CHAPTER II

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▃▃▃▃▃

La taza tiembla ligeramente sobre las manos de Isoley, sus manos arden ante el contacto, pero no las mueve y lo aprieta aún más cerca de ella, enredando sus dedos sobre el objeto con cuidado de que el té no se fuera a derramar

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La taza tiembla ligeramente sobre las manos de Isoley, sus manos arden ante el contacto, pero no las mueve y lo aprieta aún más cerca de ella, enredando sus dedos sobre el objeto con cuidado de que el té no se fuera a derramar.

Puede notar como el cielo poco a poco va perdiendo su color y piensa que, tal vez, es momento de prender unas cuantas luces o abrir su mochila para hacer algo de la tarea que sus profesores habían mandado para el día, pero en cambio se acurruca en la pequeña esquina del sofa de cuero negro, colocando la taza humeante tan cerca de su boca que sus ojos amenazan con lagrimear. Toma un pequeño sorbo que quema su garganta y sus manos ya no son las únicas recibiendo calor.

Calcula que deben ser cerca de las nueve, es decir seis horas sin mensajes o señales de su familia, y aunque no debería preocuparse tanto -dado lo que eran- sabe que no se movera hasta que al menos uno de ellos regresará. Si es que planeaban hacerlo.

Prácticamente era lo único que hacía desde que volvieron a Forks, preocuparse.
De que su familia estuviera actuando extraño; de que no pudiera pasar sus materias; de ser devorada por un perro gigante; de la posibilidad de estar perdiendo la razon; de que sus pesadillas hubieran encontrado la manera de salir a la luz del día.
Diablos. Poco le sorprendería si de su taza de repente emergeria un ojo como en las peliculas de miedo baratas y antiguas. 

Libera el agarre de una de sus manos para revisar su celular. Cero mensajes. Isoley lo deja caer sin mucho cuidado a un lado de ella— Deberia conseguirme una vida —murmura para si misma mientras se inclina para dejar la taza en la mesa que tiene en frente.

Vuelve a pegar la mirada en el ventanal que da al bosque, pero ya esta demasiado oscuro como para que la vista de los árboles inclinandose sobre la casa no le de escalofrios. Cierra los ojos por un segundo, casi inconscientemente, deseando poder quedarse dormida, y entre el silencio y la escasez de luz se hace una mezcla perfecta para que finalmente caiga.

No sabe cuanto pasa para cuando la oscuridad empieza a anegar su mente hasta que ya no queda más espacio, pero siente que se ha demorado horas y recién entonces las imagenes caen como trozos de una película mal grabada, pasando de sus ojos a su garganta, dejando un sabor metálico que lastima su paladar y terminando en algún punto entre sus costillas, quitándole aire.
Todo su cuerpo se enfría, pero es el movimiento de los dedos de sus pies buscando calor lo que le llama la atención y trata de enfocarse en eso.

La mujer se acerca a ella; sus dedos se encogen. Un par de ojos enrojecidos por pena o locura, posiblemente ambas, capturan los suyos; ahora puede sentir sus manos tratando de aferrarse sin suerte a algo. Los brazos le duelen y es como si pequeñas cuchillas se enterraran en su piel, pero solo son manos, y ni siquiera esta segura a quién pertenecen los hilos de sangre; sus dedos ya no se mueven, pero sí siente el frío y la mujer aprovecha para seguir acercandose a ella.
Ni siquiera puede ver su cara bien, su cabello enmarañado le cae sobre el rostro de un color rubio opaco y sucio, puede fijarse que lleva las uñas mal pintadas de distintos colores que curiosamente siguen brillando, pero no puede concentrarse demasiado en ellas porque no paran de moverse y enredarse con los nudos sobre su cabeza.
E Isoley se siente tan pequeña que la impotencia creciendo en su pecho acaba con su movilidad, porque no puede cargar con ella, mucho menos con su miedo.
Sus dedos ya no se mueven, sus brazos siguen doliendo y la mujer mueve los labios. Su grito tarda, pasan dos segundos, pasan treinta segundos, la mujer ya cerro la boca y sigue tratando de apartar su cabello. Entonces la tiene al lado y el grito cae demasiado cerca de su oído.










