Despertares

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El sonido del despertador me encontró despierta y mirando al techo del salón con inquietud. Había llegado a casa apenas hacía apenas cuatro horas, y me había encontrado con una nota de Jess en la mesa pidiéndome que le dejara el bolso en la percha antes de irme a currar. Ni un "gracias por lo de anoche", ni un signo de preocupación por mí porque no hubiera llegado antes que ella a pesar de ir en coche, solo parecía preocupada por su mercancía.

Había pensado en despertarla y tirarle a la cara el puñetero bolso varias veces a lo largo de la noche, pero lo que los agentes de la NCA me habían pedido requería que al menos tuviera una relación "cordial" con mi hermana, aunque cada vez me apeteciera menos. Había estado ganando el doble que yo durante los últimos años, y no había pagado el alquiler ni una vez, ni las facturas... Me sentía traicionada, aunque ya supiera como era Jess desde que éramos pequeñas.

Miré la pantalla rota de mi teléfono, un modelo viejo que me había "regalado" después de que uno de sus benefactores le regalara otro más nuevo y con la pantalla intacta. Eran las 6 de la mañana, y tenía que pasar por el hotel a informar de mi renuncia y a cumplir con mi turno de hoy antes de ir a la reunión de esa tarde. Por suerte, hoy no me tocaba trabajar en el supermercado, porque habría supuesto un pequeño problema de logística.

Fui descalza hasta el baño, esquivando unos zapatos de tacón en el pasillo y el maletín de peluquería de mi madre. La casa estaba patas arriba, y me sentía incapaz de llegar limpiando todos los días. Cada vez me pesaban más las discusiones con mi madre por la limpieza, porque respetaran mi horario de dormir o por cualquier otra gilipollez. Cada vez estaba más cansada de esa casa desastrosa y sin control alguno.

El espejo me devolvió ese hastío en forma de ojeras y una mirada cansada. Tenía los ojos grises como mi padre, siempre había pensado que mi madre prefería a Jess por eso: no debía ser fácil ver día a día unos ojos similares a los de aquella persona que te abandonó con dos crías a cargo. Yo nunca me había preocupado por pensar si me gustaban o no.

Suspiré y me deshice de la ropa de ayer, que con los nervios no me había quitado al llegar a casa. Quizá eso había contribuido a que no hubiera dormido nada, o quizás solo fueran los remordimientos.

El agua caliente me recibió en la ducha como un abrazo, destensando los músculos de mi espalda y corriendo por mi pelo libremente. No tardé más de cinco minutos en estar fuera del agua, pero ese momento me supo a gloria como todas las mañanas. Me esforcé en secarme el pelo para que no me mojara la ropa y salí envuelta en una toalla del baño, dejando atrás mi momento sin preocupaciones.

Al llegar al salón, volví a leer la nota de mi hermana mientras me terminaba de secar y me ponía la ropa interior. Para que el plan de esos dos agentes locos funcionase, tenía que convencer a mi hermana de que me metiera en su negocio, y ahora mismo tenía más influencia sobre ella que en ningún otro momento de mi vida: tenía 3000 libras de su jefe en mi poder. No iba a tener mejor oportunidad que esa. En la ducha había tenido un pequeño momento de claridad, y la idea parecía factible.

Escondí el bolso con todo su contenido en el altillo del pasillo, detrás de las dos cajas en las que guardaba mi ropa de verano. Jess no había abierto ese armario en años, no lo iba a abrir ahora. Antes pensaría que el bolso estaba aún en el coche o que lo llevaba yo encima. Con esa idea en la cabeza, me terminé de vestir y me fui hacia la puerta de la habitación de mi hermana.

No llamé al entrar. Había sido la habitación de mi infancia, si bien después de que la litera se rompiera "por accidente" hacía unos años había pasado a ser la habitación de Jess. Aún recordaba las noches en las que me había acurrucado entre las sábanas, oyendo a mi hermana contar cuentos desde arriba. Pero parecía que esos momentos habían desaparecido ya, ni siquiera la cama estaba en el mismo sitio: ahora una cama doble ocupaba la otra esquina de la habitación, mientras que un tocador había usurpado el lugar de nuestra litera.

Esclava de la drogaWhere stories live. Discover now