I. Ruidos de medianoche

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La tranquila luz que envolvía el cuarto, con una pequeña lámpara puesta cerca de la cama de Jack, daba una tranquilidad muy especial para él. Jack odiaba dormir con total oscuridad, siempre prefería descansar bajo la protección de algún tipo de bombilla. Ya casi dormido escuchó un ruido que provenía de afuera, lo ignoró, hasta que volvió a manifestarse aquel ruido, otro más escandaloso. Abrió los ojos y miró por la ventana para ver si lograba conocer el origen de aquellos raros y molestos sonidos. Observó que toda la casa del señor Walker, estaba iluminada y con la puerta delantera y la trasera abiertas. Siguió observando al tiempo que escuchaba lo que pensó que eran platos cayendo al suelo y el quebrajo de quizá un mueble de madera resistente. Con el corazón acelerado y muy preocupado por lo que le estuviera pasando algo al pobre loquillo bajó de inmediato. Se colocó las zapatillas apresuradamente. Con la pijama puesta y mientras se acercaba con pasos muy lentos para tratar de comprender lo que estaba sucediendo allí dentro. Llegó a unos pocos metros de la puerta principal. A pesar de su fuerza juvenil sentía miedo. Se escondió entre los arbustos y posó su mirada por el pasillo que dejaba ver la puerta entreabierta. Durante unos dos minutos no pasó absolutamente nada, hasta que una fuerza interior le obligaba a entrar, quizá esa fuerza se llamaba curiosidad o simplemente preocupación, pero tenía que saciar esa ''fuerza'' con el remedio de ingresar a la casa del señor Walker, y para cuando se dio cuenta ya había pasado el marco de la puerta. Su andadura por el pasillo fue sigilosa. Miró a su alrededor y la casa estaba hecha un verdadero desastre, como si mil tornados hubieran arrasado solo el interior de aquella casa.

-¿Señor, señor Walker?- dijo con una voz algo temblorosa. -Hola, ¿señor Walker?- insistió sin tener algún resultado.

Trató de no pisar los escombros repartidos por todo el suelo. Jack tenía la certeza de que esas cosas no estaban ahí hace tiempo, sino que fueron echadas hace un corto periodo de tiempo, pues había un camino de un líquido oscuro que llegaba hasta una taza de lata, así que concluyó que no todo el desastre siempre estuvo allí. Mientras trataba de hallar el rastro de aquel vecino suyo, por los sucios cristales de la ventana avistó una silueta humana. Con pasos apresurados se acercó totalmente al cristal. Hizo un gran esfuerzo para poder ver, ya que la espesa noche no le permitía ver con claridad. Comprendío que en realidad eran tres personas, la del medio parecía no caminar, arrastraba los pies, aunque era algo difícil de saber con certeza. Los otros dos llevaban casquetes. Se dirigió a la puerta trasera con esperanzas de acercarse un poco más a esas machas que caminaban. Inmóvil observó. Por un instante dedujo que venían hacia él, pero luego se dio cuenta de que cada vez se hacían más pequeñas, entonces decidió ir tras ellos.

El aroma dulce del campo y la fresca noche mezclado con la oscuridad daba un aire tranquilizador y aterrador al mismo tiempo. Los siguió con cuidado para no hacer ningún ruido ni llamar la atención de esas personas. Esos extraños tenían linternas con las cuales le facilitaba andar por ese campo, él no podía ver por donde pisar y era lo que más miedo le daba, el hecho de ser picado por algún extraño bicho, o peor, por una serpiente venenosa. La luna cubierta por unas cuantas nubes, la aterradora oscuridad y el gélido campo hizo que desistiera su persecución. Se aferró a un árbol, y con el corazón acelerado levantó la cabeza con intención de no perder de vista a aquellas manchas negras con una luz guiadora, pero fue inútil. Pensó que finalizarían su recorrido entrando a una casa cercana o a un automóvil, pero siguieron caminando hasta mezclarse con la noche. No tenía más otra opción que volver a su casa y denunciar lo sucedido ante los agentes policiacos.

A pocos metros antes de llegar a la casa de sus abuelos, aún envuelto en la hierba y en el barro, a lo lejos observó una muchedumbre alrededor de la casa del anciano, imaginó que todo el vecindario oyó el disturbio. Continuó su camino como si nada. Subió a su cuarto y se limpió. No vio a sus abuelos, tampoco a su madre, ni a su padre por ningún lado, a pesar de que todas las luces de la sala y de los pasillos estaban prendidas, así que supuso que estaban agolpados junto a los moradores de aquel pueblo frente a la casa de al lado.


La Laguna de las ConspiracionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora