Otnemyr - La Sociedad Secreta de Sagord

Capítulo 3 - Escape

Después del altercado de los países superiores, de las potencias, de los millonarios y de los corruptos; algo nuevo había nacido. Al terminar las plagas, al pasar los años gemelos, al culminar los atentados y cuando las trincheras fueron cubiertas de tierra... El mundo había tomado un nuevo color, un color más oscuro. La sobrepoblación era un concepto totalmente ajeno a esa realidad, todo había disminuido. Los árboles, los ríos, los mares, los hogares y la gente. Todo era un renacer, un mundo nuevo; una nueva oportunidad de crear un mejor planeta, uno que estarían dispuestos a moldear.

Pasos se oían sin cesar, pasos fuertes, apresurados y atropellados... Esos pasos tenían un solo propósito, escapar. El extenso camino se abría para ellos, tan global y abierto; se podría llamar un Valle, un campo, un horizonte, pero para ellos era la única salida.

Su mayor ventaja eran los largos tallos verdes que sobresalía del terrorso pavimento que les servían como escondite, uno muy vago, muy débil; pero útil después de todo. Agacharse y ser silenciosos para no ser detectados era su principal objetivo, parecía fácil, pero con una mujer embarazada... Esa tarea tomaba un grado de dificultad más alto. No poder ser encontrados por algún guardia guerrillero que patruyaba la zona sería una bendición y un claro milagro, porque si no resultaba así, obtendrían su boleto gratis y sin retorno hacia el más allá.

Era un entorno peligroso, un espacio mortal. Estar expuestos tanto tiempo en los campos fronterizos era de alto riesgo, y ellos tratando de volverse invisibles para los ojos alargados de los militares que se aseguraban de que nadie pudiera atravesar las divisiones políticas; sería una misión difícilmente posible, pero la esperanza es lo último que se puede perder. La pareja tenía su esperanza casi extinta para éstas instancias.

El motivo que se habían propuesto, estudiado y analizado, con pros, contras, aciertos y fallas, durante un alargado tiempo atrás: era salir del refugio que los había acogido durante un año. Al ella quedar embarazada, decidieron irse, para poder ser libres y no darle a su hijo una vida miserable siendo vendido desde bebé, pero el destino llegó más pronto de lo que habían pensado. Tenían planificado huir por los caminos campestres lejos de la frontera, pero lo suficientemente cerca para poder cruzarla, en el período de tiempo más corto posible.

El refugio se encontraba en la provincia de Savannakhet en Laos, donde la pareja fue acogida por una comunidad de extranjeros exiliados de sus países. Viajeros clandestinos o grupos de personas que simplemente escapaban de las desgracias por las que estaban viviendo, por ejemplo: ser perseguidos.

Si no fallecian en su país natal, lo harían en el refugio.

El asilo era despreciable, podían admitir que los acogió como ningún otro, pero sus condiciones eran lamentables. Una casa de ladrillos naranjas sin pintar, el cemento sobresalía por las líneas que unían a cada bloque; el piso era de tierra, y las camas eran sólo mantas.

El techo era de trozos de madera picada sin ningúna colocación específica, nada ordenada, sucia y mohosa. Una estructura muy pequeña, sin cuartos, sólo existía un baño que contenía un lavabo y un retrete, nada más; si debían lavar sus cuerpos, irían al pozo a sacar agua.

Ni hablar de la comida. 3 raciones diarias y un vaso de agua por cada una. No eran 3 comidas muy saludables, sino decadentes; muy poca y mal cocinada. Si estás en un refugio Lam, no podías pedir lujos mayores. Todos dormían juntos, muy unidos, incluso más de lo que ellos quisieran; era incómodo y vergonzoso algunas veces, ya que aguardaban ahí más de 50 personas, y compartir no era su actividad favorita.

Era cierto, pasar tanto tiempo con personas desconocidas puede hacer que algunos se acerquen a otros, ya sea por amistad, o por teceras razones obvias. Los cónyuges habían hecho varios amigos, afectos que desarrollan de manera pasajera, siendo realista; llegaría un momento en el que todo se acabaría. Game over, tendrías que sufirir por aquel extranjero que te contó historias de sus viajes.