El trato

79 1 0
                                    

¿Qué me parecía? ¡Aquello era una completa locura! Me incorporé sobresaltada de la silla y empecé a dar vueltas por la habitación, como minutos antes había estado el agente Hartford. ¿Qué cable se les había cruzado a aquellos dos? ¡Prefería mil veces ir a la cárcel que meterme en ese embrollo!

-Se les ha ido la pinza.

Miré a los dos agentes, uno tan relajado en su silla, el otro tenso a su espalda. Ninguno contestó a mi afirmación mientras yo intentaba averiguar a qué estaban jugando. ¿Sería una técnica para que soltara lo que supiera y punto? Porque estaba empezando a planteármelo, era más seguro que lo que ellos me proponían.

-¡Sabrían que es mentira! ¡Nunca me ha interesado lo que hace mi hermana!

La sonrisa del agente Lester se hizo más amplia mientras yo empezaba de nuevo con mis vueltas nerviosas y pensamientos acelerados. Aceptar ese trato implicaba no sólo poner en riesgo mi propia vida, sino dejar uno de mis empleos con mucha probabilidad. Dejaría de tener ese pequeño ahorro mensual que era mi vía de escape a largo plazo...

Pero la idea de un futuro lejos de Londres, de Jess y de sus problemas... Era lo que tanto ansiaba, por lo que llevaba meses durmiendo menos de 6 horas diarias y trabajando hasta la extenuación. Cada vez las deudas de mi hermana nos ahogaban más, y mis ahorros corrían más peligro. ¿Realmente podría salir del círculo vicioso en el que se había convertido mi vida ayudando a esos agentes?

-Entendemos perfectamente los riesgos que conlleva este trato, pero estaría bajo la protección de la NCA. Lo que hiciera a partir del momento que firmara nuestro pequeño trato estaría bajo los términos del mismo, y no se le podría juzgar por esas acciones. En su caso el tráfico de estupefacientes sería una tapadera como informante, por lo que no constituiría un delito como tal.

El agente Lester estaba tranquilo, como si hiciera a diario eso de ofrecer a la gente convertirse en cabezas de turco o "informantes". No conocía a nadie del barrio que nunca hubiera ayudado a la policía, todos pensaban que no había policía bueno mientras ejerciera, así que no tenía ni idea de si cumplían lo que decían o sólo eran mentiras.

-¿Y si no acepto el trato?

Con una falsa calma, volví a tomar asiento delante de aquellos dos agentes. El que estaba de pie relajó un poco los hombros, pero los ojos marrones del otro adoptaron un brillo acerado.

-Si no acepta el trato, será procesada inmediatamente por tenencia y tráfico de estupefacientes, así como de por obstrucción a la autoridad. Todo el material encontrado en su coche se requisaría. Probablemente fuera a la cárcel, y debería todo el dinero de las drogas incautadas al traficante para el que trabaja su hermana.

Sus palabras me sentaron como una ducha de agua fría en pleno invierno. No tenía otra opción que aceptar aquel trato si quería evitar la cárcel. No estaban intentando ser amables conmigo, me estaban dando una opción que les beneficiaba. Probablemente a esos dos no les importara una mierda lo que ocurriera conmigo si no pudiera ayudarles.

-Piénselo bien, señorita Taylor. No tendrá otra oportunidad como esta, y dudo que una joven como usted quiera un futuro de expresidiaria.

Se levantó de la silla con aquella frase lapidaria. El agente Hartford estaba ya junto a la puerta, a punto de salir de aquella agobiante habitación sin ventanas, sin alternativas, sin escapatoria. Dejándome dentro, atrapada.

-¡Me están pidiendo que elija entre ir a la cárcel por no hacer nada o convertirme en una camello chivata! –chillé, perdiendo completamente los nervios. Me incorporé de la silla, toda la aparente calma transformada en miedo y furia-. ¡Están pidiéndome que sea una kamikaze y que me meta en la boca del lobo en lugar de hacerlo ustedes! ¡Son unos cobardes!

Esclava de la drogaWhere stories live. Discover now