[...]

—Supongo que no tuvieron mucha suerte hoy —dice suavemente, llevandose otra cucharada de lasaña a la boca, soltando un ruidito de satisfacción apenas los sabores se juntan. Las caras largas de los presentes son respuesta suficiente a su pregunta— ¿Al menos lograron sacarle algo de cabello? Apuesto que eso de verdad pondría furiosa a la pelirroja.

—La idea es matarla, bicho. No darle más razones para ir tras Bella.

La rubia levanta las cejas sorprendida— ¿qué? ¿Caminé desde la escuela por Bella?

—¿Caminaste?

—Era eso o irme con Jessica Stanley —explica sencillamente, recibiendo miradas de desaprobación— Oh, no me miren así. No estuvo tan mal. Cualquier cosa es mejor que escucharla decir cosas poco apropiadas de mi propio padre. Incluso me divertí —agrega lo último sin pensarlo y se lleva otra cucharada de comida antes de solar otra cosa que la deje en evidencia. No podía mencionar nada de que además de irse como Caperucita por el bosque, tambien hablo y camino junto al gran lobo feroz después de que casi la devora. Al menos, con au tío Edward afuera del pueblo por unos días, estaba a salvo. Luego ya resolvería como mantener cualquier cosa relacionada con lobos lejos de sus pensamientos sabiendo que su tío no se molestaría en tratar de ignorarlos como ella le habia pedido miles de veces— pero ¿De verdad nada interesante sucedio? La han estado persiguiendo por semanas, quiero creer que vale la pena que me dejen botada día por medio.

Su madre suelta una risa totalmente fingida caminado al lado de su esposo con una sonrisa cínica alargandose con cuidado sobre sus labios— ¿Tu que dices, Emmett? ¿Paso algo interesante?

La menor mira al castaño con atención, quien frunce el ceño con algo de molestia y abre la boca sin saber muy bien que  responder. Dijera lo que dijera, Rosalie sabría como usarlo en su contra.

—¿Tio Jazz? —pregunta la chica girandose a ver al otro presente en la sala cuando su padre no parece dispuesto a mecionar nada del tema. El rubio eleva ligeramene las comisuras de sus labios con diversión, pero niega mientras que apunta a su hermano con la punta de la barbilla indicandole que es él quien tiene que responder.

Isoley siente como la frustración le hace algo de competencia a las olas de calma que su tío le ha estado mandando desde que la despertaron.

—Casi paso el límite y me peleó con uno de esos pulgosos —el corazón de Isoley tiembla con fuerza, y Emmett se apresura a agregar otra cosa pensando que la ha asustado— Eh, no estuvo tan mal, bichito. Hubieras visto como el cachorro trataba de verse intimadante.

—Ese chuco pudo arrancarte la cabeza, a mi no me parece gracioso.

El castaño resopla ante las palabras de su mujer— Yo hubiera podido con él.

—Claro que sí, Em —se burla el otro chico— Justo como puedes conmigo.

—¿Quieres una demostración, Jazz?

La rubia mayor niega viendo como ambos chicos empiezan a pelear entre risas, aún sin parecerle gracioso lo sucedido. Mientras tanto Isoley esta demasiado perdida como para hacerles caso y animar a quien creía que ganaría.

—¿Hay algún problema, sol? Nunca te demoras más de diez minutos en terminarte la lasaña de Esme—aparto la vista de la pelea, sentandose a su lado y tomando la cuchara para jugar con la comida de la chica, sin hacer el más minimo gesto de querer llevarse algo de eso a su boca— Incluso huele bien, mucho mejor que los pulgosos.

Sus manos se aferran rápidamente a la colcha que antes usaba, tratando de que dejaran de moverse. Soltando alguna broma que estaba segura que a su madre le encantaría.

Al parecer iba a ser más dificil de lo que creyo en un principio dejar de pensar en sus vecinos peludos. Especialmente cuando su corazón se movía emocionado ante su simple mención.
Oh, estaba muerta. Estaba tan muerta.

NIGHTMARE | PAUL LAHOTE Where stories live. Discover now