—Él sostenía un lápiz en una sus manos, mientras iba de camino al restaurante, jugaba con el objeto mientras esperaba que el reloj en su muñeca marcara las dos y media de la tarde.—Las campanas en la puerta finalmente sonaron al ser la hora, guardó el lápiz en su bolsa del pantalón, asintió con sus labios en una línea recta.
-Tu puedes Doyoung, es muy simple.
—Se alentó a sí mismo antes de tomar su teléfono y comprobar en la pantalla en negro si estaba "presentable", peinó con sus dedos su cabello oscuro y se dirigió hacia la mesita.
-Buenas tardes —saludó el pelirrojo de ensueño sacando su peculiar libreta de ositos de la bolsa del delantal que llevaba.
—Era tan simple como lo pensó; "lo de siempre", pero Doyoung no podía evitar que los nervios se le salieran de las manos.