Come, pick me up.

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¿Te acuerdas de aquellas clases de Educación Física en la que siempre había alguien al que nadie escogía, el que tenían que elegir porque no quedaba nadie más? ¿Y cuando mandaban un trabajo, esa persona que a veces tenía que hacerlo sola porque los demás tenían pareja? ¿Esa que en el recreo se comía el bocadillo sentada sola, en un rincón apartado, mirando a los otros niños?

Bueno, esa era yo.

Nunca les gusté. Pero ellos nunca me gustaron, así que eso no me importaba. Me gustaba la soledad. Podía hacer lo que quisiera sola, y tenía la suficiente imaginación como para no aburrirme haciendo cosas que los demás consideraban aburridas. Les sorprendía que leyera por gusto y no por obligación. Y que conociera más música aparte de la que sonaba en la radio. Les impresionaban mis dibujos. Envidiaban que tuviera mejores notas que ellos. Se reían por lo bajo de mi forma de vestir. Buscaban motes que incluso a mí me parecían divertidos. Pero después de meses y meses llamándome así, creedme, pasó de ser gracioso a hacerme resoplar, harta. Y, después, siguieron poniéndome nombres. Nombres que hacían que quisiera salir corriendo, huir, enterrarme a mí misma, con tal de tener la libertad de llorar sin que nadie lo supiera. Podía aguantarme las lágrimas, era fácil. Disimular una sonrisa, incluso una risa que sonara realista. Fingir que me importaban los temas superficiales de los que casi me daba asco hablar. Y, por fin, volver a mi casa.

Mi habitación, un refugio contra el mundo, contra lo cruel, maliciosa y horrible que podía llegar a ser su cara más oscura. Allí nadie me insultaría, nadie se reiría de mí y nadie volvería a aprovecharse de mi incapacidad para decir que no.

Estaba a salvo.

Y les tenía a ellos. Me sentía completamente sola en el mundo, pero la música era ese hilo entre la gente como yo que por aquel entonces no creía que existiera y yo misma. Simple Plan, oh, qué bien debían de conocer esa sensación. Como si hablaran por mí. Una astronauta, eso era. Estaba al mismo tiempo conectada al mundo y completamente aislada de él. Pero yo no tenía a nadie que me diera la bienvenida a su vida, ni nadie que fuera capaz de dar todo por salvarme. Y también Johnny Cash, que estaba solo y deprimido cuando escribió sus mejores canciones. Pero a él le salvó su June Carter. Y Dave Grohl, con los Foo Fighters y con Nirvana. Él decía que no era como los otros. Pero yo sabía bien que había muchos como él.

¿Y por qué yo no conocía a ninguno?

Nadie diría que estuviera triste, mis padres creían que era otra niña feliz con amigas. Muchos dicen que, para sobrevivir en la jungla, hay que adaptarse al medio. Yo solo imitaba a mis compañeras, para que dejasen de verme como un bicho raro.

Tengo suerte de ser una buena actriz.

Llegué al instituto. Dios mío, fue horrible. Solo salí del fuego para caer en las brasas. Todos eran mayores, todos me miraban raro. Y no era más que una niña con una cazadora de cuero, ¿tan malo era? ¿Una cazadora de cuero me convertía en un animal de circo? Procuré vestir como ellas, lo más moderna posible. Pero una parte de mí quería mostrarse tal y como era. Y esa parte crecía y crecía. Un día explotó. Oh, cómo me miraron cuando aparecí por los pasillos con el pelo teñido de un rojo púrpura, brillante y estridente sobre mi melena corta y lisa. Bocas abiertas, ojos aún más abiertos. Pero yo sonreía. Ya no miraba al suelo, esperando que cuando levantara la cabeza hubieran dejado de mirarme. Ahora eran ellos los que parecían tener miedo de mi personalidad.

Eh, por cierto, esa niña de la que os hablo creció. Conoció a otros que habían sido los niños raros. Ya no estaba sola. Había encontrado su lugar en la jungla.

Ahora es feliz.

"So tonight I'm calling all astronauts, all the lonely people that the world forgot. If you hear my voice come, pick me up. Are you out there? 'Cause you're all I've got!"

Pierre Bouvier, Simple Plan.

Astronauta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora