Reflexiones en la penumbra

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Es complicado articular palabras que parecen insignificantes para los demás, palabras que parecen flotar en el aire sin dejar huella alguna. Me sumerjo en un mar de preguntas, buscando desesperadamente el origen de mis dudas y el porqué de mi constante desconcierto frente a la interacción social.

Observo a las personas a mi alrededor, sus gestos, sus acciones, sus relaciones, y siento un nudo en el estómago que se aprieta con cada encuentro. Me resulta abrumador ver lo fácil que algunas personas parecen encontrar la conexión con otros, mientras yo me debato en una lucha interna constante. 

Sin embargo, algo extraordinario sucedió hace unos meses, un breve instante de claridad en medio de la neblina de mis inseguridades.

Estaba en el salón de clases de mi mejor amiga, rodeado de sus compañeros. Y durante esos escasos diez minutos, hablé con ellos como si fuera alguien completamente normal. La seguridad que irradiaba mi amiga, aunque ella misma no lo supiera, me permitió vencer mis propias barreras. 

Pero al salir de ese entorno protegido, me enfrenté nuevamente a la cruda realidad: lo que fui en aquel salón durante unos breves momentos no definiría mi vida entera.

Esa revelación desencadenó una tormenta de pensamientos oscuros. No deseaba morir, pero contemplaba con curiosidad morbosa cómo reaccionarían aquellos que dicen "amarme" al enterarse de mi muerte. ¿Sentirían algo? ¿Llorarían por mí? Me atormentaba la idea de que, en el fondo, mi ausencia sería apenas una nota al pie en el libro de sus vidas, olvidada con el tiempo y recordada solo en anécdotas fugaces.La contradicción entre la imagen que otros proyectaban sobre mí y mi propia percepción de mí mismo sembraba semillas de duda que crecían con cada interacción. Me repetían constantemente que tenía una personalidad hermosa, un pensamiento brillante.

 ¿Pero era verdad, o simplemente les decía lo que querían escuchar? Esta incertidumbre se convertía en el cimiento de mis dudas sobre mi identidad.

Con el paso del tiempo, descubrí muchas cosas sobre el amor, pero mi primera impresión fue de desdén hacia aquellos que se entregaban ciegamente a él.

 ¿Cómo podían ser tan ingenuos? ¿No veían que la felicidad en el amor era solo una ilusión, un espejismo en el desierto árido de la realidad? Observaba con amargura cómo las personas despreciaban sus propias vidas y anhelaban estar en otros lugares, creyendo que la hierba siempre era más verde al otro lado.

En esos momentos de desencanto, me preguntaba qué hacía yo aquí, en este mundo lleno de contradicciones y superficialidades. 

¿Cuál era mi propósito en la Tierra?

 No me consideraba humano, y esa desconexión con la humanidad me sumía en una profunda reflexión existencial.

Encontré a otros que compartían mi visión del mundo, pero descubrí con desilusión que muchos de ellos eran igual de hipócritas que aquellos a quienes criticaban. Pronunciaban palabras sabias y profundas, pero nunca las aplicaban en sus propias vidas, lo que me llevaba a cuestionar el verdadero valor de las palabras.

¿Qué importancia tenían mis propias palabras? ¿Acaso mis gestos, mi forma de mirar a los demás con desdén, definían más quién era yo que cualquier discurso?

¿Era acaso yo también un hipócrita al analizar todo esto y, a pesar de ello, seguir actuando según lo que se esperaba de mí? ¿Era solo un humano más, o simplemente un autómata programado para complacer a los demás?

Estas preguntas me perseguían como sombras en la oscuridad, envolviéndome en un torbellino de confusiones mientras intentaba encontrar mi lugar en un mundo que parecía estar lleno de contradicciones y superficialidades.

Sombras de la SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora