Encuentros

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El chirrido de las ruedas viejas contra el asfalto en aquel giro imprudente me hizo apretar los dientes con fuerza mientras Jess miraba hacia atrás con preocupación.

-¡Aún nos siguen, Nell! –me gruñó sin dejar de mirar a nuestra espalda.

Pisé el acelerador y me incorporé a una avenida de la City que parecía algo más transitada. Quizás pudiéramos ganar algo de ventaja colándonos entre el tráfico para evitar que nos pillaran. Adelanté un par de taxis y esquivé el tráfico con fluidez, sin pasarme de velocidad para no levantar más sospechas de que aquello era una persecución casi en toda regla.

-¿Se puede saber qué coño ha pasado esta vez, Jess?

Mi hermana solía estar metida en problemas, pero no era raro que sus benefactores la sacaran de ellos a golpe de talonario y con algunos favores pendientes en su cuenta. Casi siempre eran temas de deudas, de haber dejado tirado a alguien o cosas similares, pero por su expresión hoy parecía diferente. Estaba realmente acojonada de lo que sea que estuviera escapando.

-Creo que he tratado de venderle droga a unos rivales de Boswell.

Un escalofrío me recorrió la espalda al oír ese apellido. Era el tipo para el que mi hermana pasaba droga. Por supuesto, ella no lo hacía gratis, todo tenía su precio... incluso que una stripper de un local de poca reputación se convirtiera en la mejor camello de la zona. ¿El motivo? Nadie la veía hacer sus tratos, Jess era lista en ese sentido.

-Eran dos tipos demasiado guapos para estar en el Heels, pensaba que venían a por tema... ¡Joder! La he cagado, Nell. La he cagado pero bien.

No sabíamos en aquél momento cuánto la había cagado en realidad. Seguí el sentido del tráfico, intentando adelantar la mayor cantidad de coches posibles sin llamar demasiado la atención. El sedán negro que nos seguía desde que había recogido a Jess en la puerta del local se había fundido con el tráfico mucho mejor que nuestro viejo y renqueante Seat rojo desconchado, y ahora no tenía muy claro si estaban más cerca que antes o no.

-Menos mal que no eran los tontos de Scotland Yard...

Una sirena de policía cortó la frase de mi hermana. Un silencio sepulcral se hizo en el coche mientras yo miraba por el espejo retrovisor intentando localizar la luz azul entre el tráfico. Aceleré un poco más y me eché a un carril lateral para disimular que estaba dando paso a la policía en lugar de buscando una forma de escapar.

-No me puede pillar la pasma, Nell. Llevo de todo en el bolso, me caería una gordísima y Boswell...

No necesitó terminar la frase para que comprendiera lo que quería decir: más deudas que pagar a un gran jefe de la droga, y probablemente algunos años de cárcel para mi hermana sin la protección de nadie allí dentro.

Puse el intermitente y giré en una calle más bien estrecha a más velocidad de la que debía. Oí el ruido de un claxon a mi espalda, pero no disminuí la velocidad hasta llegar a las puertas del Royal London Hospital.

-Entra ahí y espera al menos una hora antes de salir.

-¡¿En un hospital, Nell?! ¡¿Estás loca?! ¡Va a ser el primer sitio en el que van a buscar!

-Es esto o que salgas corriendo al metro y, con suerte, te subas antes de que te pillen. –Era de madrugada, y el servicio era mínimo o nulo, y eso Jess lo sabía más que de sobra-. Metete en la sala de espera y di que estás esperando a que una amiga dé a luz, lo que se te ocurra...

No necesité repetirlo una tercera vez. Jess abrió la puerta del coche y se precipitó hacia la puerta del hospital sin dirigir ni una sola mirada atrás. Me habría gustado que se girara y me deseara suerte, pero eso nunca pasaría. Con un suspiro hastiado, aceleré y volví al asfalto. Conduciría en dirección a las afueras, ya vería luego qué hacer.

Esclava de la drogaWhere stories live. Discover now