2- Nuestras contradicciones

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Axel miró hacia arriba inquieto y empezó a bajar ya a subir la persiana levemente.

—Estaba mirando que esto funcionara bien, nada más —dijo con la voz temblorosa y entrecortada—. Que antes estaba atascada y...

—Tu tampoco ya no sabes como pasar el tiempo, ¿verdad? —le contestó apática.

Axel se la quedó mirando sin saber que decir mientras ella daba otra calada al cigarro. Parecía cansada.
—No te preocupes, estamos todos igual. Algunos hablan solos, otros empezamos a fumar.

Notó como le cambiaba el color de la cara a rojo pimiento. Así que sí que se había reído de él hacía unas horas.

"No estaba hablando solo, le estaba diciendo a la mosca que saliera", pensó sabiendo que si decía aquello en voz alta tampoco iba a hacer que la impresión que tendría sobre él mejorara. Ella dio otra calada poniendo cara de asco y dejó la colilla en el cenicero que tenía sobre el alféizar de la ventana. Mientras, Axel buscaba la forma de abortar aquella interacción social.

—¡Puaj! —exclamó la chica—. Lo peor es que ni siquiera me gusta.

"Vaya tonta. Empieza a fumar en medio de una pandemia de un virus que afecta al sistema respiratorio y encima ni le gusta". Eso tampoco lo podía decir en voz alta.

—¿Y por qué lo haces? —le preguntó tras otro breve silencio incómodo.

—Bueno, soy humana, tengo mis contradicciones y todo eso —dijo bajando la mirada—. ¿Tu no tienes las tuyas?

Axel pensó en las notificaciones de Grindr sin abrir.

—Supongo —dijo al fin.

Silencio de nuevo. Ella parecía que estaba reflexionando y él quería despedirse pero no sabía como hacerlo sin parecer mal educado.

—¿Cómo puedes dormir por las noches? —le preguntó al rato.

Aquella pregunta de película parecía la típica que le hace un personaje a otro que ha hecho algo muy malo. Pero él no había hecho nada por lo que debiera tener dificultades para dormir, simplemente a veces tardaba más y a veces menos. Todo por darle vueltas a tonterías como los mensajes que había dejado en visto a lo largo del día y no sabía como responder.

—P-pues empiezo cerrando los ojos y... —fue lo primero que se le ocurrió.

No sabía como decirle que los vídeos de ASMR eran su salvación por las noches. Le daba una inexplicable vergüenza reconocer aquello ante una persona desconocida y, en definitiva, ante cualquier otra persona con la que tuviera algo de confianza.

Ella procedió a levantarse. Estaba sonriendo. Su hermana tenía razón, era bastante guapa. Cogió el cenicero y antes de cerrar la ventana dijo:

—Bueno, intentaré hacerlo así. Hasta mañana.

"Hasta mañana", repitió mentalmente.

Parecía no ser el único al que se le estaban haciendo tediosas tantas horas encerrado. Mientras él buscaba poder volver a pisar la calle, otros buscaban poder relacionarse de nuevo con otras personas. Cerró la ventana y se sentó en la silla del escritorio. En el reflejo del cristal de la ventana vio la sonrisa de tonto que se le había quedado. Se golpeó la cara con ambas manos e intentó pensar en otra cosa, como en aquella contradicción de tener instalada una aplicación que no tenía pensado seguir utilizando
Grindr había llegado a su vida semanas antes de la pandemia sin saber muy bien como. Al principio fue por curiosidad y, de paso, para matar el aburrimiento. Así fue como descubrió la que debía ser la peor forma de desaburrirse de la historia. Desde el segundo uno, sus mensajes se llenaron de fotopollas que no había pedido y de señores mayores que le solicitaban quedar con él a cambio de dinero.

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⏰ Última actualización: Apr 14, 2020 ⏰

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Tampoco es el fin del mundo (de momento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora