•Héroe en lugar de Villano•
La casa del lago era muy diferente al lugar de la película y mucho más parecido a como yo lo imaginaba en realidad; parecía, por fuera, más un muro que llegaba al techo de la cueva, la puerta de tamaño normal era de madera con una chapa reforzada de metal. Por dentro lo primero que sobresalía era el gran organo, que en serio tenía cientos de velas alrededor, cerca de este se encontraba un sillón reclinable café, una mesita de centro, hojas y velas tiradas en el piso; junto a la puerta un perchero alto de lo que parecía oro y frente al sillón reclinable, del otro lado de la casa, un chimenea preciosa color rojo vivo, con un librero repleto de arriba hasta abajo.
No me dejó llegar más allá, sólo parte de la sala fue lo que pude ver, además de las dos puertas a cada lado del órgano.
-Lamento el desorden que presencias, pero no pensé que aceptaras, o por lo menos no tan pronto.- pidió disculpas, agachandose para tomar las hojas que casi piso y poner unas cuantas en la mesa.
-No te preocupes, -me coloqué a su altura a hice lo mismo.- he estado en situaciones peores.
Entre partituras, sobres y dibujos arquitectónicos, encontré uno que llamó fuertemente mi atención: era a lápiz, de perfil, mostraba a una mujer sonriendo abiertamente, con sus rizos al aire y un vestido de época. Muy bonita, realmente bonita. En la esquina derecha de la hoja había letras, y al parecer decían "Christine Daaé, 1872, E. D ".
-¿No firmas siempre como "F. O."?- cuestioné girándome a él.
Al ver el dibujo en mi mano me arrebató la hoja en cuanto pudo.
-¡¿De dónde lo sacaste?! ¡Esto no te incumbe! ¡En realidad eres una chiquilla curiosa! ¿A caso tus padres no te criaron bien?
La mención de mis padres se sintió como una puñalada en la espalda, me robó el aire y la estabilidad, mis rodillas temblaron como un par de gelatinas, tirándome al piso.
No podía dejar que me viera indefensa y vulnerable, nadie debía verme así. Me puse en pié otra vez, mientras en mi cabeza se repetía un mantra que constaba en hacerme creer que no era débil; eran las palabras de Ramin en el primer ensayo matutino.
-No te atrevas a mencionar a mis padres, no lo hagas.- acusé con mi dedo al hombre alto que tenía cara de enfado absoluto.
-¿Cómo quieres que yo no haga las cosas que te afectan si tú lo haces conmigo?
Tomé aire estrepitosamente.
-Ninguno sabe qué es lo que nos afecta, Erik. No en realidad.- mis piernas me obligaron a acercarme con sigilo a él.- Tal vez yo sí, pero no sé controlarme. De niña, cuando conocí tu historia, fuiste como mi héroe; eras el único en el que me podía refugiar.
Una sonrisa extraña se curvó en mis labios, la voz se me quebró y continué mi relato.
-No era ella- señalé el dibujo-, la que me impulsaba todos los días a no cortarme las venas para salir de mi encierro y llegar a cantar en grandes shows musicales. Fuiste tú.
Pude notar el atisbo de una lágrima recorrer su cara, o por lo menos lo que la máscara dejaba ver.
-¿Cómo puedes poner en el lugar del héroe al monstruo?
-Tú me salvaste del suicidio muchas veces. Y no te lo he agradecido. Sólo eres un hombre, falto de amor en realidad, no mereces que te traten como a un monstruo.- llegué a su lugar, y con un impulso cariñoso acracié su mejilla izquierda, mirándole a los ojos.- Nunca nadie volverá a hacerte sentir como un monstruo.
ESTÁS LEYENDO
Votre Chanteur Préféré
FanfictionHan pasado más de cien años del trágico incendio que acechó la Ópera Popular de París. Una nueva Prima Donna llegará a embellecer aquel Palacio del arte y la tragedia, con el nuevo teatro musical que aquel que recide en las catacumbas desprecia con...