6. La Promesa de Beatriz

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Nombre: Lesly Urrutia



País: Ecuador



Nota de autor: Esta historia se sitúa en Selinsgrove, Pensilvania. Antes del primer libro: "El infierno de Gabriel", deseé mostrar el momento cuando Julia despierta sin su amado Gabriel en el huerto de manzanos, junto a una situación que ocurre años después en su vida.



Espero que lo disfruten <3




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La noche se cernía en el cuerpo de los dos casi amantes, el frío de aquel huerto se veía opacado por el calor que desprendían. El calor de la pasión y el amor, no podíamos llamar a esto pecado, ¿atreverse a decir lujuria? Era inaudito.



Sus cuerpos encajaban a la perfección como si fueran hechos para estar juntos.



«Como la costilla de Adán» había susurrado Gabriel.



Y en la promesa de una mejora y el anhelo de estar bien, durmieron entre sus brazos deseando nunca perder el tesoro encontrado.



Con el bostezo de la mañana y las haz de luz penetrando las hojas de los manzanos, Julia abrió sus ojos al nuevo día. Se encontró perdida en un lugar inexplorado, como aquel poeta que Gabriel le había contado entre susurros y caricias castas la noche anterior. El triste poeta había despertado y sus recuerdos se veían adormecidos, sin embargo, el dolor vivo en su pecho por la pérdida no había desaparecido; su amada Beatriz se había marchado al paraíso y ella tan virtuosa no podía sumergirse a las llamas del inmundo infierno para rescatarlo.



Al encontrase sola, con la única compañía de la manta que reposaba sobre el frío pasto y una gran roca a pocos metros, se preguntó si Gabriel fue real. Si todo lo que vivieron ocurrió y no fue producto de su desolada imaginación.



Al bajar la mirada se encontró con la chaqueta oscura que la cubría, seguro se la había robado a Gabriel, comenzó robando una fotografía de su mejor amiga Rachel, ¿por qué no se atrevería a robar su chaqueta? Más tarde podría robar alguna camisa donde su olor se impregnaba o aventurarse a las pequeñas prendas ubicadas en el primer cajón de su cómoda.



Negó con la cabeza, estaba segura de que Gabriel era real. Lo sabía por el recuerdo de sus besos, sus labios suaves, cariñosos e impetuosos, y el tacto sus manos. ¡No podía ser mentira!



Pero entonces, ¿dónde estaba su ser amado? ¿Por qué aún no descansaba entre sus brazos?



Julia apretó sus labios y cerró sus ojos con fuerza.



«Me dejó, me abandonó»



Permaneció unos segundos así, deseando que al abrirlos descubriera a su Gabriel aproximándose a ella, con sus largos dedos sujetando una exuberante manzana rojiza, le llamaría "Beatriz" y ella pronto le diría su verdadero nombre. Disfrutaría del festín al escuchar de sus labios "Julia", bendito sea ese momento, ¡cuánto lo amaría!



Abrió sus ojos mientras una pequeña sonrisa se formaba en su fina boca, pero se vio ensombrecida por la decepción.



-Gabriel -comenzó a llamarlo, tal vez aún no era tarde y podría escucharla-, ¡Gabriel!



Y no hubo respuesta.



Sus manos sujetaron sus cabellos y lo apretaron. Gabriel no pudo dejarla. No pudo abandonarla, ella no conocía el camino de vuelta a casa, ¿Qué haría ahora?



Colocó la manta bajo su brazo y comenzó a caminar mientras gritaba su nombre.



«Dioses de chicas que pasaron una noche casta e inolvidable con sus amados, por favor, ayúdenme a encontrarlo o al menos encontrar la salida»

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