Capítulo 3

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Vanessa:

—Ya no quiero más —Mi mamá había estado insistiendo desde que llegó que comiera todo lo que había traído. Pero yo tenía un nudo en el estómago y no podía comer mucho más de lo que ya había comido—, te prometo que más tarde comeré un poco más.

—Hija porque no vamos a descansar y mañana regresamos —propone mi papá.

—No papá, no voy a moverme de aquí hasta que Juan despierte —Me levanto molesta por tanta insistencia—, no voy a cambiar de opinión.

Camino hasta quedar frente a la puerta donde esta Juan y me senté en el piso con Mafer a mi lado. Mi amiga pasó su brazo por mi hombro y yo recosté mi cabeza. 


Alberto:

<< ¡Esta aquí! ¡No puedo creer que está aquí! >> 


Mafer me había llamado hace una hora para decirme que Lizzy estaba aquí. Y tenía una mezcla de sentimientos, me había estado deteniendo a mí mismo para no correr detrás de ella, pero al mismo tiempo tenía una rabia acumulada. 


<< ¡Nada tiene que hacer aquí! >> 


Miro una vez más la computadora y me concentro en seguir con mi trabajo, debía mantener la mente ocupada, porque si no, estoy seguro que saldría corriendo a verla. 


Lizzy:

—Respira Lizzy, él no está aquí —me doy valor para poder entrar a la clínica donde esta Vanessa esperando por mí.

Camino jalando mi pequeña maleta hasta el ascensor para poder llegar al quinto piso. Había venido directo del aeropuerto y me sentía algo cansada por el vuelo, y si a eso le sumas toda la tensión que sentía, pues estaba agotada.

Avanzo por el pasillo mirando el lugar, hasta que veo a mis chicas sentadas en un rincón. A un lado están los padres de Vanessa, que miran a su hija con preocupación. Al otro extremo había una pareja con algunas personas junto a ellos, supongo que son los padres de Juan David y sus familiares.

Me acerco despacio, saludo con la mano a los padres de Vanessa, me siento en el suelo frente a las dos personas más importantes que tengo en mi vida.

—¡LIZZY! —exclama Vanessa en cuanto me ve.

Sonrío con timidez analizando a mi amiga, no se veía nada bien. Trae el pelo desordenado y los ojos rojos e hinchados.

Estiro mis brazos y ella me abraza con fuerza empezando a llorar. No puedo ni imaginar cómo puede estar sintiéndose.

Acaricio su espalda con torpeza, miro a Mafer que me mira con preocupación. 


Vanessa:

Las horas seguían pasando, pero yo me siento paralizada. Mi cuerpo esta frío, pero poco o nada me importa.

Aún sigo sentada en el suelo, Lizzy duerme a un lado hecha una bolita, tapada hasta la nariz y Mafer al otro lado, apoyando su cabeza en mi hombro. Las tres estámos tapadas con frazadas que mis padres habían traído.

Siento mis ojos cansados, había estado en vela todo el día, miro la hora, son las cinco de la mañana.

Los padres de Juan tampoco se habían ido, están dormidos en las bancas que hay en la sala de espera. Mis padres también han estado conmigo todo el tiempo.

Cierro mis ojos y apoyo mi cabeza en la pared tengo que calmarme.

****** 


El movimiento a mi alrededor me hace despertar de golpe. Algo ocurre, porque varias enfermeras entran al cuarto de Juan David.

Me levanto del suelo y corro hasta la puerta, a un lado están los padres de Juan David abrazándose mirando con horror como el cuerpo de su hijo convulsiona.

Mi cuerpo esta frío, estoy paralizada mirando a Juan. Unas manos calientes me cogen del brazo impidiendo que siga avanzando, no puedo despegar los ojos del cuerpo de Juan David.

—¡Está entrando en paro! —grita el doctor que lo había estado atendiendo, no me había dado cuenta de que ya está aquí—, traigan el desfibrilador.

—¡Hagan algo por favor! —grito tratando de acercarme. Pero las manos vuelven a agarrarme con fuerza.

—¡Sáquenlos de aquí! —exclama alguien—, carga a 300, a un lado.

—¡No te vayas! ¡No me dejes! ¡Dijiste que siempre estaríamos juntos! —sollozo sin dejar de mirar el rostro pálido de Juan.

—Continua con el masaje cardíaco —ordena el doctor a uno de los internos—, ventilación manual.

—¡Sigue en fibrilación ventricular, doctor! 


<< ¡No me hagas esto Juan! >> 


—Carga a 300 —grita nuevamente el doctor a cargo—, a un lado.

Todas las personas que estaban atendiendo a Juan David retiran sus manos cuando el doctor lanza la descarga. Todos miran atentos el aparato que registra la actividad del corazón.

—Otra vez, carga a 300 —vuelve a ordenar—, a un lado.

Nuevamente todos se alejan y miran el aparato. Pero no pasa nada, una línea es lo único que puedo ver en esa pantalla.

—No te des por vencido —suplico acercándome al ver que los doctores ya no hacen nada—, no te des por vencido mi amor.

—Lo siento mucho, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos —la voz del doctor resuena en mi cabeza—, lamentablemente la hemorragia se ha vuelto a activar y es por eso que ha convulsionado, lo que ha generado el paro.

A los lejos escucho el grito desesperado de la señora Rita. Pero ya no puedo ver nada, las lágrimas me nublan la vista. Agarro la fría mano de Juan David y lloro, lloro como nunca lo había hecho en mi vida.

—No me dejes, por favor —susurro abrazándolo como podía—, llévame contigo mi amor, no me dejes sola.

Siento mi estómago revolverse, lo único que alcanzo a hacer es inclinarme a un lado y vaciar lo poco que tenía en el estómago, mientras las lágrimas siguen saliendo de mis ojos.

—Oh cariño, tranquila —Mafer se acerca a mí y me agarra el cabello, mientras que Lizzy me limpia la boca.

Mi cuerpo tiembla incontrolablemente, Mafer me abraza con fuerza, pero ya no siento nada. Mi mundo se había apagado.


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