FEDETERRAM, año 1655.
El viento y la lluvia conversaban aquel día tempestuoso. Era como si ambos quisieran adornar el juicio que amenazaba con empezar. Lucía ya no podía más con sus pies descalzos, lastimados por el gran recorrido que dieron presurosos; soportando ramas, piedras y tierra mojada a su paso. Su cabello y ropa estaban empapados por la torrencial lluvia de la tormenta. Parecía que aquellos hombres uniformados que la perseguían no la dejarían en paz. La idea de rendirse a su suerte era tentadora, pero la hermosa bebé que llevaba en brazos, envuelta en una escasa manta blanca, le daba fuerza para continuar cuantos kilómetros más fueran necesarios hasta que consiguiera huir definitivamente de la "justicia". Mientras seguía corriendo encontró un callejón pequeño y oscuro, perfecto para desaparecer por unos minutos de la vista de sus perseguidores. Se metió ahí sin titubear. Apareció una leve sonrisa en su rostro al percatarse de que al fondo de aquel callejón había una diminuta puerta blanca sin cerrojo. Entró lo más rápido que pudo. Grande fue su sorpresa al encontrarse con un espacio viejo, casi vacío, cuya atmósfera estaba opacada por polvo y suciedad. La luz propia de un día lluvioso lograba filtrarse a través de dos pequeñas ventanas rectangulares incrustadas en una de las paredes. Sabía que no estaban a salvo en aquel escondrijo, sólo era cuestión de minutos para que las encontraran. Tenían que moverse de ahí cuanto antes. Hasta este punto la pequeña Ana no había emitido ruido alguno, era presa de un sueño profundo. De un momento a otro la única y casi deshecha puerta del recinto crujió. Lucía se escondió entre las sombras lo más que le fue posible. Su delgado y pequeño cuerpo comenzó a temblar mientras el miedo se apoderaba de ella a la espera de encontrarse con lo peor. Alguien entró con cierto sigilo. Al principio, lo único que los enormes ojos de la mujer podían distinguir fue una silueta de un hombre alto y atlético. En cuanto la pobre luz golpeó el rostro de su perseguidor, su cuerpo entero se relajó. Aquel oficial enviado por el Santo Tribunal de Fedeterram era el padre de Ana y el amor de Lucía. La mujer de larga cabellera corrió para abrazarlo con la niña en brazos. Francisco la recibió con premura en su lecho y le plantó un beso apasionado en los labios. Sus ojos a escasos centímetros unos de otros se contemplaron con ternura. El silencio reinó por unos momentos hasta que Francisco se atrevió a hablar.
-Lucía, te juro que intenté detener esto. He estado ocultando tu rastro, pero ella... me descubrió. Lo sabe todo.
-¿Todo? ¿sabe sobre Ana?
-No sé si sepa sobre ella, pero sabe lo nuestro.
-Entonces no hay tiempo que perder. Tenemos que esconderla.
-Sí, ya he pensado en eso. Hablé con César, él ya sabe todo. Le pedí que te preparara un lugar en su posada por lo menos por lo que resta del día y la noche. A primera hora de la mañana las recogeré y nos iremos lejos. .
-¿César? ¿el mismo que me despreció la primera vez que supo de mí y me llamó hija de Satanás? ¡No gracias!
-Lucía, César ha cambiado. Crecimos juntos, él es como mi hermano, sólo se preocupa por mí, le asustó que me enamoré de alguien como...
-¿Cómo yo?
-Sí. Las personas son prejuiciosas, ya lo sabes. Pero él es mi mejor amigo, y a pesar de su fe ortodoxa ha hecho un esfuerzo muy grande para entender lo que siento por ti. Puedes confiar en él.
-No confío en él, pero confío en ti. Iré a donde quieras que vaya.
El moreno le acomodó el cabello mojado detrás de la oreja. Sus ojos negros. bien marcados por unas cejas espesas bajaron lentamente hasta encontrarse con su pequeña hija, quien todavía dormía. Segundos después el hombre frunció el ceño, su mirada volvió a encontrarse con la de Lucía.
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SANGRE DE BRUJA
FantasyLucía es perseguida por el Santo Tribunal de Fedeterram, el cual no la dejará en paz hasta llevarla a la hoguera. Esta razón es más que suficiente para ocultar a su pequeña hija Ana en el lugar menos pensado. Con ayuda de su hermana Catalina, reacti...