Capítulo 9

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Camino sin rumbo, desde que salí del consultorio del psicólogo no he parado de caminar. No sé porque ver a ese hombre me puso de tan mal humor.

Limpio mi cara borrando todo rastro de lágrimas de ella.

<< ¡Estoy bien! >>

—Claro que estoy bien —me digo. "Repites eso mucho" escucho las palabras del odioso psicólogo.

<< ¿Pero que más puedo decir? >> 

Mi corazón está roto, siento que estoy paralizada como si no pudiera sentir nada más que frío en mi interior y no creo que esa sensación se vaya.

Siento que si repito eso las personas a mi alrededor lo creerán.

<< ¿Pero lo crees tú Vanessa? >>

Me abrazo con fuerza, me siento en una banca. He llegado a un parque, miro a la gente a mi alrededor. Los niños corriendo, jugando. Las madres mirando a sus niños. Perros corriendo y sus dueños con ellos.

Todo un cuadro feliz, frunzo el ceño mirando a las personas frente a mí, todos felices, ajenos al tormento que me aqueja.

Frente a mí pasa una pareja de jóvenes caminando de la mano, felices... Juntos.

—Me haces falta mi amor —susurro dejando que una lágrima solitaria resbale por mi mejilla, la limpio con rapidez y me pongo de pie. Camino de regreso a mi casa.

Ya han pasado dos horas desde que salí del consultorio y mi madre debe estar preocupada por mi.

Camino a paso lento dejando que la ligera brisa azote contra mi cara.

******

Lizzy:

—¿Estas bromeando? —dije con hilo de voz. Astrid llora con mas fuerza en mis brazos, a lo lejos puedo escuchar como Ian llora desconsoladamente. Alberto niega con la cabeza, parece tan confundido como yo—, bueno ya estoy yo aquí así que no es necesario que te quedes, lo tengo todo controlado.

<< ¿A que juega Mafer? >>

Alberto me mira enarcando una ceja, se cruza de brazos y mira encima de mi hombro.

—A mi no me lo parece.

—Pues lo es —meso a Astrid en mis brazos—, no es necesario que te quedes.

Alberto descruza los brazos y suspira antes de avanzar hacia mi, yo retrocedo.

—Te ayudare, Lizzy —dice entrando a la casa.

Cierro la puerta y miro con incredulidad a Alberto que va directo a cargar a un rojo Ian. Me quedo mirándolo como una tonta.

—¿Por qué lloran? —pregunta mirándome. Ian pega su cabecita en su pecho hipando con sus ojitos llorosos— ¿Lizzy? —repite al ver que digo nada.

—Eh... si... tiene hambre... justo estaba preparando su leche cuando llegaste —balbuceo saliendo de mi letargo.

Avanzo con nerviosismo hasta la cocina, acomodo a Astrid en mis brazos. Termino de servir la leche en los dos biberones, verifico que la leche tenga una buena temperatura. Cojo ambos biberones y regreso a la sala.

Alberto arrulla a Ian en sus brazos murmurándole cosas que no logro escuchar.  Me acerco a él y le entrego uno de los biberones. Acomodo a Astrid en mis brazos y le acerco el biberón a su boquita, Astrid recibe su alimento con desesperación. Camino hasta el sofa que esta detrás de mi y me siento. Miro con nerviosismo donde esta Alberto con Ian, este le da su biberón a Ian mientras que se pasea por la sala sin mirarme. Bajo la mirada y observo a Astrid quien me mira atenta mientras toma con energía su leche, muevo mis brazos ligeramente.

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