alfa

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α

En mi sueño se cruzaron tres elementos desconcertantes, llevaba imaginándolos desde hace un par de días, olvidando los detalles a los segundos de despertar. Pero nunca ignoré los tres elementos; un aullido, un llanto tenue y el bosque. No los consideré relevantes porque donde vivo estamos rodeados por un bosque frondoso, pinos enormes que extienden sus ramas hasta el cielo, un olor a hierba húmeda que la ciudad nunca podría imitar, aunque se esfuerce.

Abrí los ojos aún con la imagen del sol colándose entre las hojas detrás de mis párpados y sentí un calor más intenso que el resto de las veces en que despierto de esa ilusión.

El invierno estaba comenzando, lo sé porque no escuché a los pájaros cantar temprano y porque el lado vacío de mi cama se siente más frío que de costumbre, especialmente hoy. El recordar qué día es solo hizo que mi pecho empezara a doler, podría llorar o podría gritar y aun así nadie me escucharía, estoy solo en mi cama. Lo he estado desde hace un año.

Cuando pasas doce meses aislado en tu casa, sin amigos y sin familia, las cosas empiezan a verse distintas. Al menos así es para mí, ya olvidé la última vez que dormí sintiéndome completo, abrazando un cuerpo y respirando una colonia dulce como la miel.

Es como si alguien me hubiera arrojado sin mirar a dónde podría caer... ¿Eso tiene sentido? ¿Es tan patético?

Gruñí restregando mis ojos y me giré enfrentado el techo, mi corazón late con fuerza y juro que estoy intentando no llorar ahora. Es demasiado pronto para quejarme.

Es que solo ver una almohada gélida a mi lado hace que quiera buscar su silueta y ni siquiera sé qué hora es todavía. Aspiré profundamente dejando que el aire matutino me llenara los pulmones y como si lo hubiera querido la alarma cortó el silencio haciendo una melodía estruendosa en la habitación. Agarré el teléfono golpeando bruscamente la pantalla, aun no entiendo muy bien cómo usar estas cosas, pero Nolen insistió en que no podíamos estar ajenos a la tecnología o viviríamos ignorantes.

Me levanté mirando por la ventanilla el cielo nublado, los pinos saludando al ritmo del aire y así empecé mi rutina.

Una ducha rápida, jeans holgados, pantuflas y a la cocina. Lo único que logró romper mi esquema era la falta de mermelada en la nevera, pero al parecer desperté invocando entidades porque justo cuando le fruncía el ceño a mi pan vacío alguien tocó la puerta.

Al abrirla no me sentí tan sorprendido.

— ¿Qué quieres, Niall?

Frente a mí estaba Niall, pecoso e infantil como siempre. Además de ser el omega más llamativo de la manada, ha sido mi mejor amigo desde cachorros.

Sonrió como un niño travieso antes de revelar un frasco detrás de su espalda.

— Sorpresaaaaa. — cantó agitándolo orgulloso.

Parpadeé sin recibirlo aún, lo miré y luego hacia atrás escaneando las paredes de la cabaña porque no tengo otra explicación para la coincidencia del momento más que Niall instalando cámaras.

— Harás que se me caiga la mano. — Rio ante su broma esperando a que me uniera.

Al ver que no sucedería se aclaró la garganta.

— La saqué ayer cuando fuiste por leña para ver si así salías de tu cueva al menos para ir a la tienda.

Se paró de puntillas para mirar hacia el interior notando el desayuno esperando sobre la mesa y me fulminó con la mirada. — Pero claro que no lo hiciste, alfa ermitaño.

it's hard for me to go home (be so lonely)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora