tiempo con sus padres y hermanos, Sigalit prefería pasar su tiempo con Albert.

— ¿Cómo ha estado?— preguntó el hada.

— ¿Quieres la verdad sincera o una versión familiar?— sonrió de medio lado.

—No estoy muy seguro...— Albert dudó, él no quería detalles sórdidos por dios.

—Te lo diré igual, hemos pasado poco mas de 500 años humanos juntos, de los cuales probablemente 400 lo he tenido en la cama y tu sobrino aún piensa que somos los mejores amigos— comentó mitad divertido, un cuarto algo incrédulo y un cuarto frustrado.

—Mi sobrino siempre ha sido algo... lento. Quizá deberías ser más directo con él.

—Lo he tenido al menos 400 años en la cama—repitió.

— ¡Con tus sentimientos!

—No creo que eso ayude— desestimó rápidamente.

—Bien, es tu decisión, pero quizá al menos podrías decirle que ya están casados.

—Oigan ya vamos a servir la...— Millie justo estaba entrando cuando su tío dijo la última frase y se quedó estático en la puerta— ¿Quién está casado?— preguntó anonadado.

—Nadie cariño, nadie está casado— Sigalit le consoló, pero Millie sabía cuando le mentía y volvió la mirada a su tío.

—Tío ¿quién está casado?— preguntó directamente.

—Bueno...— Albert miró a Sigalit esperando que este lo aclarara él mismo, pero su sobrino malinterpretó el gesto.

— ¡¿Estás casado?!— reclamó alterado.

— ¿Qué? ¡No! Digo ¡si! Espera, déjame explicarte.

—Oh si ¡necesitas darme muchas explicaciones!— la dulce hadita estaba cada vez mas enfadada y la mansión comenzó a estremecerse.

—Tu tío se refería a ti y a mí, nuestro lazo de nombre ¡nuestro lazo de nombre!— se apresuró a explicarle, temiendo que su celosa esposa causara un terremoto en la zona.

—Oh...— al instante todo se calmó— ¿eso es como estar casado? No puede ser— sonrió ampliamente— son cosas distintas ¿no?— ladeó el rostro.

—Claro que lo son cariño— le dio por su lado y Millie caminó alegremente y se sentó en sus piernas rodeándolo por el cuello.

—La comida ya está lista, yo ayudé a cocinar, tienes que probarlo— cambió rápidamente de tema.

Albert los vio siendo aun más pegajosos que una pareja de recién casados y suspiró. Cuando su sobrino se fue solo miró al príncipe que se había convertido en un marido esclavo de su esposa y negó.

—Estamos en febrero— le recordó— pero a este ritmo, quizá sean una pareja oficial para navidad.

—Cállate...

En realidad no era tan importante ¿no? Tenían una eternidad para establecer su relación, para que Millie se acostumbrara a la eternidad y su carácter y sentimientos también se estabilizaran, lo importante es que estaban juntos y nadie jamás podría separarlo de él. 


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y eso fue todo, espero que a quienes lo leyeron les entretuviera. Feliz y segura cuarentena

Oro y PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora