48O horas antes del equinoccio

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Jungkook prende la tele. Dan las noticias. Quiere pasar de ellas, pero ¿acaso podría hacerlo? Nunca ha sido una persona que le guste mirar los telediarios por temor a encontrarse una noticia horrible seguida de otra, pero es forzoso que ahora tenga que hacerlo, al menos mientras no estén dando nada interesante.

Es casi el cuarto para las ocho de la noche cuando sube el volumen con el fin de oír lo que la presentadora de noticias dice.

—..."luego de que la OMS declarara que los animales de compañía podrían ser portadores del virus COVID-19, la Organización Mundial de Sanidad Animal ha reafirmado que no hay evidencia concreta para indicar que las mascotas, como perros y gatos, sean capaces de secretar el virus suficiente para contagiar a un ser humano y que, aun si pudiesen llegar a transmitirlo, el resultado sería una cantidad pequeña de contagio proporcionalmente hablando. Sin embargo, la organización recomienda mantener la guardia bien alta y seguir las precauciones sanitarias para evitar la propagación de la infección. Se aconseja mantener limpias a las mascotas y consultar al veterinario cuando se vea alguna señal de enfermedad..."

Lo que le faltaba, que el enemigo esté en su propia casa.

Jungkook mira a su perro bulldog, gordo y flojo, espatarrado junto a él en el sofá. Su cara chata no se levanta para verlo, pero la periferia de sus ojos se lanza a él cuando siente su mirada. Quizás, en un universo paralelo, ha entendido el mensaje que acaban de recibir por la tele.

—¿Lo has oído? No se te ocurra ponerte malo. Como lo hagas, entonces voy a pensar que quieres matarme, y no quieres eso, ¿a que sí?

Jungkook quiere pensar que, en ese mismo universo paralelo, su perro le contesta y sigue.

—No, ya sé que no quieres que piense que puedes matarme. La verdad es que no podríamos estar el uno sin el otro. Nadie puede quererte como Jeon Jungkook lo hace. ¿Sabías que estuve a punto de regresarte cuando te adopté? No, no puedes saberlo, pero sí, no sabes lo mal que lo pasé cuando eras una cría. ¡Siempre querías leche! Y yo tenía ¿qué? Exacto. Hacer de tu madre nodriza.

Cualquiera que lo oiga pensará que es un pervertido y por eso está a casi de rectificarse, sin embargo, Lenny, como se hace llamar su perro, reúne toda su poca fuerza de voluntad y hace la primera acción valerosa en mucho rato: beber agua. Jungkook suspira. Su perro necesita a alguien que lo saque de su proceso autodestructivo y ese alguien no es él. Ha hecho de todo. Previo a la nueva cuarentena, intentó que Lenny bajara de peso llevándolo a hacer ejercicio todas las mañanas. Ahora ni eso puede hacer. Realmente, Jungkook no se siente él con todo lo que está pasando.

La primera cuarentena la soportó con admirada normalidad porque tuvo la creencia de que esto serviría para reducir los registros infecciosos y, aunque sí que pasó, la evitación de contagio sólo sirvió durante un tiempo.

Tres semanas para atrás, la población de infectados alrededor del mundo ascendió a niveles alarmantes, superando la velocidad con que las personas se infectaron antes de la primera cuarentena. Ahora están en la fase cuatro de la pandemia. La cifra numérica de contagiados va en aumento, pero, afortunadamente, son más los que logran recuperarse que perder la batalla. Aún no hay cura ni vacuna, toda esta es experimental y se corren rumores de que no habrá un antídoto seguro hasta inicios del próximo año.

Jungkook se siente de nuevo decepcionado. Si tan sólo hubiese estudiado virología en vez de tecnologías de la información, a lo mejor habría podido ser más útil para el mundo y para sí mismo que estando allí a canto y cal dentro de su piso, simpatizando con su perro que a veces parece que siente la más notable indiferencia por él. Tal vez si hablara, no pensaría así.

Lo saca de su ensoñación la espontaneidad del sopor de su barrio, más bien, de su bloque de pisos. Recuerda que son casi las ocho. No debería de haber ruido ambiental a esa hora. Nuevamente, con el periodo de confinamiento, las ciudades volvieron a ser más silenciosas. A partir de las ocho de la noche, cualquiera que esté fuera de su domicilio con móviles sospechosos será aspirante a ser multado hasta por el millón y medio de wones.

A través de las ventanas cerradas puede oír el lío que alguien arma fuera. Desaparece su figura de delante del televisor de su living y se levanta para echar un vistazo. Asoma la cabeza por un resquicio de las cortinas y entonces la ve, a una de sus vecinas del otro edificio, de pie en su balcón con micrófono alámbrico en mano. No la oye bien hasta que abre un poco la ventana.

—¡Vecinos, alegraos que hace una noche increíble! —grita por el micrófono—. Os preguntaréis quién soy, pero no vais a saberlo. ¡Sólo soy una más como vosotros que trata de pasarlo bien durante la cuarentena! Incluso en estos tiempos es posible sonreír y sentir felicidad, y yo quiero daros eso esta noche.

Ha visto a esa chica tres veces a lo mucho. Siempre coge el directo por las mañanas soltando por los aires que va a llegar tarde, que la próxima vez se dormirá temprano. Nunca han cruzado más de una mirada. Lo único que sabe de ella es que no es de Seúl, se lo ha dicho el jardinero.

—¿Y esta loca de qué va? —se pregunta por lo bajo, cruzando los brazos por su pecho.

No comprende a qué clase de persona se le puede ocurrir algo como eso. Parece que esa chica va a... ¿cantar?

—Por favor, si sabéis la canción, ¡cantad conmigo! Y si sabéis el baile, ¡bailad conmigo!

—Ay, no —se dice el muchacho, sintiendo pena ajena—, esto va a ser lamentable.

Nunca le han gustado los vecinos escandalosos. ¿Qué trata de conseguir esa chica?, ¿que la policía la exhorte a que no salga? A ver, técnicamente, no está fuera de su casa, ¿no? Está al exterior, pero el balcón forma parte de su apartamento, así que ella sigue dentro de él. Tiene lógica que quiera estar allí, aunque sigue siendo ridículo lo que está a punto de hacer.

La música debe de estar conectada a algún parlante porque por todo el bloque de pisos resuena "Gee" de SNSD con su melodía pop y, en cuanto esto pasa, esa chica hace lo suyo.

«Escucha, chico,

mi primera historia de amor

Mi ángel

y mis chicas,

Mi rayo de sol

Uh, uh, ¡vamos!»

Jungkook no puede creérselo. Es tan divertido lo que ve. La coreografía se la sabe de principio a fin y la letra también. Su acento no es perfecto, pero puede entender todo lo que dice. De pronto canta con ella desde su sitio. Casi no se da cuenta que otros vecinos se han atrevido a ver desde las ventanas y que algunos, inclusive, son mucho más intrépidos al poner las cámaras de sus teléfonos para filmar lo que esa chica hace apasionadamente.

Equinoccio (Lizkook Historia corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora