El último

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Habían pasado cerca de dos años desde el funeral. Kara se encontraba trabajando como asistente personal de Cat Grant en CatCo Worldwide Media. Alex había conseguido trabajo en un prestigioso hospital de National City.

Con el poco tiempo que habían tenido desde que habían comenzado a trabajar, se habían dado tiempo de organizar una pequeña cena de acción de gracias, ya que Eliza se encontraría en la ciudad en esas fechas, asistiendo a una conferencia. No sería nada grande, solo ellas dos y su madre. Además de que ya era hora de que compartieran con ella su secreto.

— ¿Qué pasas si no nos aprueba? — preguntó Alex, temerosa de la respuesta.

— Todo estará bien, cariño — respondió Kara, abrazando a su ahora novia.

— Yo... no quiero perderte.

— No lo harás. Si Eliza no nos aprueba seguiremos siendo hermanas, amigas. O lo que sea que tú quieras que seamos.

— No quiero que volvamos atrás. Quiero queseamos justamente lo que somos en este momento.

— Entonces lo seremos. Pase lo que pase, así tengamos que mudarnos a otra ciudad, otro estado u otro continente.

— Ella lo entenderá, ¿verdad?

— Sí — respondió Kara con una seguridad que no poseía, convenciendo a Alex al tiempo que escuchaba los pasos de Eliza subiendo las escaleras —. Mamá está en camino, prepárate para recibirla mientras saco el pavo del horno.

— No, señorita — Alex le detuvo, tomándole de la mano —. Tú lidias con mamá, yo sacaré nuestra cena del horno. No arruinarás mi pavo, no esta noche.

— Tonta.

Con un último beso robado, Kara caminó hacia la puerta abriéndola apenas escuchar el primer golpe.

...

La cena había ido de maravilla. Normalmente. había sido mucha comida para tres personas, pero Kara se había encargado de dejar apenas las sobras suficientes para un par de sándwiches para el almuerzo del día siguiente.

Alex había estado nerviosa todo el tiempo, cuidando exageradamente sus movimientos cuando se trataba de Kara. Incluso en tres ocasiones casi le había llamado "amor". Se había corregido a tiempo gracias a la mirada que su novia le había dado.

Eliza parecía estar feliz pasando el día con sus hijas. Sabía que apenas si tenían tiempo para visitarle e incluso los poderes de Kara habían estado un poco inestables en los últimos meses como para volar hasta Midvale de ida y de regreso. Y Eliza lo aceptaba.

Ahora, se encontraban comiendo el pastel de calabaza que tanto amaba Kara. Era de los primeros postres que había probado en la Tierra y eso le traía recuerdos nostálgicos.

— Así que, chicas — preguntó Eliza dejando su copa de vino en la mesa de centro cuando Kara iba por su cuarta rebana de pastel, Alex apenas había podido terminar con la primera y no entendía cómo es que su novia parecía comer como si no tuviera fondo —, ¿estamos solas hoy porque sus amigos les han cancelado o querían estar a solas conmigo porque tienen algo importante que decirme?

Ante tal declaración, Kara sintió que el pedazo de su quinta rebanada de pastel había quedado atorado en su garganta, mientras que Alex estaba intentando no expulsar el vino que se encontraba en su boca debido a la sorpresa.

— ¿Lo sabías? — preguntó Kara, tragando con dificultad.

— Lo sospechaba — respondió Eliza, mirándole.

— ¿Desde cuándo? — preguntó Alex, claramente estaba nerviosa.

— Cariño, las conozco — dijo como si fuese la cosa más obvia del mundo —. Son mis niñas, ¿crees que no notaría la forma en la que se miran desde los catorce años

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