Shinichi siempre ha poseído mala suerte, y ha tenido que vivir con eso. Pero cada vez que lo piensa, él niega que siempre tuvo y tendrá mala suerte, y suele recordar, como evidencia de esto, las únicas 3 veces que tuvo buena suerte en toda su existe...
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Shinichi suspiró. Estaba realmente molesto.
"¿Cómo se te ocurrió hacer esto sin decirme nada, idiota?"
El ambiente era pesado. Los policías corrían de un lado para otro, alumbrando con sus linteras el camino por el cual pasaban. Y, a lo lejos, se escuchaban los gritos del inspector Nakamori, y la risa burlesca que había resonado en toda la habitación, se había apagando poco a poco, según pasaba el tiempo.
Shinichi miró hacía la derecha, y luego, hacía la izquierda. A pesar de no ver nada, dio un paso hacía delante, justo donde había estado la joya, y a su vez, yacía un cuerpo inerte, tumbado en el suelo, en un charco de sangre.
—Vaya, esto si que es mala suerte —escuchó a un policía mientras observaba el cadáver.
Y, por un momento, olvidó que estaba en un atraco, rodeado de los que eran —probableme—, los causantes de todo lo que estaba pasando.
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Tenía poco más de 5 años cuando lo vio por primera vez.
Era apenas un niño, y no recordaba mucho, pero en la mente de Shinichi simpre habría un vago recuerdo de quien fue ese niño que significó tanto para él, en algún momento de su vida.
Un pequeño con cabello revuelto, ojos índigos, y brillantes, de contextura delgada y muy alegre.
Un niño que siempre le ofrecía una sonrisa, y aunque aún no lo dominaba muy bien, intentaba darle una rosa cada que podía. Sólo para poder verlo sorprendido y feliz.
Shinichi aún recuerda cuando lo conoció. Él era hijo de Toichi Kuroba, el mago que le estaba enseñando a su madre el arte del disfraz. Un pequeño mago que recién estaba aprendiendo sus primeros trucos.
Ese día Shinichi estaba esperando a Toichi mientras leía un libro de misterio. Yukiko había insistido mucho en que estuviera presente en la clase de hoy, ya que Toichi iba a traer a su hijo, un niño de la edad de Shinichi, que correspondía al nombre de Kaito Kuroba.
