Two : 'Mariposas revoltosas'

71 10 5
                                    

— Te extrañaré... —sollozó Olivia, dandome un abrazo. 

— Y yo... —me contení las lagrimas, mordiendome el labio.

Después de una hora despidiendome de mis amigos, poco a poco se habían ido todos, dejandonos solas a Olivia y a mi.

— Bueno... —se secó las lagrimas cuando nos separamos—. ¿Qué mierda pasó en el baño? 

Tapé mi cara ya que me sonrojé. Olivia gritó ilusionada. 

— ¿Ya no eres v....

— ¡No! ¡Calla! —reí— Nos besamos y... me pidió para ser su novia..¿Te lo puedes creer? Después de tanto tiempo, queriendo ser su novia...Y ahora...—suspiré enamorada. 

— Y ahora que te vas a Londres, justo ahora, ¿Te pide para ser su novia? —preguntó arqueando una ceja. 

— Um...Sí. 

— No entiendo a este chico... No lo acabo de tragar —murmuró sentandose en el sofá. 

— ¿Qué? ¿Qué pasa? Yo lo veo románti... 

— Claro, Enna, obvio que lo ves romántico. Es Derek y estás enamorada de el hasta los huesos, sea lo que sea, lo verás romántico. 

Fruncí mi ceño. 

— ¿Qué ocurre Olivia? Quiero ser su novia, y ahora que lo soy, estoy feliz, no se cual es el problema... 

— No, a ver, Enna yo estoy contenta de que hayas conseguido ser su novia... Pero, lo veo raro... 

— Lo que a pasado, es que, creo que al ver que me iba se a dado cuenta... 

Ella alzó sus hombros. 

— ¿Y cómo lo vais a hacer? Para ser novios digo, tú en Londres, él aquí. 

— Pués...hablaremos por skype, por mensaje, por llamada... 

El timbre de la casa sonó, me levanté y miré a Olivia. 

— No... —susurró. 

— Me voy... —suspiré. 

Nos abrazamos, y después de unas lagrimas, unas promesas de hablar siempre, de ser mejores amigas para siempre,  de no olvidarnos de todos los momentos vividos, y de prometernos que a los 18 alquilariamos un piso juntas en Paris... Caminamos hacia la puerta. 

— Te amo. —repitió ella. 

— Yo más. 

Nos abrazamos de nuevo, y salí de casa. El coche de mamá estaba aparcado delante de la casa. Bufé y el frío de diciembre me golpeó. 

— Adiós, cielo. —dije. 

— Adiós, bebé. 

Caminé hacia el coche con las lagrimas ya callendo por mis mejillas. Esto no era justo, yo quería seguir en España, con mi gente. 

Abrí la puerta del coche, y entré sin decir nada. 

— ¿Te gustó la fiesta, cielo? —preguntó mamá encendiendo la califacción y luego el coche. 

— Sí. —murmuré secamente.

— ¿Sigues molesta? —preguntó comenzando a conducir. 

— Sí. 

Encendí la radio, en una indirecta de que no quería seguir hablando con ella. El echo de que ella decidiera que nos mudaramos a Londres, sin preguntarse mi opinión, sin pensar en mi, sólo queriendo su felicidad, sin pensar en la mía, me molestó asta el punto de no querer hablar con ella.

CloudsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora