La vida de Lázaro siempre ha estado marcada por horrores de todo tipo, horrores que venían desde comienzos tempranos de la niñez.
Para empezar tuvo la desgracia de crecer en una familia de científicos poco ortodoxos, unos que llevaban sus experimentos un poco más allá, por lo que en las noches solía escuchar gritos. En un inicio creyó que eran sus padres, pero un día, con ocho años y lleno de curiosidad, decidió bajar al laboratorio de su padre, lugar al que no le permitían ingresar.
Una vez ahí dentro, lo que vio lo dejó marcado de por vida. Frascos de vidrio con órganos y fetos humanos, puestos todos sobre una mesa de laboratorio ensangrentada.
Pero lo peor fue el monstruo que yacía atado a una especie de cama. Aquél eran dos cuerpos de niños, unidos con unas costuras extrañas, los cuales parecían haber sido despojados de sus ojos, pero que murmuraban casi al mismo tiempo: “por favor… mátame.” Con voces que apenas se podían percibir. No tardó nada en salir de allí gritando, traumatizado de por vida con lo que había visto.
Un año después de aquel evento (con el que soñaba cada noche), cuando Lázaro ya tenía ocho años, la policía visitó su hogar, buscando a sus padres, los esposaron y se los llevaron en un coche, mientras que otro policía se acercó a él, diciéndole que todo estaría bien.Fue llevado a un orfanato, un orfanato pequeño y con gente malvada, gente de todo tipo. Allí, los niños mayores abusaron de él tanto por golpes, como de manera sexual, destruyendo cada gota de inocencia en su propio cuerpecito.
Pero todo acabó cuando, una noche, un niño volvió a intentar abusar de él, entonces recordó aquel evento que tanto le había traumatizado antes. Recordó la expresión de dolor de aquél monstruo y deseó verla reflejada en la cara de aquél niño que se encontraba encima suyo, pero sabía que no era el momento.
Una vez que el acto hubo acabado, aquel abusador se acostó a dormir, mientras que él se quedó toda la noche pensando en ello. Planeando su ejecución.
No quería matarlo, quería verlo retorcerse en dolor, que llegara al punto de pedirle por favor ser asesinado, de oírle rogar porque su sufrimiento terminase, al igual que como este lo había escuchado muchas noches anteriores.
Al día siguiente, en el comedor se guardó disimuladamente el cuchillo de su compañero, en el almuerzo y otra vez lo hizo en la cena, por lo que culparon a este chico. Se dirigió a la habitación y guardó debajo de la almohada, para luego esperar a que llegase este hijo de puta.
Aquella noche volvieron a intentar abusar de él, cosa que dejó pasar. Pero esa misma noche, esperó a que se durmiera, y una vez lo hubo hecho, procedió a clavarle los cuchillos en los ojos, haciéndolo despertar a gritos.
Sí, hubo castigo. Lo cambiaron de orfanato tras haberlo llevado al “foso de los niños malos”, pero al menos había dejado completamente ciego a su abusador.Los años pasaron y cuando cumplió la mayoría de edad, decidió convertirse en un médico, para poder investigar a fondo el comportamiento del cuerpo humano.
Y así lo hizo, estudió medicina y logró recibirse a los veintiocho años de cirujano plástico. En un inicio había pensado en la cardiovascular, pero tras múltiples reflexiones llegó a la conclusión de que la cirugía plástica era la versión más perfecta, la que te permitía moldear el cuerpo a gusto.En el momento en que comenzó a ejercer, se dio cuenta de que adoraba su trabajo con alma y vida. No importaba si la persona había sufrido un accidente o si meramente deseaba cumplir un capricho, lograba arreglar su cuerpo para dejarlo como nuevo o librarlo de imperfecciones.
Pero poco a poco, comenzó a obsesionarse más y más con esto. Llegando a la conclusión de que lo que hacía era muy poco, de que debía de ampliar sus horizontes, pero que la vía de la legalidad no le permitía hacerlo.
Así que comenzó a frecuentar bares nocturnos, solo para llevarse a quienes estaban borrachos, procediendo a explorar los límites del cuerpo en ellos.Una noche, una extraña y hermosa mujer se le acercó, con unos largos dedos de aguja y un rostro más que perfecto, diciendo las palabras “creo que podrías valer la pena, Lázaro.”
Él no sabía a qué venía esto, pero no le dio tiempo a preguntar antes de que todo se volviera negro.Al despertar, tenía una sed extraña, una sed de sangre que parecía insaciable, mientras que frente suyo había un ser asqueroso, con un aspecto monstruoso, pero al que si le mirabas los ojos se podía ver una chispa de humanidad. Aquél ser repulsivo, en lugar de asquearle, le pareció tan, pero tan hermoso, que se sentía maravillado por ello. Esta criatura se posó a su lado y, sin quererlo, acabó por lanzarse sobre ella, drenando cada gota de sangre de su cuerpo.
Al terminar, escuchó unos aplausos, mientras que dejaba el cuerpo sin vida de aquella cosa tirada en el suelo.—Dime, ¿Qué es esto? Y… ¿Por qué es tan hermoso? ¿Tú lo has hecho? —Preguntó refiriéndose a la persona que había aplaudido, aún sin verla, observando el cadáver del bicho con una mirada de disfrute total.
Y desde ese día, Lázaro conoció lo que era ser un vampiro. Los meses pasaron y con ello sus primeros dos años. Terminó los ritos y, finalmente, se volvió un miembro del Sabbat y un estudiante comprometedor de Vicisitud.

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Transfondos.
SonstigesLas historias de los personajes que he creado para mis partidas de rol, recopiladas en un solo lugar. Sin fichas, solo historias.