XIX. Ven, te doy la razón

1K 131 296
                                    

Las cosas volvían a cambiar tan rápido que resultaban desconcertantes para Jotaro. Se mantenía pensativo mientras observaba los perfiles durmientes de su ex mujer y su hija sobre la cama. Le parecía una broma de mal gusto que justo en la noche pasada y ahí mismo, Kakyoin y él hayan estado tan felices, entregándose amor.

No podía pegar el ojo y solo le quedaba pensar. Se le pasó por la cabeza que tal vez la puerta de la habitación de Kakyoin no tenga puesto el seguro. Quería recostarse junto a él para descansar. Desechó esos pensamientos. ¿Para qué lo haría? ¿Para que a la siguiente mañana Kakyoin continúe con su discurso de "amigos"?

Se enojó y enterró su cara en la almohada. No podía hacer eso. Estaba ahí con su hija y la madre de esta, no podía irse a ver a Kakyoin, ¿no? De hecho, probablemente este pudo haberle puesto seguro a su puerta para que se no se atreva a hacerlo. Seguro lo hizo, como siempre él quería esconder ante todos el amor que se tenían. Cerró los ojos con fuerza, decidido a dormirse.

Mientras tanto en su habitación, Kakyoin seguía con la mirada fija en la puerta de su habitación. El seguro estaba descorrido ante la esperanza del pelirrojo de recibir alguna visita nocturna, tal vez un intento de charla con Jotaro. Pero no sucedió. Al parecer esta vez ya no iba a quebrar las reglas por él.

Temblaba entre sus mantas y se sentía estúpido. Muy en el fondo, le hirió en el orgullo que Jotaro haya sido quien diese el paso hacia atrás en esa ocasión. Había sido más fácil cuando él lo hacía, decir que era por el bien de la reputación y marcharse. Pero cuando lo hizo Jotaro... el dolor junto al desconcierto daban un golpe considerable.

Recordar que al amanecer serían vísperas de Año Nuevo y el último día de reunión lo afligían más. Iba a finalizar un año en el que tuvo la posibilidad de volver con Jotaro, pero ahora iba a empezar otro año igual, solo y frustrado de compartir cama con cualquiera menos él. Ya no le parecía una labor sencilla dejarlo ir tras esa convivencia ajetreada pero dichosa que habían tenido.

No, ya no tenía ganas de ir a esa cena de gala. ¿Para ver a Jotaro y Jole actuar de padres de familia responsables toda la noche? ¿Y a todo el mundo feliz con su propia pareja? Ni siquiera podía contar con su grupo de trabajo. Lo peor era que seguramente Joseph lo obligaría a ir y presenciar toda esa fiesta, aunque él no tuviese nada qué celebrar.

Miró el reloj de la mesita y recién eran las 12. No conciliaba el sueño, ni parecía estar por hacerlo. Se le pasaron muchas ideas por la cabeza. Podía salir a un bar, se le ocurrió a su parte más autodestructiva. Después de todo ese día no tenía mucho qué explicar durante la última reunión, solo acomodarse las gafas frente a un papel y asentir hasta que acaben todos de compartir sus conclusiones.

También podía sentarse frente a su telescopio y observar, pensó más calmado. Se levantó de la cama pausadamente y pese a todos los temblores que sentía. Avanzó hacia la ventana y empezó a armar el trípode con mucha paciencia. Una vez calibrado todo, sacó su carta celeste y trató de distraerse un rato con sus amigos los astros.

Pero era Nueva York, después de todo, y el cielo no era tan nítido y fascinante como en Kiruna. Mirar el cielo e ir de fiesta eran cosas que podía hacer allá, en medio de su soledad. Después de todo, ese parecía ser el sitio que le correspondía. Eternamente entre las nieves.

Sabía qué tenía que hacer, pensó resignado y empezó a vestirse. No se percató mucho de qué se ponía, se cubriría con una gabardina de todas formas. Tomó de su mesa de noche su billetera y llaves antes de salir del apartamento de forma cautelosa. En serio no quería seguir la farsa de obligarse a asistir al cóctel, en un evento donde no encajaba.

-Al aeropuerto Kennedy, por favor.-le indicó al taxista.

Si esperaba a comprar sus boletos en Año Nuevo, solo se encontraría con un aeropuerto abarrotado. Y más aún para conseguir un vuelo a su ciudad, se demoraban bastante buscando vuelos que se acomoden a sus tres escalas. Trataría de dormir después de que culmine el congreso, no quería caer exhausto como la vez pasada. Y ahora tenía mucho estrés acumulándose en él, así que siempre estaba el riesgo de repetir el incidente.

Todavía podemos decir "una vez más";「JotaKak」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora