Capítulo XVI: La jarra vacía

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Las Erinias se habían marchado con la carga de los prisioneros fugitivos, ahora dependía de esas mujeres hacer cumplir las leyes.

Después de tal arrebato de batalla, los miembros de la guardia del Príncipe Aldebarán se dispusieron a comenzar a preparar los caballos para partir lo más rápido posible.

Habían perdido mucho tiempo, debían irse inmediatamente.

Neydimas recostó su espalda sobre el tronco del árbol de Ciprés que la familia Agneta tenía justo frente a la estrada de la casa. El término de ensillar su caballo, cargar sus alforjas con objetos personales y preparar sus armas, estaba esperando que sus hombres cargarán los víveres que la esposa del señor Claus Agneta se dispuso a ofrecer tan amablemente, y que Evander cargará su provisión de hojas secas de tabaco para fumar por el trayecto hasta la ciudad Edén.

Neydimas Aldebarán suspiro hastiado, llevo su cabeza hacia atrás, recostándola sobre el tronco, entrecerró los ojos, y se pellizcó el puente de la nariz notando lo grasosa y sudorosa que se encontraba la piel pálida de su rostro.

En esos momentos, logro controlar el inafrontable estado catatónico de su cuerpo, entrelazó las manos detrás de su espalda mientras su cabeza era asaltada por un contante dolor mezclado con un conjunto de emociones agobiantes que no podía sacar al exterior, pues sentía que terminaría ahogándose.

Por ahora la noticia inesperada de que una enemiga de antaño seguía viva es lo que su mente intentaba procesar una y otra vez. Era demasiada coincidencia que las principales características de esa mujer fueran su calvicie y el carecer de uno de sus brazos. Sin duda se trataba de la mujer del abanico.

«¿Por qué? ¿Por qué no puedo ser lo suficientemente fuerte? No pude detenerla antes, regresó de las sombras para atormentarme. Una y otra vez, una y otra vez... Es lo mismo. La historia se vuelve a repetir. En lo profundo de mi ser, el dolor está regresando. No voy a poder vivir si esa mujer sigue respirando... debería estar muerta. ¡Debió morir!»

El príncipe apretó los labios y respiro profundo, intentando distraer ese caos en su mente miró a un costado, observó como su primo, Evander, estaba hablando de manera muy afable con la hija mayor del señor Agneta, la joven que habían rescatado de esos rufianes.

Lucía mucho mejor desde el incidente, si bien conservaba algunos ligeros rasgos de consternación de forma externa su semblante no estaba oculto por el velo del pavor. No podía oír lo que hablaba con Evander a esa distancia, sin embargo, por el gesto de los movimientos de la fémina ella estaba dando las gracias.

El hecho de que se acercarán a su acompañante primero antes que él no le sorprendió. Era normal que muchas jóvenes se sintieran intimidadas o incluso incómodas por la aparente falta de empatía del muchacho.

Esto provoco que la impaciencia lo desgarraba aún más.

Perdieron el valioso tiempo, no aguantaba más esa ansiedad que lo carcomía, regresaría a Edén, terminaría con la misteriosa tarea que le encargaron, encontraría al antiguo camarada de su tutora, terminaría su entrenamiento y después tal vez y solo tal vez... Vencería a la mujer del abanico.

𝐀𝐥𝐚𝐝𝐞𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora