2. A su merced

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Nombre: Valeria Sejas Oviedo

País: Bolivia

Nota de Autor: Esta historia está situado años antes del "Infierno de Gabriel". Mostrándonos un vistazo de un Gabriel sometido a su adicción a las drogas, su débil intento por dejarlo y la relación rota con Paulina, la madre de su primera hija.


GABRIEL


Llevaba una semana limpio, solo una maldita semana y tenía los nervios de punta y las ganas de lanzarme del último piso de un edificio eran cada vez mayores.

Le prometí a Paulina que dejaría todas esas porquerías que consumía a diario, me había prometido a mí mismo no volver a consumirlas nunca más, por nosotros y por aquello que habíamos hecho juntos. Pero había subestimado completamente el poder que esas sustancias tenían sobre mí, no podía concentrarme, no estaba ni un segundo tranquilo y mis niveles de intolerancia sobrepasaron niveles estratosféricos; por esta causa ayer, santo cielo, ayer me metí en una pelea y solo porque el hombre me golpeo el hombre al pasar la avenida, no sabía qué hacer con el hecho de que no soportaba ni el sonido de una mosca volando cerca mío.

"Un poco no te hará daño"

Sacudo mi cabeza desechando ese pensamiento, necesito cumplir mi promesa, necesito cumplirme a mí mismo.

– ¿Quieres que te sirva un café? – La voz de Paulina me saca de mis pensamiento – Estas temblando mucho, puedo traerte una manta si gustas.

–Estoy bien – le respondo cortante, no es mi intención pero ahora mismo no me encuentro con las ganas de hablar con alguien.

–Cariño, no pareces bien – susurra – pídeme lo que quieras y yo lo hago.

–No quiero nada – diga cada palabra con detenimiento - ¿es tan difícil de entender?

–Entiendo cómo te estas sintiendo – suspira – pero es lo mejor, por nuestra hija.

–Lo sé – paso las manos por mi pelo, en un gesto que se volvió habitual en mi desde que deje de consumir, es una manera de demostrar mi nerviosismo.

–Entonces deja que haga algo por ti, te veo nervioso y yo puedo ayudarte a distraerte de todo por un momento.

Camina despacio hacia la silla en donde me encuentro sentado, la miro fijamente mientras hace un intento de seducirme, pero ella ya no me provoca absolutamente nada.

Con lentitud ella se sienta sobre mi regazo, con ambas piernas a los costados de mi cuerpo, hago una mueca al notar su peso. Se inclina sobre mí, su vientre abultado se presiona contra mi abdomen, joder esto no es sexi; siento como con sus dientes le dan una suave mordida al lóbulo de mi oreja, después procede a dejar besos por toda la extensión de mi cuello, todo esto lo hace mientras se mueve encima de mí tratando de despertar mi deseo.

"¡No puedo más!"

–Paulina, basta – trato de empujarla suavemente para que se aleje, pero ella no cede, tres intentos después pierdo la poca paciencia que tenía - ¡TE HE DICHO QUE BASTA! ¡JODER! ¿ESTÁS SORDA O QUÉ? – me pongo de pie y ella lo hace también.

– ¿Es por cómo luzco? – susurra.

–Joder, no es eso, solo que hoy no me apetece – vuelvo a pasar mis manos por mi pelo.

–No se me nota tanto – acaricia su vientre abultado – no entiendo porque ya no te gusto.

"Joder, ¿Cómo le digo que ella ya no despierta nada en mí? No me provoca NADA"

–Solo no tengo ganas ¿está bien? – Miento – vete a dormir.

–Hace semanas que no me tocas y cuando me dejas complacerte, una vez que terminas te levantas y te largas de la casa, no me dices nada – suelta un susurro roto, por lo que asumo está a punto de llorar – soy la madre de tu hija.

–Detente – suspiro – vete a dormir antes de que diga algo de lo que después me arrepienta.

–Eres un imbécil – suelta la primera lagrima – no te importa lo que siento.

– ¡Y a quién diablos le importa lo que yo siento! – Le grito – estoy cansado de esto, no tengo una vida, estoy cansado de que siempre estés llorando, ¡maldita sea Paulina! por tu culpa me he vuelto más desgraciado de lo que era, estoy tan cansado de esto y sobretodo estoy cansado de ti.

– ¡Entonces vete! – Me grita, su rostro ahora está cubierto de lágrimas - ¡vete que no te necesito!

–Estoy aquí, me trajiste de vuelta – acorto la distancia que yo mismo había puesto entre nosotros - ¿o no era eso lo que querías cuando dejaste esa foto de la ecografía de tu hija?

–Nuestra hija – corrige – por si lo has olvidado, es nuestra hija.

–No porque yo así lo quiera – digo antes de poder detenerme

–¿Qué dijiste? – Espera mi respuesta, no digo nada – ¡¿Qué dijiste maldita sea?!

–Yo no quería esto – la señalo a ella, le señalo el vientre.

"Detente, no seas un imbécil justo ahora" pienso, pero me es imposible detenerme, no quiero hacerlo, necesito decirlo todo.

–Prometiste que serias un mejor hombre, lo prometiste por nuestra hija y por mí – está llorando – trato de salvarte y no me dejas hacerlo.

–Es que tu no eres mi jodida redención – le espeto – no intentes serlo, porque ya estoy harto de tus estúpidos intentos de salvarme, no haces más que atosigarme y hacer el ridículo.

– ¿Amarte es hacer el ridículo? – Cuestiona dolida - ¿preocuparme por ti es atosigarte? – Suspira antes de continuar – Yo quiero esto contigo, Gabriel; pero no puedo yo sola, soy la única que aquí siente todo, cuando tu no sientes nada. Quiero estar contigo...

-Pero yo no – la interrumpo – No te amo, no siento nada por ti, y estoy completamente seguro de que yo no quiero esto – haga una seña indicándonos a ambos – yo no lo quiero contigo ¡maldigo el momento en que me metí contigo y maldigo el momento en que quedaste embarazada!

-Detente – susurra sosteniéndose el vientre – me haces daño, yo te amo.

–No me interesa, tu querías que lo dijera todo y eso es lo que hice – la miro fijamente – y vete antes de que termine por arrastrarte al infierno en donde me encuentro ¡vete que no quiero nada contigo!

Me dedica una última mirada llena de dolor y lágrimas, una mirada que me muestra las secuelas de mis palabras, me mira una última vez antes de marcharse a la habitación.

"Necesitas olvidarte de todo, necesitas dejar de lado por un instante la mierda de vida que tienes, necesitas olvidarte de todo, necesitas..."

–Droga – completo.

Sabía que no podía salvarme de esto, sabía que no podría ser un mejor hombre, lo intente y no puedo hacerlo.

Miro fijamente la puerta de la habitación, esa donde se encuentra Paulina, acabo de joderlo todo y sé que si vuelvo a caer en mi adicción lo perderé todo completamente.

"Eso ya no importa"

Sé que cuando vuelva de casa no tendré absolutamente nada, no tendré aquello por lo que trate de ser mejor persona, pero...es mejor así, yo no quiero esto, no merezco esto.

A paso decidido me dirijo a la pequeña cocina de donde vivo, abro uno de los cajones debajo de la mesa y saco el dinero que se encuentra ahí, ese dinero que los padres de Paulina le enviaron. Tomó todo el dinero y nuevamente a paso decidido me dirijo hacia la salida de este lugar.

Necesito buscar aquello que mi cuerpo me exige, necesito aquello que mi falsa estabilidad aclama a gritos, necesito la droga porque después de todo es esta la que me tiene completamente a su merced, soy su esclavo, un esclavo que nunca dejara libre. 

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