Prólogo

139 17 21
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El continente de Pravána, era una de las más extensas tierras continentales habitada por la raza Indah que por milenios se había dedicado a poblar planetas y lunas.

Pero esos tiempos habían cesado y con la extinción de todo objeto que permitiera el salto cuántico de espacios en el universo, los residentes de un "planeta colonizado por Correnget" fructificaron en cultura, historia, lengua y artes cósmicas.

La ciudad capital del basto continente de Pravána denominada Connak, esa tarde veraniega deslumbrará en esplendor, las calles repletas de gente pueblerina danzando sin parar, acompañada de música, alimento, y regocijo.

Ese día de fiesta se conmemoraba los 1800 años de independencia del planeta colonizador, Correnget, donde los tres continentes aliados habían salido victorioso y las rutas de trasportación cuántica habían sido destruidas, y ahora era historia antigua que los pueblerinos transmitían como relatos míticos a sus hijos e hijas.

El palacio real ubicado en el centro de la ciudad no era la excepción, desde el comienzo del día la sala principal se había llenado de comida, invitados de todo el continente, música armónica y humor traído de alguna que otra representación de obra teatral.

En esa ocasión la realeza y la nobleza se había amontonado en la sala del trono, donde todos admiraban una de las muy populares danzas realizadas por varias de las damas personales del rey, que eran educadas en las artes, tal como su rol de femenina de buena posición en la corte lo dictaba.

Como era de esperarse, la esposa real no veía la actuación con buenos ojos, la mayoría del público expectante era masculino, la llenaba de una incomodidad tajante, el estar rodeada de hombres que parecían estar babeando por las mujeres como si se estuviera exhibiendo en una venta de bienes al mejor ganado.

Las danzarinas iban y venían a través del centro del salón, pisando con mucha delicadeza el piso de madera con sus zapatos de cuero, sus escotes pronunciados, mostrándolos en un notorio intento de llamar la atención y sus vestidos llenos de lentejuelas brillaban con la luz del sol de la tarde filtrándose por las tres gigantescas ventanas.

Al final del acto el público estalló en aplausos y ovación, muchos de los hombres del público se desilusionó al saber que únicamente podrían apreciar la belleza de las mujeres a la distancia, pues le pertenecían al monarca.

La reina que recibía el nombre de Penélope no era la única descontenta por la exhibición de las bailarinas exóticas, también lo estaba el gran invitado de su alteza, el joven Aitor Iberretxe residente del continente Iøunn el cual había arribado esas tierras en calidad de enviado personal del monarca, Diácono Aldebarán, para hacer acto de presencia en el tratado de libre comercio marítimo que habían pactado ambas naciones.

—Espléndido, realmente espléndido, ¿No lo creé, señor Iberretxe? —dijo el rey, aplaudiendo el acto de las bailarinas mientras estas se inclinaban ante su rey.

𝐀𝐥𝐚𝐝𝐞𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora