Capítulo 11

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Ha pasado un mes desde mi primera cita con Sandro, debo aceptar que no ha sido fácil, yo no lo hice fácil. En estas semanas que han pasado mi comportamiento no ha cambiado mucho, pero debo aceptar que todo ese fastidio y esa amargura que sentía al principio por él ha menguando. Tampoco me molesta su sonrisa, esa que nunca se va, aun cuando solo tengo desplantes y malos tratos para él, porque a pesar de mis malas caras él siempre se mantiene impasible y con una sonrisa amable, eso me desquiciaba mucho.

Así que he decidido que mi dolor no debe pagarlo nadie, me he prometido tener una mejor actitud hacia mi psicólogo.

Me miro en el espejo del auto, mis ojos ya no están tan hinchados como al principio, pero siguen irritados y mi piel aún está muy pálida. Cualquiera que me viera pensaría que estoy enferma, tal vez sea cierto, tengo el corazón roto.


<< ¿Cuenta como una enfermedad? >>


No lo sé, pero bien podría catalogarse como una porque el amor es una enfermedad inevitable, dolorosa y fortuita. Y en este momento sufro por mi amor.

Tomo un profundo respiro alejando mis pensamientos, salgo del auto y avanzar hasta la puerta de la clínica donde se encuentra el consultorio. Abro la puerta de vidrio y saludo a la recepcionista quien me recibe con una sonrisa.

—Buenas tardes —saludo.

—Buenas tardes, señorita Dawson —me saluda—. El doctor la está esperando.

Ya he venido tantas veces que no hace falta que diga nada. Camino hasta la puerta, y la abro, entro y camino directo al sofá donde habitualmente me siento a esperar que la hora pase para poder irme.

—Hola Vanessa. —Sandro camina y se sienta frente a mí, como siempre—. ¿Como has estado?

Hace su ya habitual pregunta de todas las sesiones, pregunta que yo nunca respondo, en realidad solo me dedico a mirar por la ventana sin emitir palabra mientras él me observa y suelta preguntas que no obtienen respuesta. Respiro una vez más y lo miro.

—Tan bien como puedo estar —musito. Es extraño, pero siento mi corazón acelerado, me cuesta hablar. Sandro me mira brevemente y me da una pequeña sonrisa —Estoy... rota —susurro entrecortadamente.

—Estas sintiendo, Vanessa —dice mirándome con suavidad—. Me alegra no escuchar tu habitual "estoy bien"

—A veces solemos decir "estoy bien" para evitar preguntas que no queremos contestar —respondo mirando mis manos enlazadas.

—No es necesario que ocultes lo que sientes, si tienes ganas de llorar o gritar hazlo, no reprimas lo que estas sintiendo por las personas que te rodean. Tienes permitido derrumbarte, lo que te paso fue terrible. Siente Vanessa, siente. ¿Qué es lo que quieres hacer en este momento? ¿Que sientes en este momento?

Mi corazón empieza a latir con rapidez ante sus palabras.

» Estas furiosa, lo puedo ver. Pero ¿Con quién? ¿Conmigo? ¿Con tus padres? Estas molesta contigo ¿Talvez? o ¿Lo estas con David?

Al escuchar su nombre cierro mis manos en puños, la sangre a empezado a correr por mis venas con rapidez, mi corazón palpita con furia contra mi pecho.


<< ¿Es verdad? ¿Estoy molesta con David? >>


Frunzo el ceño y miro a Sandro, cierro los ojos con fuerza y los vuelvo abrir. Paso mis manos temblorosas por mi cabello amarrado en un desordenado moño. Miro una vez más a Sandro.

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