Capítulo 1

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Nadie podría describir jamás el sentimiento de tranquilidad y liberación que Midoriya había experimentado al despertar en su cómoda cama a las dos de la tarde.

Con su computador en una pieza, su hogar en silencio y la tranquilidad presente.

Claro, todo lo que recordaba de la noche anterior debía haber sido solo un invento de su imaginación.

No tardó en espabilarse, bajar las escaleras y después tomarse una taza de café. Luego tomó algún volúmen de algún cómic y se arrojó sobre su mueble a leerlo en total paz.

Una sonrisa se dibujó sobre sus labios.

Esa era la cotidianidad que Izuku anhelaba. Solo que sentía un incómodo vacío en el centro de su pecho, repitiéndole que allí faltaba lo más importante. La pieza más crucial en el rompecabezas.

La pieza que llevaba el nombre de Shinsou Hitoshi.

El chico más comprensivo y amable de todo el mundo, que si no fuera por las circunstancias actuales, se encontraría abrazándole por la cintura dentro de la familiaridad que ellos habían construido.

Antes de que se derrumbara hace a penas unas horas.

Al instante un sentimiento amargo se acunó dentro de su pecho, haciéndole recordar que aquella cosa importante ya no debía formar parte de su vida. Debía olvidarla.

Solo el agudo pitido de su timbre pudo taladrar en su cabeza y detenerle de llorar por décimo novena vez.

Calzó sus zapatos. Arrastró los pies. Giró la perilla con la misma monotonía de un robot programado específicamente para vivir por esa razón. No. No era de la buena monotonía que Izuku quería en su vida. Sino de la aburrida, repetitiva y sin cambios que evitaba crear.

Y detrás de la puerta, la persona que menos esperaba encontrar.

—Hola, Izuku. —su cabello violeta se veía tan suave como siempre. Sus ojos igual de profundos—Estoy aquí para... disculparme.

El cómic resbaló de su mano.

—Hi-hitoshi. -—Midoriya negó con la cabeza. Todo se estaba volviendo tan increíble...

Casi parecía no ser verdad.

—No digas una palabra más. —le interrumpió con prisa—El... día de ayer te traté mal. No me di el tiempo para explicarme, y ahora veo el error que cometí. —Shinsou atrapó una de sus manos entre las suyas, y le miró directamente a los ojos—Disculpame, Izuku. Nunca debí haber terminado contigo. 

¡Paren el mundo!

Midoriya necesita bajarse.

La verdad era que no podía siquiera respirar. El día anterior había pasado la peor experiencia de su vida, y ahora... se sentía renovado. Alegre. Conforme.

No podía pedir más.

—Shinsou... —murmuró, mientras su vista se nublaba con lágrimas de felicidad—Yo...

El reloj se detuvo. Cualquier posible sentimiento o sensación también lo hizo. Y todo lo demás, dejó de existir.

Ese era uno de esos momentos de las películas en los que los protagonistas se detenían a reflexionar sobre el tema principal; tal vez recordando una escena crucial o reparando en algo lo suficientemente pequeño para pasar desapercibido.

Pero Midoriya Izuku no era el protagonista ni de su propia vida.

Todo esto lo supo en el segundo en que Hitoshi le soltó. No tranquila y pacientemente como el Shinsou real lo hubiera hecho, sino con prisa. Como si su contacto quemara.

Dieciséis Pixeles [TodoDeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora